Páginas

lunes, 5 de agosto de 2013

Breve crónica de un paseo al Cuartel de la Montaña


Por Richard J. Vargas, 03/08/2013

Luego de un par de semanas meditándolo, evaluando desde varios frentes el asunto (mi seguridad personal, lo prudente, el objetivo, los posible resultados, la emocionalidad ajena y la propia, entre otros) decidí ir a visitar el Cuartel de la Montaña, Cuartel 4F o el Museo-Mausoleo de Chávez en la Planicie del 23 de Enero en Caracas; experiencia que resultó ser muy peculiar desde la planificación hasta su inicio, misma arranca en la Estación del Metro de Agua Salud, por la salida del 23 de Enero. Luego de tomar una camionetica que dice “Cuartel” despega la montaña rusa, sobre todo para alguien que tiene más de una década de mudado de esta ciudad; miraba a cada persona que ingresaba a la unidad o cada uno de los que se movía dentro de ella como el protagonista del “quieto, esto es un atraco”. Pero nada podía frenarme en el objetivo: tocar de cerca una parte de Venezuela que me resultaba ajena, luego de mi vista, me resulta aún más extraña. El ceño inicia su elevación mucho antes de llegar a ese sitio, pues a lo largo de todas las paredes del 23 de Enero puedes ir viendo murales que te meten como en un túnel paralelo, pues reflejan admiración, devoción y culto por Carlos Marx, Gadafi, Marulanda, Lina Ron, Fidel Castro, Che Guevara, Colectivo Alexis Vive, Religión Yoruba, Tupamaros, ESLN, FARC, Carlos El Chacal, hasta una curiosa imagen de la Virgen María con un FAL (o un AK41, no sé de eso) entre otros, amén de los miles de murales que reflejan la adoración al “Comandante Supremo”, término este que están tratando de imponer para permitir que Chávez tenga su equivalente de “Padre de la Patria” que se le adjudica a Bolívar, pero tienen problemas comunicacionales y estratégicos asociados, supongo en parte, a la euforia y la cercanía del evento, pues algunos lo llaman Comandante Eterno, Comandante Máximo, Máximo Líder y otros más osados, entre ellos un alcalde, lo han querido tildar hasta de Comandante de la Galaxia o el Universo, no recuerdo exactamente el término que usó en su desvarío adulante (para no usar la palabra correcta que es Jalabola).

La antesala a la subidita de cemento que conduce al nuevo templo capitalino tienes tres elementos de gran resalte, una escultura cilíndrica muy alta (calculo unos 20 metros) parecida a un obelisco elaborada en metal rústico y con un mensaje alusivo a la supuesta gesta heroica que protagonizó el señor en cuestión (como hecho arquitectónico y artístico es de mediano triunfo), la otra es la famosa capilla “Santo Hugo Chávez”, que en realidad es un pequeño espacio que acondicionó algún trasnochado que no ocupa más de 6 o 7 metros cuadrados (2mts x 3mts aprox.) pero que los medios, ahora militantes sin remedio de una opción u otra, quisieron hacer ver que se trataba de una construcción significativa; les puedo decir que yo he visto cosas similares en su fondo, no exactas en la forma, en el Zulia con alusión a Manuel Rosales y en otras partes con CAP y Caldera, y más recientemente con Capriles Radonski, eso es parte del balurdismo venezolano, no es monopolio ni exclusivo de los devotos del Santo Guerrillero del Siglo XXI. Por último, para mi cautelosa mirada, un módulo de Barrio Adentro enclavado en un lugar de privilegio y que pudiera darle sostén, argumento y evidencia de revolución a este recinto cuasi litúrgico, pero saben qué? Estaba fuera de funcionamiento! Eso resume este gobierno: es pura nomenclatura, nada de eficiencia.

Pasado estos minutos abajo me dispongo a subir, te reciben caminatas de gente bajando y subiendo, casi todos vestidos como cuando uno va a la procesión del Nazareno, pero aquí no es el morado el color de rigor, sino el rojo rojito. Ya cuando se aplana la subida te encuentras con unas barandas de metal para organizar la cola y efectivos militares en más cantidad que el polen están allí dispuestos y viene mi primer shock nervioso: Coros de niños (infantes en sus primeros estadios escolares, ninguno llegaba a 10 años) organizados por varias escuelas de la zona vienen a ocupar su turno para cantarte al Rey. Mis prácticas de Yoga y de Meditación Ishaya fueron altamente útiles en estos devastadores y escatológicos momentos, pues esto lo había vivido hace unas décadas en una visita que hice a Cuba, pero me faltaba mucha imaginación para reproducirlo aquí, en lo que yo creía era mi país. Entrar al recinto es igual que ir un banco nuestro: coleados, pisotones, falta de coordinación y el acostumbrado tráfico de influencias que permite que algunos entren con solo “chapear”, un dulcito para los milicianos o si los abultados senos genera placer en los jóvenes de la entrada tu posición en la cola es superada; incluso yo tuve que afortunadamente infiltrarme en una delegación de cubanos que no estaban disfrazados del color de la pasión (o la muerte) para evitar ser visto como un curioso escuálido, pues me dio la sensación al llegar que estaba de arrocero por mi vestimenta tan cotidiana y fuera del orden.

