Paulina Gamus JULIO 26, 2014
En Venezuela se corre un
riesgo enorme cuando se trata de desmontar los dogmas que algunos opositores
han adoptado como verdades incuestionables
Desde niños nos educaron en lo
pecaminoso además de inelegante que resulta alegrarse con el mal ajeno. Pero en
el mundo de la política esa conducta es no solo natural sino obligatoria. Si no
fuera porque determinados políticos sufren desprestigio, fracasos y derrotas,
sus adversarios no lograrían desplazarlos y ocupar su lugar. Es por
consiguiente muy lógico, que la oposición venezolana haya celebrado la escasa
concurrencia a las elecciones internas del partido oficialista, PSUV, para la
escogencia de los delegados al Congreso de esa organización. Algunos han
llegado a creer que ese resultado de menos de un millón de votantes en un
universo hipotético de más de 7 millones de militantes inscritos, es una
clarinada, un aviso de la inminente caída del gobierno de Maduro. Así de fácil.
Tres lustros y algo más de seudo
socialismo chavista y ahora batiburrillo madurista, han provocado en los
venezolanos una alienación colectiva que lleva a los militantes y adherentes de
una misma tolda política, a agredirse con mayor saña que la que se dedica a los
opositores. Cuando se procura entender los verdaderos resultados de la elección
interna del PSUV, más allá del número de votantes, es imposible descifrar cuál
de las tendencias canibalescas que se mueven dentro de ese partido, logró una
mayor representación. Las corrientes enfrentadas son casi tantas como
directivos tiene la tolda gobiernera. Hay delegados que responden ciegamente a
Nicolás Maduro y a otros capitostes de la dirección nacional y están los que
fueron colocados a dedo por gobernadores y ministros, entre los cuales hay
parientes, amantes, empleados de confianza y otros especímenes sin curriculum.
¿Cómo ha podido el PSUV evitar una o
varias divisiones si es una suerte de zoológico con fieras capaces de
destruirse entre sí? Los une el instinto de supervivencia: ser desplazados del
poder les significa no solo separase de la ubre que los ha alimentado y
enriquecido todos estos años, sino el fin de la impunidad por los delitos que
muchos de ellos han cometido. Ya ha caído el primero en manos de la Interpol,
solicitado por la justicia de los EEUU. Nada menos que uno de los generales de
mayor confianza de Hugo Chávez, designado por Maduro cónsul en la isla de Aruba
y acusado de vínculos con el narcotráfico y con las FARC.
¿Y la oposición? Podemos compararla
con un nido de escorpiones que rodeados por el fuego virtual de quince años de
luchas sin poder desplazar al chavismo, han terminado por clavarse las ponzoñas
a si mismos. Se corre un riesgo enorme cuando se trata de desmontar los dogmas que
algunos opositores han adoptado como verdades incuestionables. Criticar temas
como la “salida” o la “constituyente”, suele ser un acto de traición a Leopoldo
López injustamente preso, a María Corina Machado en su lucha sin duda heroica y
a los estudiantes que perdieron sus vidas o que continúan prisioneros en las
infames cárceles del país. Es además una indubitable señal de colaboracionismo
con el gobierno.
Quienes propugnaron “la salida” nunca
explicaron de qué se trataba lo que dio rienda suelta a la fantasía colectiva.
Muchos creyeron que con las manifestaciones, barricadas o guarimbas y cierres
de avenidas y calles, el gobierno caía. La “salida” tuvo algunos resultados
positivos, la represión desatada por el gobierno militarizado de Nicolás Maduro
provocó una reacción internacional en su contra. El régimen perdió la máscara
de demócrata y pasó a engrosar la lista de autocracias más deplorables. Cuando
se vio con el agua al cuello, llamo a un diálogo a la misma oposición a la que
siempre despreció como inexistente. Pero pasada la tormenta volvió a sus
andadas.
La convocatoria a una Constituyente
-otro de los dogmas- tiene en su raíz un contrasentido: sus partidarios
comienzan por adversar cualquier salida eleccionaria porque el Consejo Nacional
Electoral es un árbitro parcializado y arrodillado al gobierno de Chávez antes
y al de Maduro ahora. Pero resulta que es a ese árbitro indigno de confianza al
que correspondería revisar y aceptar las firmas que se requieren para la
convocatoria a una constituyente, convocarla y luego contar los votos a favor y
en contra.
Para una buena parte de la Oposición
la bête noire no es Maduro ni alguno de quienes conforman el horrendo gobierno
que ha terminado por llevar a Venezuela al borde del precipicio. La
destinataria de los odios y peores vituperios es la Mesa de la Unidad
Democrática, MUD. La misma que organizó unas impecables primarias en febrero de
2012 y que logró acuerdos complicadísimos para seleccionar por consenso
candidatos a diputados, gobernadores y alcaldes. La que después de casi diez
años de frustraciones y desencuentros, logró unificar a la oposición con el
objetivo principalísimo de derrotar al chavismo. Pero no lo logró y eso ha sido
suficiente para descalificarla y lanzar todo tipo de sospechas o acusaciones
abiertas contra sus directivos. La alienación se vuelve locura digna de
atención psiquiátrica, cuando uno de los más conspicuos detractores de la MUD y
de cualquier salida electoral, dice que el único triunfo de la oposición sobre
Chávez fue la abstención en las elecciones parlamentarias de 2005. La misma que
le permitió a Chávez controlar el 100% de la Asamblea Nacional y apropiarse de
todas las instituciones garantes de la democracia.
Muchos coinciden en que la lejanía de
la elección presidencial hace que cunda la desesperanza y la necesidad de
encontrar chivos expiatorios. ¿Suponía alguien en junio de 2011 cuando Chávez
el imbatible anunció que sufría cáncer, que año y medio después habría un
proceso para elegir al sucesor? ¿En una situación similar, podría tener una
oposición fragmentada y dividida por ambiciones e impaciencias, alguna
posibilidad de derrotar a la mafia que nos gobierna? Menos hipotético y más
realista: en diciembre de 2015 deben realizarse elecciones parlamentarias, ¿no
es de vital importancia contar con una mayoría en la Asamblea Nacional que
pueda ir desmontando el monstruo en que ha sido convertido el Estado
venezolano?
Cuando los opositores capturados por
el pensamiento mágico de una “salida” que en realidad no lleva a ninguna parte
porque ya ni siquiera hay protestas estudiantiles y vecinales, regresen a la
realidad. O cuando los entregados a la ilusión de una constituyente para
refundar la república sin que se hayan molestado en obtener una sola firma con
ese fin, se vuelvan a parar sobre sus dos pies y recuperen la racionalidad que
es parte vital de la verdadera política, estaremos muy cerca y con
posibilidades reales de recuperar la democracia.
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