Trino Márquez Jue Jul 24, 2014
@trinomarquezc
Ciudadano y cliente son conceptos que
desaparecen en el comunismo. El primero se encuentra asociado a la idea de
República: separación e independencia de Poderes, Estado de Derecho, respeto a
las libertades individuales y a los derechos civiles. El individuo se disuelve
y se pierde en un conglomerado amorfo al que los marxistas llaman “masa”. El
individuo, como producto específico de la Creación, queda sumergido en
entidades abstractas y supremas como el Estado, la Patria, el Pueblo y el
Partido. Mi vida no me pertenece, le pertenece al Pueblo que me eligió como
líder para conducirlo a la Tierra Prometida. ¿Les parece conocida esta frase
grandilocuente?
Con la noción de cliente sucede algo
similar. El cliente surge y se desarrolla con la expansión del mercado y sus
efectos colaterales: la competencia, la eficiencia, la productividad, el
beneficio, la libertad de escoger. En el marco de un mercado con varios
oferentes que compiten en calidad y precios por atraer los consumidores,
aparece el cliente, quien no es un sujeto obligado a satisfacer sus necesidades
básicas con lo que logra conseguir y que se conforma con lo existente, sino una
persona que exige e impone condiciones; demanda excelencia en los productos y
los servicios. El comunismo acaba con esa concepción sustituyéndola por la de
usuario, con la cual no guarda ninguna relación. El usuario tiene que adaptarse
y conformarse con lo que el Estado le proporciona. La calidad del bien y del
servicio es marginal. Sin libertad de elegir desaparece la posibilidad de
exigir.
En la Venezuela roja ambos procesos
destructivos se desataron. El aniquilamiento de la ciudadanía comienza en 1999.
Las primeras expresiones de esa demolición estuvieron asociadas a la perversión
de los procesos electorales: el ventajismo oficialista, la toma del CNE, la
falta de transparencia de los comicios; luego vinieron el asalto a todas las
instituciones del Estado, la politización de las FAN y la militarización
creciente de la sociedad y el Estado; ya no existe ningún espacio público donde
los uniformados no tengan una presencia ostensible y determinante. La evaporización del cliente ha sido más
reciente y más lenta.
Durante el período 2008-2012, la
importación desmesurada de toda clase de mercancías logró crear la sensación de
bienestar. La extensa variedad de productos que se traían del exterior
garantizaron una amplia oferta. Los venezolanos podían escoger entre marcas y
comparar calidad y precios. Todo formó parte de un espejismo. El panorama cambió
con el declive del ingreso de divisas. La corrupción, el despilfarro, la
regaladera a Cuba y a los socios de la moribunda ALBA, las confiscaciones, las
expropiaciones y todos los demás disparates del comunismo del siglo XXI contra
la propiedad privada, pasaron la factura.
Ahora predomina la escasez y el
desabastecimiento. Mercal y los supermercados del Gobierno han resentido la
carestía. Las penurias propias del comunismo emergieron después de la
borrachera que le produjo al régimen la montaña de dólares que ingresaron
durante un quinquenio. Interminables colas, aislamiento internacional, caída
del fluido eléctrico, ausencia de alimentos esenciales y medicinas, falta de
repuestos para vehículos, son algunos de los innumerables déficits existentes.
El cliente quedó carbonizado.
En el comunismo el virus de la
ineptitud, la corrupción y el desprecio por el ciudadano no carcome solo a los
órganos públicos. Se extiende también a las empresas privadas, nacionales y
extranjeras, que terminan imitando la ineficacia y arrogancia del Estado. En
Venezuela, la mayoría de los servicios que se prestan padecen una insultante
ineficiencia. Vaya a un banco, a una empresa de televisión por suscripción, a
una operadora de teléfonos móviles o viaje por una línea aérea privada, para
que lo compruebe. El síndrome invade a las compañías de aviación
internacionales, donde el abuso asume el rostro de la venganza.
Delta Airline, la poderosa empresa
norteamericana de aviación, está retaliando al gobierno rojo mediante el castigo
a los miles de indefensos clientes que desde hace meses compraron boletos para
volar a USA y desde allí a otras partes del mundo. Violando todas las normas de
la ética, la responsabilidad social y el compromiso con sus pasajeros,
suspendió de forma intempestiva e inconsulta casi todos los vuelos desde y
hacia Venezuela, Se comporta como una empresa dirigida por una banda de
comunistas.
El ciudadano, sea agente político o
cliente, siempre es despreciado por el totalitarismo comunista. Más lamentable
es que algunas empresas privadas acentúen esa dominación.
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