Ya adentro, muy amables los muchachos vestidos de caqui militar te dan un abanico de cartulina con propaganda del Ministerio de Turismo, que me fue muy útil pues fue allí donde anoté los datos gruesos para no olvidar los hitos fundamentales de mi visita. Te asignan un guía que habla como los niñitos que cuentan las historias de los castillos de Margarita y te repiten como estribillo en cada oración “nuestro Comandante Supremo”, esos si tienen claro el guión. Pasas frente a la “Plaza del Eterno Retorno” que supongo que está allí como señal de que Chávez también va a resucitar de entre los muertos, pues si Jesucristo pudo, por qué él no?. Frente a esta plaza esta un cañón asomado en una pequeña loma que apunta al Palacio de Miraflores y que cada día puntualmente a las 4 y 25 pm dispone un disparo de salva para honrar la hora en la que este neo prócer expiró. Tuve la suerte de estar en el cambio de guardia que se realiza cada dos horas, y es un espectáculo propio de la parafernalia militar: pomposo, estrafalario y que lo único de lo que da cuenta es que los chamos en esas casas militares aprenden es a bailar, pero ellos le llaman marcha, orden cerrado, orden militar o no sé que otro término castrense le asignan, pero no le veo mucha diferencia con una bailoterapia.

De allí vamos a donde está el hombre, al centro del meollo, la caja de mármol con base tipo flor diseñada por Fruto Vivas que guarda con celo vigilante de seis hombres (a veces cuatro) vestidos a lo Campo de Carabobo y viene mi segundo shock nervioso: la gente empieza a desmayarse frente a el nuevo Jesús de Sabaneta, del grupo de treinta aproximadamente que podía ver frente a nosotros, y los treinta hermanos cubanos que me acompañaban en mi grupo, perdieron el control de sus piernas, de su respiración y supongo que de sus esfínteres también tres de ellos. Pero luego, afortunadamente este drama se rompe intempestivamente y viene la escena “Tómame una foto pal face!”, todos armados con BlackBerry, Iphone, Tablets y los que menos con su Nokia o Vergatario que también echa fotos. La escena no dista mucho de pasearse por el Museo de Cera para retratarse con su ídolo, pero en este caso no está paradito Mel Gibson o Cristina Aguilera, sino acostadito y tapado el líder que acuñó la frase “Ustedes son Chávez”, lo que da la idea entonces de estarse tomando una foto tipo carné.

El tercer impacto o accidente nervioso me visita en la “Capilla Hugo Chávez”, que dentro del recinto asemeja a las capillitas de las clínicas, en donde los familiares y amigos de los enfermos rezan por la salud de sus afectos, pero en este caso es para venerarlo, rendirle los respetos y supongo que algún avispado, le pedirá un favor desde el más allá. Tiene banquetas largas típicas con el espacio y la madera para arrodillarse, dos imágenes grandes del “Comandante Supremo” en los lugares en donde comúnmente irían la de Dios y la Virgen, debes quitarte las gorras o cosas de la cabeza como dice el Padre Julio de mi parroquia y los militares que nos hacen ingresar se persignan, con lo que los demás también lo hacen, total, es la iglesia del Todopoderoso.

Salimos de allí rumbo a las galerías de fotos y en ese lugar me sobreviene de nuevo otra embolia emocional, las imágenes, muy bien seleccionadas, abultadas en contexto y sumamente grandes (les preciso que ese recinto es como un castillo, por lo que sus techos son muy altos) hacen llorar a otro grupo de sensibles fanáticos, era como recordar a los italianos cuando Roberto Biaggo, siendo su estrella, falló ese penalti inolvidable que los descalifico. Una foto en particular sacó la manguera de lágrimas de un grupo grande de fieles: la imagen de Chávez de espalda en octubre pasado sobre una tarima cuando ya se sabía de su triunfo, en donde se evidenciaba una copiosa lluvia, y muchas dijeron “El allí ya estaba delicadito, por qué se mojó coño, a lo mejor todavía estuviera vivo si no hubiese agarrado ese sereno…”

Ya para este momento mis ganas de correr no eran normales, necesitaba volver a la realidad, pero irme fuera del grupo, como haciendo un desaire a lo poco que faltaba era imprudente pues podía quedar al descubierto en ese territorio hostil para cualquier hereje de la derecha, centro, sur o norte. Entonces me calé los últimos relatos del niño del mar, no, me equivoco, del guía miliciano que nos atendió (me disculpo por lo imprecisión) y luego calmadamente me fui en cambote. Necesitaba tomarme un Adalat© Espiritual, pues estaba cerca de un infarto emocional, y tomé mi retorno pensando: Este Cristo llanero también dejó a sus doce apóstoles, es casi la suma exacta de su grupo visible de exterminio, ese que tiene como misión terminar de acabar con todo vestigio de la Venezuela que yo conocí, para convertirla en un nuevo país del cual me siento extranjero. No conocí en mi visita a China la tumba de Mao, pues estaba muy lejos de Hang Chou, la ciudad que me alojó, ni conozco Rusia y la tumba de Lenin, pero conocí la tumba de Hugo Rafael Chávez Frías, el tipo que me dejó sin nacionalidad.

Richard J. Vargas (con cédula de venezolano vencida)

Recibido por correo electrónico


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico