Por Gioconda
San Blas, 24/07/2014
“No podemos permanecer indiferentes a lo que hoy
sucede. El inmenso grado de corrupción que plaga todas las esferas de nuestro
país, la gran cantidad de privilegios con que cuentan algunos, la falta de
castigo a las personas que todos sabemos culpables de haber tomado
indebidamente dineros públicos, las políticas económicas que colocan en
posición deplorable a los venezolanos más sencillos, la venta a consorcios
extranjeros de nuestras empresas fundamentales, la imposibilidad que tiene la
gran mayoría de satisfacer sus necesidades básicas, la ineficiencia del sistema
y de todos los servicios públicos y en fin, el desconocimiento de nuestra
soberanía en todos los terrenos, nos fuerzan a tomar una acción destinada a
reivindicar la democracia”.
¿Estaría de acuerdo con el párrafo anterior para
aplicarlo a la realidad de hoy? ¡Claro que sí! ¿Lo suscribiría usted, apreciado
lector? ¿De quién cree que es su autoría? No es de líderes del momento ni es de
hoy. Es de febrero de 1992, tomado de la incendiaria proclama con que un grupo
de militares felones pretendieron justificar el inconstitucional acto de dar un
golpe de estado e intentar un magnicidio contra el entonces presidente
democráticamente electo y en funciones. Aquellos frustrados golpistas de
entonces son los mismos que desde hace 15 años mal gobiernan al país, bajo la
premisa de que resolverían los problemas denunciados entonces.
La rabia nos invade cuando miramos a nuestro
alrededor y vemos el inmenso grado de corrupción que
plaga todas las esferas de nuestro país: hospitales por los que se han pagado enormes sumas
y comisiones en obras para su rehabilitación, sin que los pacientes disfruten
ahora de mejores servicios hospitalarios; sobreprecios en importación de
alimentos; US$ 25 mil millones esfumados de las arcas de la nación a través de
CADIVI, sin que hasta ahora haya ninguna averiguación por parte de la Fiscalía;
la por demás evidente dilapidación de US$ 1 millón de millones, ingresados al
país por concepto de petróleo, como maná del cielo, sin que el país se haya
beneficiado en infraestructura, salud, educación, ciencia y tecnología,
agricultura, que hoy lucen destartaladas.
De nada han servido las innumerables denuncias
debidamente documentadas que siempre desembocan en la falta de castigo a las personas que todos
sabemos culpables de haber tomado indebidamente dineros públicos. Así, los
denunciantes acaban denunciados y no les queda más remedio que llevar el
registro de las fechorías en tribunales internacionales; el TSJ convertido en
alcahuete de una justicia servil a los designios de los amos del poder, al
punto de que antiguos magistrados, llevados por no sé qué acto de contrición,
ellos mismos culpables de corrupción, tratan de lavar sus culpas denunciando
tales manejos, sin que nada sea investigado, a conciencia de que pronto serán
noticia de ayer, porque un nuevo escándalo sacudirá el nuevo día.
Yo protesto por la gran
cantidad de privilegios con que cuentan algunos. El inconstitucional nepotismo es moneda corriente
del régimen; numerosos miembros de las familias cercanas a los poderosos usan
para disfrute privado los dineros, carros, aviones, propiedades, personal de
seguridad, que pertenecen a la nación, a la vez que ocupan altos cargos en la
administración pública; el hijo del presidente, de 23 años y sin experiencia
profesional, es nombrado director de la nueva Escuela Nacional de Arte; las
hijas del difunto expresidente, decididas a prolongar una ilegítima herencia
monárquica, rehúsan desalojar La Casona, residencia oficial del presidente en
ejercicio, cónyuge e hijos menores, sin que el propio presidente pareciera
tener poder para expulsarlas. Todos en una orgía de echar mano y disfrutar de
la hacienda nacional como si fuese su peculio personal, sintiéndose
invulnerables, en el mejor estilo de los grandes sátrapas que en el mundo han
sido.
Todo esto a costa de la miseria de nuestro pueblo
que agobiados por las injusticias de los años 90, se ilusionaron con la
esperanza de un mundo mejor para sí y los suyos. Es así que hoy las políticas económicas que colocan en posición
deplorable a los venezolanos más sencillos, la imposibilidad que tiene la gran
mayoría de satisfacer sus necesidades básicas nos han conducido a las puertas de una crisis sin
precedentes en décadas. El INE reconoce el aumento en los niveles de pobreza de
21,2% (2012) a 27,3% (2013), de 1,5 a 1,9 millones de hogares, con el trasfondo
de un millón de millones de dólares ingresados a las arcas en 15 años,
dilapidados en delirios y corrupción. La canasta familiar básica, según el
Cendas, está en junio de 2014 en Bs. 20.560, es decir, 4,8 salarios mínimos,
con una variación anualizada de 77,4%, lo cual se traduce en Bs. 8.972,21
adicionales, monto superior a dos salarios mínimos, y una inflación de las más
altas del mundo, que considerada desde 1999 hasta hoy ronda 2.300%. De la
fuerza de trabajo del país, 8 millones de personas sufren por causa de
desempleo, subempleo o trabajo precario, una tasa de desempleo rayana en 14%.
