Por Marino J. Gonzalez, 06/02/2013
En este período la gran mayoría de los países de América Latina y el Caribe han profundizado las reformas económicas iniciadas en las últimas décadas del siglo pasado. De hecho la región ha experimentado un período relativamente largo de crecimiento y de reducción de la pobreza. Es cierto que falta mucho por hacer, pero el balance general es favorable. Los cambios institucionales que se han llevado a cabo han mejorado las bases sobre las cuales se debe sustentar ese crecimiento.
Venezuela, sin embargo, marcha muy rezagada cuando se le compara con los países de la región.
Nuestra economía creció a una tasa promedio de 3% entre 1999 y 2012. Eso significa que ocupamos el lugar número 16 en la región. Podría decirse que fue un crecimiento más bien mediocre. Cuatro países de la región alcanzaron tasas promedio superiores a 5% (Panamá con 6,4%, República Dominicana con 5,32%, Perú con 5,29%, y Trinidad y Tobago con 5,21%). Panamá y Perú crecieron todos los años del período. Vale decir, catorce años de crecimiento ininterrumpido. La economía venezolana tuvo, por su parte, cinco años de decrecimiento en el lapso.
Crecer con la baja tasa señalada no favorece la generación de los recursos para suplir tantas deficiencias en la prestación de servicios o infraestructura, por ejemplo. Tampoco se pueden generar las condiciones requeridas para promover un adecuado clima de inversión. En realidad, la economía mantiene un ritmo inestable agravado por la exagerada dependencia de la venta de petróleo. Además de no crecer como debemos, la economía venezolana es la que tiene la más alta tasa de inflación en la región. Exactamente desde 2007 ocupamos ese penoso sitial. En todo el período de estos catorce años, tuvimos la tasa de inflación promedio más alta de la región (solo superada ligeramente por Surinam).
Es muy lamentable que luego de este período, con un ingreso por concepto de petróleo de escala monumental, Venezuela presente tantas evidencias de bajo desempeño económico. La imposibilidad de generar riqueza en las dimensiones requeridas no trae otra consecuencia que deterioro en las condiciones de vida. Y si a eso sumamos las angustias que se viven en una economía inflacionaria, las conclusiones son muy directas: el actual gobierno ha llevado el fracaso económico a una dimensión superior.
margonza@usb.ve
@marinojgonzalez
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