Por Gustavo Yepes,
20/07/2015
Yo tengo dos
vecinas, nos comentaba un participante del curso Gestión del tiempo, que
son completamente diferentes en cuanto a la forma de organizarse. Una de ellas
se levanta todos los días a las 5 de la mañana y desde ese momento se acaba la
paz en el vecindario. Despierta a los niños, comienza a hacerles el desayuno,
les insiste para que se preparen para ir al colegio, apura al esposo, prende la
lavadora, saca la basura; en fin, intenta hacer muchas cosas al mismo tiempo y
en más de una ocasión los niños no están listos cuando llega el transporte
escolar, por lo cual el esposo tiene que salir corriendo para llevarlos en su
vehículo a riesgo de llegar tarde a su trabajo. La otra, por su parte, se
levanta una hora más tarde y se enfoca en preparar a los niños para que estén
listos y desayunados cuando llegue el transporte, lo cual logra sin ajetrearse
demasiado. Luego, se dedica a sus otros deberes hogareños.
El grupo de
participantes concluyó en que esta situación se presenta muy
frecuentemente en sus sitios de trabajo. Existen personas que son pura
actividad y logran pocos resultados. Otros, por su parte, con mucho menos
esfuerzo logran más resultados, ¿Cuál es la diferencia? Los primeros se enfocan
en sus actividades, son reactivos, y actúan sin pensar en las consecuencias de
sus acciones. Los otros, por su parte, son proactivos, deciden cuál actividad
contribuye al logro de resultados, y se enfocan en ella. Una vez terminan con
esta actividad, repiten el proceso.
Todo aquel que
quiera hacer un buen uso de su tiempo debe ser proactivo. Debe decidir primero
cuáles actividades contribuyen al logro de resultados y luego dedicarle tiempo
de calidad a esas actividades. Cuando se presenten dudas, es conveniente
preguntarse, ¿esta actividad contribuye al logro de mis objetivos? Si la
respuesta es NO, deberíamos apartarla y concentrarnos en otra actividad que SI
contribuya.
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