Luego de un par de semanas meditándolo, evaluando desde varios frentes
el asunto (mi seguridad personal, lo prudente, el objetivo, los posible
resultados, la emocionalidad ajena y la propia, entre otros) decidí ir a
visitar el Cuartel de la Montaña, Cuartel 4F o el Museo-Mausoleo de Chávez en
la Planicie del 23 de Enero en Caracas; experiencia que resultó ser muy
peculiar desde la planificación hasta su inicio, misma arranca en la Estación
del Metro de Agua Salud, por la salida del 23 de Enero. Luego de tomar una
camionetica que dice “Cuartel” despega la montaña rusa, sobre todo para alguien
que tiene más de una década de mudado de esta ciudad; miraba a cada persona que
ingresaba a la unidad o cada uno de los que se movía dentro de ella como el
protagonista del “quieto, esto es un atraco”. Pero nada podía frenarme en el
objetivo: tocar de cerca una parte de Venezuela que me resultaba ajena, luego
de mi vista, me resulta aún más extraña. El ceño inicia su elevación mucho
antes de llegar a ese sitio, pues a lo largo de todas las paredes del 23 de
Enero puedes ir viendo murales que te meten como en un túnel paralelo, pues
reflejan admiración, devoción y culto por Carlos Marx, Gadafi, Marulanda, Lina
Ron, Fidel Castro, Che Guevara, Colectivo Alexis Vive, Religión Yoruba,
Tupamaros, ESLN, FARC, Carlos El Chacal, hasta una curiosa imagen de la Virgen
María con un FAL (o un AK41, no sé de eso) entre otros, amén de los miles de
murales que reflejan la adoración al “Comandante Supremo”, término este que
están tratando de imponer para permitir que Chávez tenga su equivalente de
“Padre de la Patria” que se le adjudica a Bolívar, pero tienen problemas
comunicacionales y estratégicos asociados, supongo en parte, a la euforia y la
cercanía del evento, pues algunos lo llaman Comandante Eterno, Comandante
Máximo, Máximo Líder y otros más osados, entre ellos un alcalde, lo han querido
tildar hasta de Comandante de la Galaxia o el Universo, no recuerdo exactamente
el término que usó en su desvarío adulante (para no usar la palabra correcta
que es Jalabola).
La antesala a la subidita de cemento que conduce al nuevo templo
capitalino tienes tres elementos de gran resalte, una escultura cilíndrica muy
alta (calculo unos 20 metros) parecida a un obelisco elaborada en metal rústico
y con un mensaje alusivo a la supuesta gesta heroica que protagonizó el señor
en cuestión (como hecho arquitectónico y artístico es de mediano triunfo), la
otra es la famosa capilla “Santo Hugo Chávez”, que en realidad es un pequeño
espacio que acondicionó algún trasnochado que no ocupa más de 6 o 7 metros
cuadrados (2mts x 3mts aprox.) pero que los medios, ahora militantes sin
remedio de una opción u otra, quisieron hacer ver que se trataba de una
construcción significativa; les puedo decir que yo he visto cosas similares en
su fondo, no exactas en la forma, en el Zulia con alusión a Manuel Rosales y en
otras partes con CAP y Caldera, y más recientemente con Capriles Radonski, eso
es parte del balurdismo venezolano, no es monopolio ni exclusivo de los devotos
del Santo Guerrillero del Siglo XXI. Por último, para mi cautelosa mirada, un
módulo de Barrio Adentro enclavado en un lugar de privilegio y que pudiera
darle sostén, argumento y evidencia de revolución a este recinto cuasi
litúrgico, pero saben qué? Estaba fuera de funcionamiento! Eso resume este
gobierno: es pura nomenclatura, nada de eficiencia.
Pasado estos minutos abajo me dispongo a subir, te reciben caminatas de
gente bajando y subiendo, casi todos vestidos como cuando uno va a la procesión
del Nazareno, pero aquí no es el morado el color de rigor, sino el rojo rojito.
Ya cuando se aplana la subida te encuentras con unas barandas de metal para
organizar la cola y efectivos militares en más cantidad que el polen están allí
dispuestos y viene mi primer shock nervioso: Coros de niños (infantes en sus
primeros estadios escolares, ninguno llegaba a 10 años) organizados por varias
escuelas de la zona vienen a ocupar su turno para cantarte al Rey. Mis
prácticas de Yoga y de Meditación Ishaya fueron altamente útiles en estos
devastadores y escatológicos momentos, pues esto lo había vivido hace unas
décadas en una visita que hice a Cuba, pero me faltaba mucha imaginación para
reproducirlo aquí, en lo que yo creía era mi país. Entrar al recinto es igual
que ir un banco nuestro: coleados, pisotones, falta de coordinación y el
acostumbrado tráfico de influencias que permite que algunos entren con solo
“chapear”, un dulcito para los milicianos o si los abultados senos genera
placer en los jóvenes de la entrada tu posición en la cola es superada; incluso
yo tuve que afortunadamente infiltrarme en una delegación de cubanos que no
estaban disfrazados del color de la pasión (o la muerte) para evitar ser visto
como un curioso escuálido, pues me dio la sensación al llegar que estaba de
arrocero por mi vestimenta tan cotidiana y fuera del orden.
