Américo Martín 30 de julio de 2015
Lasciate ogni speranza
Dante
Los cada vez más nerviosos acreedores
internacionales de Venezuela, angustiados por el temor a un default, tienden a
buscar las soluciones más simples en el más reducido de los plazos. Tenemos
todos a la vista el macabro ejemplo de Grecia y su posible repetición en
Venezuela, pero la fatalidad parece invencible. El proyecto de tercer rescate
griego tiene ese grueso defecto y por lo tanto lo único que quizá pueda lograr
es la ruina del enfermo en modo tal que ya no pueda respirar y por lo tanto
tampoco esté en capacidad de seguir pagando. Si con el auxilio financiero que
recibirá, Grecia no puede crecer, sencillamente se habrá colocado frente a la
gruta del infierno, debajo de la leyenda dantesca: “Abandonad toda esperanza
los que entréis aquí”
Pero como la deuda impaga no sirve a los
acreedores ni a los deudores, es posible que estos términos extremos sean más
adelante modificados para que ambas partes puedan salvarse in extremis.
Mientras tanto, los griegos, probablemente el pueblo más sabio de la antigüedad
y padre de la cultura occidental, está sufriendo una tragedia espantosa
parecida a la de las pobres almas crepitantes en los nueve primeros círculos de
la Divina Comedia.
¿Es culpable la Troika de causar la
tragedia helénica? ¿Son culpables las transnacionales de varios imperios de la
ruina de Venezuela?
Educados en la teoría de la inocencia de
nuestros gobiernos, sedicentes víctimas de la codicia imperial, el lenguaje
oficialista arroja la responsabilidad moral del desastre de Grecia y Venezuela,
sobre quienes pusieron su dinero a financiar las locuras irresponsables,
criminales, demagógicas desplegadas en nombre de la revolución aquí, y del
“estado de bienestar” allá.
Usaron esos aportes para enriquecerse de
la manera más escandalosa y quieren hacernos creer que la diabólica inflación,
el desabastecimiento, la paralización de la economía, el endeudamiento manchado
de comisiones, el agotamiento de las reservas internacionales, la degradación
de la industria petrolera, todo eso en fin, proviene de una misteriosa “guerra
económica” que Maduro denuncia a voz en cuello y Diosdado confirma con su mazo
de Trucutú.
Maduro llamó a seguir el ejemplo de
Alexis Tsipras cuando éste respondió con un NO al recetario de la Troika.
¡Asombro general: 48 horas después de derrotar al SI, dio una voltereta de 180%
para respaldarlo! Desvergüenza semejante es el homenaje del vicio a la virtud.
El gobierno madurista hace lo indecible
para no ser derrotado el 6D, pero los acreedores imperiales saben que echará
las fábulas a un lado y negociará con la misma “firmeza” que lo hace Tsipras.
Varias transnacionales se inclinan a
creer que la MUD tratará de reestructurar la deuda y eso no sería mejor que
pagarla de un tirón, como esperan de Maduro. En su ánimo está el recuerdo de la
crítica de Haussman. ¿La recuerdan? Ricardo comentó que para honrar a los
banqueros internacionales, Maduro condenaba a sus compatriotas. Les pagaba a
aquellos con dinero de los pasivos impagos de estos. ¡Y que viva Venezuela
socialista!
Este patriotismo de hojalata, este oro
que es oropel, perderá la partida aunque los más codiciosos entre los
codiciosos foráneos confíen en su docilidad realista, protegida por la
hegemonía mediática.
Bajo la conducción de sus especialistas
más experimentados la oposición honrará la deuda sin comprometer el
crecimiento. Para salir indemne del averno, demostrará que sabe y puede
gobernar como es debido.
De la dulce mano de la bella Beatriz,
por supuesto.
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