Américo Martin 24 de julio de 2014
Antes nos gustaba decir que la derecha
era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la
izquierda”
José Saramago, brillante escritor comunista, ya fallecido
(tomado del correo electrónico)
José Saramago, brillante escritor comunista, ya fallecido
(tomado del correo electrónico)
I
Declaraciones favorables a retomar con
fuerza el camino de la unidad han venido apareciendo en forma auspiciosa en los
últimos días. Destacaré dos al azar, la de Antonio Ledezma empeñado en poner la
unidad en el centro de todos los problemas y la de Henry Ramos Allup postulando
que nada debe quedar fuera de debate en el marco de la unidad, con presencia de
todos los factores de la hora.
Uno y otro reconocen que la MUD, con
sus inevitables limitaciones, es el marco a la mano para facilitar el diálogo
en el seno de la alternativa democrática. Construir órganos unitarios es la
tarea más complicada dentro de su aparente sencillez, porque la disidencia
democrática se ha extendido a todos los rincones del hacer social. No hay
fuente más nutrida de dirigentes nuevos que los que diariamente aparecen en la
acera opositora. En el oficialismo, en cambio, las mismas caras se rotan hasta
el bostezo: del gobierno al partido y del partido al gobierno. No hay sangre
nueva.
¿Por qué ocurre eso?
La respuesta es sencilla como el pan.
No serán muchos ni muy diestros los que se comprometen a defender un modelo de
gobierno honda e inapelablemente fracasado. Sucederá lo contrario con los
críticos de semejante modelo, más si se declaran democráticos. Más allá de
retóricas, decir “democracia” es decir “diversidad, pluralismo”. Muchas opiniones
correspondientes a las variadas corrientes existentes en toda sociedad,
obligadas a dialogar entre ellas y con el otro. Si saben hacerlo, la victoria
la tendrán al alcance de la mano. Si no, será como la piedra de Sísifo, siempre
rodando por la cuesta cuando se creía llegar a la cumbre.
El gobierno tiene por delante la
peliaguda tarea de sacar el país del pantano donde lo ha hundido. Necesita un
programa de ajustes y un paquete más doloroso que todo cuanto se conoció en
Venezuela. Para la oposición debería ser más fácil. Entendiendo sus importantes
y necesarias diferencias, solo cabría unirse en el fundamental objetivo de
propiciar un cambio democrático. Eso buscan todos los pensantes, todos los
perseguidos políticos.
II
Pero los coléricos se molestan cuando
estas supremas causas avanzan y se consagran a impedir el éxito. Los hay allá y
aquí. Maduro –en tratos casi inocultables con el odiado FMI- quisiera dar un
cambio total de rumbo hacia la sensatez, a sabiendas de que por haber arruinado
a Venezuela, el paquete en ciernes debería exigir sacrificios diabólicos que
intensificarán el hervidero social y agrietarán más el edificio del poder.
Marea Socialista y otros grupos son paradójicos.
En el lado positivo luchan contra la
burocracia, el despotismo interno, el “digitalismo”, los sagrados derechos de
elegir, ser elegido y debatir libremente en su partido. Les molesta hasta lo
imposible que el poder convierta la elección de delegados al Congreso del
partido en una vulgar caricatura. Les indigna que 40% de los participantes con
voz y voto sean “natos”, vale decir: diputados, ministros, alcaldes y solo el
resto serían elegidos en una consulta tan cuestionable que pierde todo su
valor. En fin: el poder constituido sometiendo en un puño al pomposo poder
constituyente.
En el lado negativo consideran la
apertura económica y causas políticas como la amnistía y el castigo a los
torturadores como concesiones derechistas y formas de traicionar el legado del
difunto eterno. Cuando son los posibles salvavidas –y solo si funcionan bien,
lo cual no es poco decir- que podría ayudarlos a no desaparecer en el tremedal
de la historia.
Marea Socialista y demás grupos
críticos crecen día a día a horcajadas del enorme descontento nacional, pero
extrañamente van contra el cambio inevitable y se activan ferozmente contra
cualquier posibilidad de avanzar en esa dirección.
III
Algunos coléricos de la oposición
torpedean la unidad precisamente en el momento en que su rival pide oxígeno
porque el agua le llega al cuello. Objetan voluntaria y caprichosamente del
mejor instrumento –el único, pienso- de convertir la alternativa democrática en
protagonista del cambio y deus ex machina de la transición
hacia una Venezuela abierta a todos, incluso al partido actualmente dominante.
¿Por qué diablos, hábiles en suponer
secretas traiciones en los demás, no relacionan la intensificación de los
rumores que corren contra la unidad y la MUD con las tormentas en el cielo del
gobierno? ¿Olvidaron la trama de los laboratorios de guerra sucia y los
asesores foráneos al respecto?
La inocencia se presume, reza un
apotegma del derecho. La culpabilidad hay que demostrarla. Como sabemos, fue el
actual régimen el que impuso lo contrario. La presunción de culpabilidad y el
inmediato castigo sin debido proceso. Podría uno imaginar que la cultura
chavista se ha infiltrado hacia este lado.
Afortunadamente lo líderes de los
principales partidos democráticos (Primero Justicia, AD, Copei, Proyecto
Venezuela, UNT, ABP, Voluntad Popular, Vente Venezuela) han comprendido esta
verdad de a puño y comienzan a presentar propuestas que la materialicen. Esas
ideas serán discutidas en el marco de la unidad, conforme afirman los voceros
más acreditados.
Lo esencial es evitar que los agravios
retóricos o las desconfianzas históricas prevalezcan por sobre la gran causa de
la unidad, el objetivo común reclamado por la doliente Venezuela y por los
presos y perseguidos, los parientes de los asesinados en esta era de violencia
desparramada e impune que une a tirios y troyanos frente a un abismo de muerte.
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