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martes, 27 de noviembre de 2018

Los otros números rojos de Venezuela, por @fsingerf ‏




FLORANTONIA SINGER 26 de noviembre de 2018

La crisis ha llevado a crear servicios de apoyo para sobrellevar los casos de depresión y un desánimo más generalizado

El teléfono suena cinco veces. Dos de las llamadas se caen. En la línea de atención psicológica también deben lidiar con la inestabilidad de las redes de telecomunicación de Venezuela. “Era una señora pidiendo ayuda para un hijo con trastorno bipolar y otro depresivo”, explica Jenny Lozada, una de las operadoras del turno de viernes en el servicio que hace un año habilitó la Federación de Psicólogos de Venezuela. Junto con Psicólogos Sin Fronteras, trabaja para solventar un problema no tan evidente, a menudo olvidado por las estadísticas y sin soporte en datos oficiales recientes, de la profunda crisis política, económica y social que atraviesa el país sudamericano, llamada por los especialistas "emergencia humanitaria compleja". 

La tristeza y la depresión son otros de los números rojos de Venezuela. Gisela Galeno coordina el servicio de ayuda telefónica (disponible a través de los números en Caracas 4163116 y 4163118) que pretende dar primeros auxilios psicológicos a una población en duelo. “Se viven muchos duelos a la vez, el de la gente que muere y también la pérdida económica, la perdida de la salud, del empleo, de calidad de vida, de los espacios para la recreación y encuentro, de los afectos por la gente que emigra. Por ello nos enfocamos en tratar los duelos no resueltos que, cuando se acumulan, pueden desembocar en una depresión”, dice la psicóloga clínica.

El equipo es pequeño, de apenas cinco voluntarios y dos teléfonos, y solo alcanza para dar atención los viernes de las ocho de la mañana a las cinco de la tarde, sin importar si cae en un día festivo, y llevar las estadísticas del servicio. “Lo ideal sería recibir apoyo para poder extender la atención al fin de semana completo, que es cuando usualmente ocurren la mayoría de las crisis y luego ser un servicio 24 [horas] que es lo ideal para este tipo de líneas”.

El estado de ánimo del venezolano tiene un origen político

En un año de trabajo tienen un panorama de lo que aqueja al venezolano: el 41% de las llamadas son de personas con trastornos de ansiedad, el 23% por conflictos familiares, el 22% por conflictos de pareja, el 5,5% por duelo migratorio. En el 67% de los contactos con quienes llaman al servicio, los psicólogos deben hacer lo que llaman “una intervención”: estabilizar a la persona, una tarea que puede tomar hasta una hora de conversación telefónica y orientarla al algún servicio de ayuda presencial cercano y acorde a su posibilidad monetaria.

Los psicólogos insisten en distinguir la depresión, que es una enfermedad, de la tristeza, pero Galeno señala que el entorno actual que vive el venezolano puede ser un disparador de las crisis depresivas en quienes tienen una predisposición a padecerla y en quienes tienen otros trastornos psiquiátricos. El deterioro social y la falta de fármacos también pueden generar complicaciones.

“Crisis como la que atraviesa Venezuela llevan a la gente a mirar hacia adentro, pues una situación así pone en jaque la propia existencia, empuja a la introspección y eso contribuye a desarticular el tejido social, que suele ser parte de las intenciones de este tipo de regímenes. Si la gente está desequilibrada en su vida personal, cómo va a empujar para solucionar lo colectivo. En nuestro caso el estado de ánimo del venezolano tiene un origen político, porque la situación del país está aniquilando la capacidad de respuesta de las personas”, dice Galeno.

El malestar es general y en consulta los psicólogos identifican los síntomas. “No tengo ganas de salir, tengo ganas de llorar, no quiero hacer nada, no quiero comer o como mucho. A esto se suman alteraciones de sueño, deterioro de la salud sin enfermedad previa, poca tolerancia a la frustración, conductas de evitación. La complejidad de la situación está demandando unos niveles de respuesta que generan mucho estrés en la población”, añade Siboney Pérez, de Psicólogos Sin Fronteras, que trabaja en otro servicio gratuito de atención creado recientemente, pues en los hospitales es casi inexistente, y también es parte de una red de especialistas que atiende vía Skype a los venezolanos que viven el duelo fuera de las fronteras.

