Por Guru Huky
Desde
hace años voy siguiendo cómo, en especial, en Latinoamérica, muchos políticos
hace de los subsidios a los combustibles y en especial a la gasolina, una de
sus principales banderas políticas. Ecuador y Venezuela son dos de los países
donde los precios de la gasolina se encuentras fuertemente subsidiados. Bajo la
creencia populista de que este subsidio a la gasolina es una ayuda a las clases
más desfavorecidas de esos países, la realidad es que los subsidios a la
gasolina son en el fondo una rebaja impositiva a la clase media y alta de estos
países que son lo que más se benefician de este tipo subsidios y que son
los que más consumen este tipo de combustibles.
La situación se agrava aún
mucho más si tenemos en cuenta el dinero que pierden estos Estados subsidiando
los combustibles. En Venezuela se
estima que subsidiar la gasolina que es casi gratuita tiene un coste anual de $12.500 millones y en Ecuador tiene un coste anual para las arcas
públicas de $3.800 millones. No hace falta ser un lince para
darse cuenta que si lo que quieres es ayudar a la población más desfavorecida
sería mucho más efectivo retirar ese subsidio a los combustibles y dar ayudas
directas a la población más pobre.
Os
dejamos un interesante estudio elaborado por La Caixa Research donde nos
explica la perversidad de los subsidios a los combustibles:
Este
año muchos países emergentes se enfrentan a la difícil tarea de equilibrar su
cuadro económico en un entorno poco favorable. En general, el crecimiento se
está desacelerando en los principales países en vías de desarrollo y, además,
se espera que las condiciones financieras se endurezcan en los próximos
trimestres cuando la Reserva Federal empiece a normalizar la política
monetaria. En este contexto, la caída del precio del petróleo, y de muchas
otras materias primas energéticas, allana el camino para la reducción de los
subsidios energéticos.
La
concesión de subsidios energéticos es una praxis generalizada en las economías
emergentes que ejerce una presión importante en las finanzas públicas, hasta
tal punto que su coste fiscal directo asciende al 0,7% del PIB mundial y supera
el 5% del PIB en algunos países. A continuación analizamos su lógica y su
importancia desde un punto de vista geográfico.
La
implementación de los subsidios energéticos se suele justificar con dos
razones.
Primero,
facilitar a la población más pobre el acceso a servicios básicos como la
electricidad o la calefacción.
Segundo,
apoyar la industria local, sufragando el Estado parte de los costes
energéticos.
No es
de extrañar, entonces, que sea una práctica habitual en las economías en vías
de desarrollo. Sin embargo, aunque la motivación inicial de los subsidios
energéticos pueda ser bienintencionada, en muchos casos son fuente de
ineficiencias y, paradójicamente, de injusticia social.
Desde
el punto de vista medioambiental, en general se incentiva el consumo de la
energía que produce la industria local, aunque sea altamente contaminante. En
el ámbito social, al tratarse normalmente de subsidios sobre el precio de un
bien, que no se focalizan en un grupo social, resultan muy ineficientes: se
incurre en un coste fiscal muy elevado para el provecho que acostumbra a
suponer para las personas que realmente lo necesitan. De hecho, en muchos casos
no benefician a los consumidores más pobres y vulnerables.
A modo
de ejemplo, un estudio de las Naciones Unidas del subsidio de gas licuado de
petróleo en la India (usado principalmente para cocinar y para calentar los
hogares) constató que menos de un 25% se destina a las zonas rurales, que no
solo concentran la mayor parte de la población del país (un 70%), sino también
el mayor número de pobres.
La
mayoría de países emergentes destinan muchos recursos a los subsidios
energéticos, a pesar de ser poco efectivos. De hecho, el coste fiscal es
especialmente elevado si se tiene en cuenta el coste medioambiental que
generan.
Según
un estudio reciente del FMI, si se retirasen los subsidios al precio de la
energía, el ahorro para las arcas públicas ascendería al 4% del PIB mundial.
Por regiones, Asia emergente y la MENAP son dos de las zonas donde el beneficio
fiscal sería mayor, de alrededor del 10% del PIB.
En los
últimos años los subsidios energéticos han empezado a recortarse en algunas de
las principales economías emergentes. El caso más notorio es el de la India,
que en 2013 inició un programa de reducción, lenta pero progresiva, de este
tipo de prestaciones. Al país asiático le han sucedido otras grandes economías
como Indonesia, Egipto y Malasia. Visto el ahorro que la eliminación de estos
subsidios puede suponer para las arcas públicas, este cambio de tendencia
invita al optimismo.
Ahora
el reto es invertir el ahorro en recursos públicos para proteger a la población
más necesitada de forma más eficiente, consolidar el cambio de política
energética cuando el precio de la energía se normalice y mantener un cuadro
macroeconómico más equilibrado.
Informe La Caixa Research
Mirad
ahora la gran diferencia entre los precios de la gasolina en los diferentes
países de Latinoamérica:
Y
comparadlo con el precio que tiene la gasolina en un país desarrollado y rico
en petróleo cómo es Noruega. Los noruegos han entendido perfectamente que es
mucho más eficiente que el Estado grave con impuestos el consumo de gasolina,
tanto desde el punto de vista medioambiental cómo el social y destinar esos
recursos generados a facilitar sanidad y educación gratuita de calidad.
En
Latinoamérica, sistemáticamente, los países que producen petróleo se han
dedicarlo a “regalarlo” a sus ciudadanos. Un regalo que desde el punto de vista
medioambiental es un desastre y desde el punto de vista social es sobretodo
una reducción de impuestos a los ciudadanos más ricos.
Incluso
en los países de la zona que mantienen los precios relativamente elevados
comparados con los de sus vecinos, cómo puede ser el caso de Colombia, no
faltan los políticos que montan campañas populistas para exigir un precio de la
gasolina más bajo mientras la sanidad y la educación pública de calidad son
totalmente deficientes. gurusblog.com
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