Ya adentro, muy amables los muchachos vestidos de caqui militar te dan
un abanico de cartulina con propaganda del Ministerio de Turismo, que me fue
muy útil pues fue allí donde anoté los datos gruesos para no olvidar los hitos
fundamentales de mi visita. Te asignan un guía que habla como los niñitos que
cuentan las historias de los castillos de Margarita y te repiten como
estribillo en cada oración “nuestro Comandante Supremo”, esos si tienen claro
el guión. Pasas frente a la “Plaza del Eterno Retorno” que supongo que está
allí como señal de que Chávez también va a resucitar de entre los muertos, pues
si Jesucristo pudo, por qué él no?. Frente a esta plaza esta un cañón asomado
en una pequeña loma que apunta al Palacio de Miraflores y que cada día
puntualmente a las 4 y 25 pm dispone un disparo de salva para honrar la hora en
la que este neo prócer expiró. Tuve la suerte de estar en el cambio de guardia
que se realiza cada dos horas, y es un espectáculo propio de la parafernalia
militar: pomposo, estrafalario y que lo único de lo que da cuenta es que los
chamos en esas casas militares aprenden es a bailar, pero ellos le llaman
marcha, orden cerrado, orden militar o no sé que otro término castrense le
asignan, pero no le veo mucha diferencia con una bailoterapia.
De allí vamos a donde está el hombre, al centro del meollo, la caja de
mármol con base tipo flor diseñada por Fruto Vivas que guarda con celo
vigilante de seis hombres (a veces cuatro) vestidos a lo Campo de Carabobo y
viene mi segundo shock nervioso: la gente empieza a desmayarse frente a el
nuevo Jesús de Sabaneta, del grupo de treinta aproximadamente que podía ver
frente a nosotros, y los treinta hermanos cubanos que me acompañaban en mi
grupo, perdieron el control de sus piernas, de su respiración y supongo que de
sus esfínteres también tres de ellos. Pero luego, afortunadamente este drama se
rompe intempestivamente y viene la escena “Tómame una foto pal face!”, todos
armados con BlackBerry, Iphone, Tablets y los que menos con su Nokia o
Vergatario que también echa fotos. La escena no dista mucho de pasearse por el
Museo de Cera para retratarse con su ídolo, pero en este caso no está paradito
Mel Gibson o Cristina Aguilera, sino acostadito y tapado el líder que acuñó la
frase “Ustedes son Chávez”, lo que da la idea entonces de estarse tomando una
foto tipo carné.
El tercer impacto o accidente nervioso me visita en la “Capilla Hugo
Chávez”, que dentro del recinto asemeja a las capillitas de las clínicas, en
donde los familiares y amigos de los enfermos rezan por la salud de sus
afectos, pero en este caso es para venerarlo, rendirle los respetos y supongo
que algún avispado, le pedirá un favor desde el más allá. Tiene banquetas largas
típicas con el espacio y la madera para arrodillarse, dos imágenes grandes del
“Comandante Supremo” en los lugares en donde comúnmente irían la de Dios y la
Virgen, debes quitarte las gorras o cosas de la cabeza como dice el Padre Julio
de mi parroquia y los militares que nos hacen ingresar se persignan, con lo que
los demás también lo hacen, total, es la iglesia del Todopoderoso.
Salimos de allí rumbo a las galerías de fotos y en ese lugar me
sobreviene de nuevo otra embolia emocional, las imágenes, muy bien
seleccionadas, abultadas en contexto y sumamente grandes (les preciso que ese
recinto es como un castillo, por lo que sus techos son muy altos) hacen llorar
a otro grupo de sensibles fanáticos, era como recordar a los italianos cuando
Roberto Biaggo, siendo su estrella, falló ese penalti inolvidable que los
descalifico. Una foto en particular sacó la manguera de lágrimas de un grupo
grande de fieles: la imagen de Chávez de espalda en octubre pasado sobre una
tarima cuando ya se sabía de su triunfo, en donde se evidenciaba una copiosa
lluvia, y muchas dijeron “El allí ya estaba delicadito, por qué se mojó coño, a
lo mejor todavía estuviera vivo si no hubiese agarrado ese sereno…”
Ya para este momento mis ganas de correr no eran normales, necesitaba
volver a la realidad, pero irme fuera del grupo, como haciendo un desaire a lo
poco que faltaba era imprudente pues podía quedar al descubierto en ese
territorio hostil para cualquier hereje de la derecha, centro, sur o norte.
Entonces me calé los últimos relatos del niño del mar, no, me equivoco, del
guía miliciano que nos atendió (me disculpo por lo imprecisión) y luego
calmadamente me fui en cambote. Necesitaba tomarme un Adalat© Espiritual, pues
estaba cerca de un infarto emocional, y tomé mi retorno pensando: Este Cristo
llanero también dejó a sus doce apóstoles, es casi la suma exacta de su grupo
visible de exterminio, ese que tiene como misión terminar de acabar con todo
vestigio de la Venezuela que yo conocí, para convertirla en un nuevo país del
cual me siento extranjero. No conocí en mi visita a China la tumba de Mao, pues
estaba muy lejos de Hang Chou, la ciudad que me alojó, ni conozco Rusia y la
tumba de Lenin, pero conocí la tumba de Hugo Rafael Chávez Frías, el tipo que
me dejó sin nacionalidad.
Richard J. Vargas (con cédula de venezolano vencida)
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