En poco más de una década se esfumó el alto índice de bienestar subjetivo que atribuía la empresa Gallup a los venezolanos. Venezuela solía estar entre los países más felices. En 2006, cuando se hizo la primera medición, el 59% de la población consideraba que su situación era pujante, el porcentaje más alto en América Latina, y solo el 4% señalaban que estaban en condición de sufrimiento. Una década después los porcentajes se revirtieron: los pujantes bajaron al 13%, teniendo solo por debajo a Haití, y los que sufrían pasaron al 28%. Este 2018 Paraguay ocupa el puesto del país más feliz de la región y Venezuela salió de los primeros lugares. Aunque se trata de una mera estimación a la que es prudente añadir varios matices, un simple vistazo a los obstáculos de la vida cotidiana en el país caribeño ayuda a entender por qué muchos venezolanos están sumidos en el desánimo.

Sin datos oficiales

La investigadora de la Universidad Central de Venezuela Yorelis Acosta inició en 2015 un mapeo de las emociones del venezolano, que describe como fotografías del ánimo de la población. “La tristeza, la rabia y el miedo son emociones negativas que han predominado. Pero la realidad venezolana es muy compleja y no hay una sola manera de sentirse. Ha sido un camino muy largo, que ha causado un deterioro progresivo, cansancio, pérdida de calidad de vida y de libertades. Ahora, la crisis empieza a mostrar otras emociones que no habíamos experimentado, porque ahora sí vivimos en el colapso, emociones que van acompañadas de expresiones como ‘yo no merezco esto’ o ‘nunca imaginé que a mi edad iba a pasar por esto”, acota la investigadora. 

En noviembre, en la línea de atención psicológica que coordina Galeno empezaron a registrar otro tipo de llamadas. “Hemos tenido casos de personas que están considerando el suicidio como una solución, estos casos debemos abordarlos con otro protocolo porque el objetivo es principal es preservar la vida. Tratamos de disuadir a la persona de que no vea en el suicidio una solución definitiva a un problema que es temporal”. En el país no existe una línea de prevención del suicidio.

La alarma del aumento del suicidio se ha disparado en los últimos dos años. El Estado Mérida, en los Andes venezolanos, registró en 2017 una tasa de 19 suicidios por cada 100.000 habitantes —un total de 191 casos— muy por encima de la media del país y un número nunca registrado en 20 años de análisis.  No se dispone de datos oficiales recientes a escala nacional sobre este tema. Una investigación de la agencia Bloomberg reveló el mes pasado que este año se han producido 786 suicidios en Caracas, apenas dos menos que los registrados en todo el país en 2012, el último año del que se conocen estadísticas de mortalidad.

El criminólogo Freddy Crespo ha investigado el tema en la región y sostiene que la crisis ha sido un catalizador. “En los casos que estudiamos encontramos que el contexto condiciona, son personas que se quedan solas, porque la familia y sus amigos se fueron, que desertaron de los estudios universitarios para trabajar, que enfermaron y no quieren ser carga. Todos tienen que ver con un proceso de desestructuración del yo, donde las aspiraciones que se tenían que no se van a poder cumplir por la situación económica y social de Venezuela”.

Acosta agrega que en los procesos hiperinflacionarios, como el que atraviesa Venezuela desde hace un año, se suelen disparar dos indicadores de los que no llevan cuenta los economistas: la migración y los suicidios. “Llevamos dos años contando suicidios por la crisis. En hiperinflación y en grandes recesiones económicas aumentan la migración y suicidios. Pero el suicidio es una acción que puede ser prevenible, con comunicación, sensibilización y combatiendo la desesperanza. La misma sociedad debe estar atenta a los cambios de comportamiento de la gente de su entorno, pues casi nadie se va a suicidar de un día para otro”.


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