Con tres devaluaciones de la moneda en el último año (solo la del SICAD II
equivale a casi 700%) y una cuarta en puertas, el poder adquisitivo del bolívar
se ha esfumado, somos más pobres que nunca. No hay cómo salir del atolladero en
que se encuentra la economía sin que medie una devaluación significativa del
bolívar. Un modelo económico fracasado que ni siquiera a US$ 100 por barril de
petróleo le permite sobrevivir.
También protesto la venta a
consorcios extranjeros de nuestras empresas fundamentales como por ejemplo los 32 convenios operativos
suscritos por el estado venezolano con empresas transnacionales en 2006, con lo
que las empresas extranjeras pasaron a ser socias del negocio en territorio
venezolano. Según Chevron, su beneficio es de $ 6 millones diarios en los
yacimientos controlados por ella, negocios en la plataforma deltana, la faja
del Orinoco o el proyecto “Prospección Geológica Nacional de Venezuela”, a
cumplirse en 5 años, a partir de un acuerdo marco firmado a espaldas del país y
de la Asamblea Nacional el 24/2/12 en Caracas, entre CITIC Construcción Co.
Ltd, empresa estatal china, y el Ministerio de Petróleo y Minería. No quedará
pepita de oro ni veta de hierro, plata o coltán sin inventario, a los fines de
exprimir al máximo al país traicionado por el régimen.
Pero la entrega de nuestro país a China, es sólo un
aspecto del desconocimiento de nuestra soberanía en todos los
terrenos. Con los 38 acuerdos suscritos
esta semana, la participación china abarca 15 sectores estratégicos: petróleo,
agro, vivienda, industria, finanzas, servicios, electricidad, minería,
transporte, telecomunicaciones, seguridad y defensa, tecnología, transporte,
ambiente e infraestructura, en los que los chinos buscan producir materias
primas que alimenten su crecimiento industrial, sin que ello redunde en
formación de recursos humanos locales ni aprovechamiento de mano de obra local.
En siete años se han firmado préstamos por 56 millardos de dólares, más que
duplicando las magras reservas internacionales de Venezuela, enflaquecidas por
el asalto de quienes las han usado a discreción como fortunas propias. Un Fondo
Chino inauditable, administrado formalmente por Bandes, pero discrecionalmente
por el régimen, en obras que finalmente no se ven porque los apagones siguen,
el sistema vial del país está ruinoso, las viviendas apenas se construyen y la
agricultura no produce. Hemos sido entregados a China.
Según Américo De Grazia, diputado por el estado
Bolívar, China opera de hecho en la Ferrominera, canalizaciones del Orinoco y
las Minas de la Cristina/Oro, las más ricas de Venezuela y 6ª del mundo; China
exige anular toda contratación colectiva de las empresas CVG y su entrega a la
China Minmetals Corporation, así como la reducción del 40% de la nómina de
trabajadores, lo que ha derivado en la descalificación de Diosdado Cabello, presidente
de la AN, al contrato
colectivo de Sidor. Nada más apropiado, entonces, que
el regalo que el presidente chino Xi Jinping obsequió a Diosdado: ¡un jarrón
chino!
El desconocimiento de nuestra soberanía en todos
los terrenos tiene además otras dos facetas.
Una de ellas, territorial. La reclamación del Esequibo y la defensa de nuestros
derechos en la fachada atlántica del Delta del Orinoco han sido dos temas a los
que el régimen, por negociados geopolíticos con el Caricom, no les ha prestado
la debida atención, acercándose de hecho a una entrega de nuestro territorio.
Guyana ha presentado unilateralmente a la comunidad internacional una línea de
delimitación de áreas marinas y submarinas entre la zona en reclamación y el
estado Delta Amacuro orientada hacia occidente, que le cercena a Venezuela
centenares de miles de kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva,
cerrándole además la libre salida al Atlántico. Venezuela debe afirmar
públicamente que la salida libre al Atlántico no es negociable y la Armada debe
continuar su tradicional patrullaje en la zona. Permitirle a Guyana, por
razones políticas e ideológicas, que avance en esta materia constituiría una
gravísima amputación de nuestra fachada Atlántica, además de reconocer que la
Zona en Reclamación pasaría a ser de ellos. Hasta ahora nada de esto se ha
hecho, cayéndose en el peligroso terreno de la aquiescencia, que en lenguaje
diplomático significa consentimiento por la vía de los hechos.
El otro aspecto del desconocimiento
de nuestra soberanía en todos los terrenos, insoslayable para cualquiera que toque el tema y
se conduela de nuestros problemas soberanos, es el referente a nuestra
soberanía como nación republicana y la cesión que de ella ha hecho el gobierno
de Venezuela al régimen oprobioso de los hermanos Castro en Cuba. Lo que se ha
llamado “la invasión consentida”: cerca de 70 mil cubanos pasando como médicos,
terapeutas, técnicos de deportes, militares con funciones directoras en
despachos, registros, notarías, en los servicios de inteligencia y hasta un
economista cubano, Orlando Borrego, cuya única credencial es haber sido
estrecho colaborador del Che Guevara (más en dar rienda suelta a sus instintos
asesinos en “La Cabaña” que en manejar con éxito la ruinosa economía cubana),
traído por el régimen (el cubano-venezolano, que ya es uno solo) para ayudar a
profundizar el modelo cubano en su nueva provincia venezolana.
Para el régimen, Venezuela nació en 1999, antes no
había nación. Tal vez por eso le es tan fácil traicionarla. Nos tocará a
nosotros reivindicar la democracia traicionada por quienes la usaron como excusa hace
22 años para levantarse en armas.
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