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miércoles, 23 de julio de 2014

Un ajuste entre lo necesario y lo posible. Jesús A. González


Por Econ. Jesús Alexis González, 21/07/2014

Iniciamos el articulo con una conclusión parcial anticipada: es de obviedad manifiesta que en la actualidad la economía venezolana requiere (nuevamente) de un plan de ajuste medular (PAM) en aras de corregir los desequilibrios macroeconómicos, como una purga que facilite cara al futuro un sano y sostenido crecimiento económico. El PAM ha de entenderse como un conjunto de medidas de política económica (estrategia para procurar el crecimiento económico) emanadas de un previo análisis profundo en el campo de la economía política (táctica traducida en teoría), a la luz de alcanzar distintas finalidades tales como: (1) control de la inflación, (2) reducción del tamaño del Estado, (3) disminución del gasto público, (4) control del déficit fiscal, (5) elevación del ingreso nacional, (6) estímulo a la inversión nacional y extranjera directa, (7) disminución de la deuda pública; y en general la creación de un ambiente de confianza para apuntalar el desenvolvimiento económico en procura del bienestar social.

En tal sentido, un PAM debe integrar tanto medidas estabilizadoras para controlar la demanda como medidas estructurales para afectar positivamente la oferta. En el primer caso (medidas estabilizadoras) se actúa para, principalmente, corregir un déficit fiscal (más gastos que ingresos) que propicia un desequilibrio oferta-demanda de bienes y servicios (con impacto en la elevación de los precios), razón por la cual ha de aplicarse (según la ortodoxia) una drástica reducción de la demanda para ajustar el consumo interno a la capacidad de producción del país. Nos permitimos un alto reflexivo: para el caso venezolano, aun siendo necesario este tipo de ajuste, es prácticamente imposible aplicarlo en el presente habida cuenta que el aparato productivo nacional apenas aporta menos de un 40% de la oferta global. Continuamos. La pretensión de reducir la demanda, es canalizada básicamente mediante instrumentos de política monetaria para restringir la oferta monetaria, incluida muy especialmente la emisión de dinero inorgánico; e igualmente instrumentos de política fiscal en aras de reducir el gasto público, como una estrategia para, no solo contraer la demanda, sino para reducir las importaciones en función de generar excedentes en divisas. Nos permitimos otro alto reflexivo. En la Venezuela actual, aplicar esta política reviste una gran dificultad cuando más del 65% del presupuesto nacional se destina a gastos sociales (principalmente Misiones) y al propio tiempo las importaciones (mayoría del sector público) representan cerca del 60% de la oferta global nacional. Continuamos. De igual modo, por el lado de los ingresos pudieren intentarse reformas al sistema impositivo (actualmente en nuestro país la carga fiscal absorbe cerca del 50% de las ganancias empresariales) como por ejemplo elevar el impuesto sobre la renta a los que más ganan y aplicar un impuesto al consumo suntuario; acciones de poca importancia en la recaudación al corto plazo, circunstancia que puede motivar introducir otras herramientas tales como un aumento del IVA, un impuesto al débito bancario, un impuesto a las transacciones financieras, u otros similares. Otra reflexión. En el marco del facilismo planificador venezolano, permanentemente emerge la tentación de sincerar (aumentar) el precio de la gasolina como un recurso fiscal (de poca cuantificación ante la  ineficiencia del elevado gasto público), acción que en estos momentos nos resulta improcedente e inoportuna ante la cercanía de aplicarse un paquete de medidas económicas. Continuamos. En el segundo caso (medidas estructurales) se aplican políticas para incentivar un aumento en la capacidad de producción como alternativa para alcanzar al mediano plazo un crecimiento económico permanente y sustentable; para lo cual la ortodoxia recomienda una disminución de la presencia del Estado (como empresario y controlador) en aras de liberar la economía de la influencia político-partidista e ideológica, al punto de darle abierta participación a la iniciativa privada. Tal escenario exige como requisito primario la adopción de un tipo de cambio único que fluctué entre bandas; al propio tiempo se hace obligante corregir la sobrevaluación de la moneda lo cual implica devaluar como mecanismo (no fiscal) para inducir que el sistema de precios internos se aproxime al del mercado mundial; todo ello en el marco de un afinado plan contra la inflación.Otra reflexión. Cualquier PAM que se pretenda aplicar en Venezuela, está condicionado en su éxito (o fracaso) al comportamiento de la inflación como requisito para estabilizar la tasa de cambio y así poder flexibilizar el control de cambio, con efecto multiplicador sobre la inversión nacional y extranjera en conjunción con una disminución de la presión para la obtención especulativa de divisas, al igual que para mantener la competitividad de nuestras exportaciones no petroleras (si las hubiere); hasta potencialmente propiciar una variación en la percepción negativa sobre la futura estabilidad económica y política del país.

La situación actual de Venezuela, marcada por la presencia de desequilibrios económicos recurrentes así como por la profundización del rentismo, nos refleja que toda iniciativa de un plan de ajuste (o sacudón)  ha de considerar prioritariamente una unificación cambiaria, en el entendido que la variable económica clave para condicionar el comportamiento de la tasa de cambio es la inflación interna,  lo cual siempre inducirá, para su control, la aplicación de la perversa devaluación en aras de solventar la sobrevaluación de nuestro signo monetario; todo lo cual puede conducirnos a una recesión económica al inicio del plan en razón al conflicto que se suscita entre el control de la inflación y el crecimiento económico, con el consecuente costo social y político. A pesar de ello, no debe prolongarse el tiempo para la toma de decisiones escudándose temporalmente en medidas (improvisadas o no) económicamente populistas. Una acción tardía hará másdifícil corregir los desequilibrios que dificultan el crecimiento económico; situación donde se debe prestar especial atención al malestar social teniendo el debido cuidado de no subestimar la condición explosiva del consumidor venezolano en momentos de angustia.


Econ. Jesús Alexis González

Jagp611@gmail.com

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