ALFREDO MEZA Caracas 20 JUL 2014
Las diferencias se abren
paso entre los adversarios del chavismo, incapaces de tomar la iniciativa
política o de capitalizar la fractura del oficialismo
La oposición al Gobierno de Venezuela
está en horas bajas. Su iniciativa política ha quedado casi liquidada después
de que un ala de la Mesa de la Unidad (MUD), la coalición que agrupa a los
principales partidos políticos contrarios al régimen, tomara la calle para
cesar al presidente, Nicolás Maduro, y fracasara en su esfuerzo. Salvo en el
Estado Táchira, al occidente del país, donde ocurren espaciados ataques de grupos
anárquicos contra instalaciones oficiales, el Gobierno ha logrado extinguir las
protestas —que
causaron 42 muertos y cientos de heridos y detenidos en cuatro meses— y
condenar a sus adversarios a replantearse su forma de hacer oposición cuando no
asoman elecciones a corto plazo.
En las últimas semanas ha
estallado una polémica en torno a la estrategia adecuada para alcanzar
el poder entre tres grupos claramente diferenciados. Uno lo encabeza el
coordinador nacional de Voluntad Popular, Leopoldo
López, quien desde la cárcel ha
ordenado a su partido trabajar por la convocatoria a una asamblea nacional
constituyente para refundar el país. Según sus detractores de las otras
organizaciones, esto tendría una consecuencia. Se necesita una lista con el 15%
del padrón electoral para convocarla. Entre los venezolanos está muy presente
temor a reeditar experiencias como la de la lista Tascón, bautizada así por el
parlamentario chavista que hace una década obtuvo los nombres de cuantos
solicitaron un referéndum revocatorio contra el presidente Hugo Chávez para
elaborar un listado que se consultaba para negar empleo o contratar con el
Estado venezolano.
El segundo grupo lo encabeza la
exparlamentaria María Corina
Machado, quien está recorriendo el país para tratar de aglutinar a su
alrededor la sociedad civil opositora no identificada con los partidos
políticos. Aprovechando la inminente celebración del congreso ideológico del
Partido Socialista Unido de Venezuela a partir del 26 de julio, Machado piensa
convocar en agosto un evento similar pero con ciudadanos contrarios al régimen.
Ese congreso de ciudadanos ha sido su
gran desvelo tras ser defenestrada de su escaño por una orden administrativa
del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, pero también porque se le han ido cerrando las puertas a su agenda
política. Un tribunal le ha prohibido salir del país mientras la investiga por
instigar los eventos que derivaron en la violenta manifestación del 12 de
febrero, cuando estallaron las protestas contra el Gobierno. No ha sido
necesario encarcelarla como a López. Para el chavismo es más efectivo impedir
que elabore un perfil represor del Gobierno en sus constantes giras
internacionales.
La tercera ala la encabeza el
excandidato presidencial Henrique
Capriles Radonski, quien, al igual que la jerarquía de la MUD, es
partidario de acumular fuerzas a partir del descontento con la pavorosa
situación económica local para
convertirse en mayoría en las próximas citas electorales. El problema de
esta estrategia es el tiempo que falta para que los venezolanos vuelvan a las
urnas —se prevén parlamentarias en septiembre de 2015— y la desconfianza en las
instituciones que responden a pie juntillas a los dictados del chavismo.
No es inminente la división de las
fuerzas opositoras, pero el fracaso del movimiento encabezado por López y
Machado ha descorrido el velo que mantenía contenidas las diferencias. La más
reciente desavenencia ocurrió hace algunos días. En un programa humorístico el
subsecretario de la MUD, Ramón José Medina, dijo que la alianza no tenía plan
alguno para sacar a López de la cárcel porque él mismo había ideado el plan que
lo llevó a prisión. Aunque Medina pidió disculpas aduciendo que había hecho un mal
chiste, el partido Voluntad Popular ha exigido su renuncia.
Hoy el debate no está centrado en las
propuestas para cambiar el Gobierno, sino en las diferencias de la MUD y en la
falta de una estrategia común para enfrentar al chavismo. Entre los analistas
existe la sensación de que la oposición no ha sabido capitalizar en beneficio
propio las
hondas diferencias en la troika gobernante, reveladas en un artículo publicado
por un mentor de Hugo Chávez, el histórico ministro de planificación de la
era bolivariana Jorge Giordani. Como el resto del país, la oposición asiste
perpleja, sin reacción, a la primera gran crisis del Gobierno tras la muerte de
Hugo Chávez hace 16 meses. Ese inmovilismo es muy palpable en la Asamblea
Nacional, reducida a una simple caja de resonancia del Ejecutivo, pero que
también ha sido descuidada por la oposición como principal foro político del
país.
La oposición en Venezuela es un
entusiasmo electoral o agitación de calle. Ninguna de las dos opciones está en
la agenda ahora y esa imposibilidad la ha condenado en estas últimas semanas
casi al papel de actores de cine mudo. “La oposición venezolana no está en
retirada”, aseguró hace algunos días el secretario ejecutivo de la MUD, Ramón
Guillermo Aveledo, en una gira de una semana por las principales capitales de
Europa. Tiene, sí, un cartel colgado que dice “en revisión”.
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