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viernes, 2 de agosto de 2013

Los saberes que hacen Patria


Por Vladimiro Mujica, 01/08/2013

La producción científica en el país ha caído dramáticamente los últimos años.

Todavía retumban con fuerza en mi memoria las palabras del científico chileno Alejandro Toro, un talentoso colega a quien conozco hace muchos años y con quien compartí como conferencista invitado al Congreso de Químicos Teóricos de Expresión Latina (Quitel) recientemente realizado en Granada. Con una expresión genuina de mucha preocupación, Alejandro me dijo, palabra más, palabras menos: “¿Que ha pasado con Venezuela? Nosotros antes aprendíamos de ustedes, que tenían visión y liderazgo científico.

Ahora casi ni se les ve”. Quizás convenga que mencione que el Quitel es un evento que alcanzó su edición XXIX y en el cual la presencia de Venezuela era una constante. A la cita de Granada el único venezolano que acudió fui yo.

Lo del Quitel no es accidental, la presencia de Venezuela en el mundo del conocimiento se ha ido achicando, por decirlo de algún modo. El acoso a las universidades nacionales, responsables junto con el IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) de prácticamente toda la investigación que se hace en el país, ha tenido finalmente las inevitables y predecibles consecuencias de debilitar el esfuerzo de una generación de conocimientos. Lo que apuntó mi amigo chileno no solamente es cierto sino fácilmente verificable: la producción científica de Venezuela ha caído dramáticamente en los últimos años, no solamente en términos absolutos sino en comparación con nuestros vecinos latinoamericanos. Cabe destacar que en Argentina y Ecuador, aliados políticos importantes de Venezuela, NO se ha destruido el sector universitario y lejos de eso se apunta a consolidarlo y ampliarlo. El caso del Proyecto Prometeo en Ecuador es emblemático porque aún manteniendo objetivos políticos estratégicos muy claros ­el programa apunta hacia convertir a Ecuador en un centro de referencia internacional en ciertas áreas de ciencia y tecnología­ se avanza con los recursos locales y con una clara visión del carácter internacional y universal del conocimiento.

Inclusive en Cuba ha ocurrido un crecimiento importante de la producción científica en estos últimos años.

Pero no es solamente el tema de la productividad científica del país, sino del saber técnico aplicado a las necesidades inmediatas de una sociedad. Una combinación letal de abandono, corrupción e improvisación ha arruinado la red de carreteras del país y ha convertido el suministro de energía eléctrica en un prodigio de supervivencia de un sistema sometido a sobrecargas y la obsolescencia de los equipos. Otro tanto ocurre con la industria petrolera, donde la ausencia de inversión y fallas técnicas han producido una caída sustancial en la producción de crudo que han llevado a Pdvsa a los límites de la insolvencia. Algo similar puede decirse sobre el estado de la red de hospitales del país. Recientemente nos enteramos con alarma que la situación de carencia de profesores de secundaria es mucho peor de lo que nos habíamos atrevido a sospechar. Es decir, no se trata solamente de que se persigue al talento y al pensamiento independiente en las universidades sino que la preparación de nuestros jóvenes es cada vez peor.

Medito sobre estas cosas cuando leo el discurso de Elías Jaua ante la Asamblea Nacional el 5 de julio pasado. Siempre he mantenido que Jaua es un tipo inteligente que actúa por convicción y por eso me tomo el trabajo de leer una pieza discursiva que es incisivamente polarizante en un entorno ya de por sí cargado de tensiones. Quizás, como era de esperarse, el discurso de Jaua le salió al paso a todas las críticas sobre sus declaraciones acerca de que el concepto de patria no se podía medir por la existencia o no de “papel tualé” en los anaqueles de los supermercados. Por supuesto que no, como señala Jaua, la ausencia de papel sanitario puede ser temporal, un accidente. ¿Pero y todas las otras cosas que se ha ido acumulando durante estos 14 años? A cada una de ellas se les intenta encontrar virtudes: tenemos mejor educación; tenemos una mejor industria petrolera; mejor salud para nuestro pueblo; tenemos, en definitiva, Patria. Algo de lo cual se pretende despojar a la mitad del país que los adversa y que clama por un espacio en ese concepto que nos pertenece a todos. La apropiación de lo que nos es más íntimo y sagrado.

En palabras de Jaua: “Hoy tenemos Patria, porque el poder político es expresión de la decisión del pueblo y no de un pacto de élites; Tenemos Patria porque hemos certificado la reserva más grande de petróleo del mundo, la faja del Orinoco, y porque el ingreso nacional petrolero lo maneja el Estado para distribuirlo en salud, educación, alimentación y vivienda. Tenemos Patria, porque de cada 100 venezolanos, 80 no son pobres y los otros 20 están protegidos por la seguridad social socialista y van saliendo de la pobreza; Tenemos Patria porque el hambre y el analfabetismo son parte de una triste historia que ya no volverá. Tenemos Patria, porque tenemos una Fuerza Armada con una doctrina propia, la bolivariana, empleando su espada para defender las garantías sociales. Tenemos Patria porque tenemos conciencia de lo que somos y de lo que estamos dispuestos a defender”.

Ese es el contenido esencial del discurso del Canciller de Venezuela. Pero, ¿y la terca realidad, ministro Jaua?

http://www.noticierodigital.com/2013/08/los-saberes-que-hacen-patria/

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