Por Tamara Suju Roa,
28/07/2015
Esta peculiar
edificación empezó a construirse en 1956 bajo el gobierno de Marcos Pérez
Jiménez. Fue concebida para ser un gran centro comercial y de exposición, con
hotel 5 estrellas, parque, club de propietarios y palacio de espectáculos. La
obra se paralizó en 1961 por falta de presupuesto, y a partir de 1984 se fueron
instalando algunos organismos del Estado, siendo el más importante la antigua
Disip (Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención) que hoy se
llama Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional).
En los últimos 16
años, no sólo ha sido sede de la policía política sino que ha servido como
mazmorra de muchos presos políticos, como Iván Simonovis, uno de los primeros
en llegar, Henrique Capriles, Oswaldo Álvarez Paz, Nelson Mezerhane, el
banquero Eligio Cedeño, Alejandro Peña Esclusa, el Gral. Antonio Rivero, Ana
María Abreu de San Miguel, el abogado Luis Rodríguez Villamizar y otros tantos
hasta el día de hoy, sumando en esta lista a estudiantes y jóvenes
manifestantes, extranjeros, chavistas venidos a menos y militares.
Algunas mejoras se
las han hecho los propios presos con medios económicos, al lugar destinado para
los “aprehendidos”. Recuerdo que en los primeros seis meses de reclusión de
Simonovis, la sala donde los presos recibían a las visitas tenía sólo unos
bancos de cemento y las ratas y cucarachas se paseaban por el lugar formando
parte de la “decoración”, no existía ningún tipo de ventilación y mucho menos
luz natural, y había ese olor peculiar a moho y a encierro, propio de aquellos
lugares que nunca se ventilan. En estas condiciones pasaron muchos meses y años
los comisarios presos por el 11 de abril, los Guevara, quienes aún continúan
encerrados en las mismas celdas y otros presos, como Raúl Díaz, el Gral. Felipe
Rodríguez, Silvio Mérida, entre otros, hasta que el Sistema Interamericano de
Protección de DDHH se cansó de emitir resoluciones y recomendaciones sobre las
condiciones de reclusión, el acceso al aire natural y la luz solar y además
como dije antes, se sumaron algunas “mejoras” que lograron hacer los propios
presos en dichas instalaciones: Una sala decente donde recibir a las esposas y
los hijos, aires acondicionados que ahora funcionan a medias o no funcionan,
baños con la loza limpia.
Pero, la historia
oscura del Helicoide está detrás de las paredes donde los presos han sido
torturados física, psicológica y emocionalmente por los hombres del llamado
socialismo del siglo XXI. La familia de Juan Carlos Sánchez por ejemplo,
todavía espera justicia. Testimonios como el de Juan Guevara en los tribunales
el día de su declaración, dan fe de que Juan Carlos Sánchez fue terriblemente
torturado en el Helicoide, y que tenía laceraciones en los riñones, pulmones e
hígado, las cuencas de los ojos y las muñecas moradas por las amarras, cuando
su familia fue a buscarlo en la morgue de Barquisimeto. Juan Guevara lo escuchó
gritar y quejarse, mientras él mismo era torturado en los calabozos del
Helicoide. Según las investigaciones llevadas a cabo por periodistas y
familiares, Juan Carlos Sánchez fue torturado por días en este lugar y al
presuntamente fallecer por asfixia, los organismos de seguridad fingieron un
enfrentamiento en Barquisimeto, en un hotel. Algún día se sabrá la verdad sobre
su muerte.
La falta de
atención médica oportuna produjeron el cáncer de próstata que hoy sufre Lázaro
Forero y las patologías por las cuales se le concedió medida humanitaria a
Henry Vivas después de tantos años. Imaginen ustedes el dolor de sus
familiares, la impotencia que pudieron haber sentido al saber que si no es por
la intensa denuncia y la intervención de organizaciones internacionales y la
opinión pública, la falta de atención médica a estos presos políticos pudo
haberlos llevado a la tumba. La última denuncia formalizada sobre torturas
físicas en el Helicoide, fue la que hizo Gerardo Carrero a través de su familia
el 25 de agosto del año pasado, responsabilizando al Director de
Investigaciones estratégicas, Carlos Calderón. Antes de Carrero, el joven Raúl
Ayala, detenido el 12 de Febrero del 2014, denunció en tribunales, como fue
sometido a más de 30 descargas eléctricas en todo su cuerpo, incluyendo su
cabeza, a la que también envolvieron en una bolsa plástica mientras lo
golpeaban. De los hermanos Guevara y Juan Carlos Sánchez en el 2004 a éstos
jóvenes sometidos a las mismas torturas el año pasado, han transcurrido once
años. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Y seguirán siendo los mismos
funcionarios, a la orden del mismo jefe? ¿Dónde están los investigados y
detenidos, Sra. Fiscal?
Ahora bien, son muy
pocas las personas que tienen acceso al Helicoide. Incluso, a la defensoría
pública le han impedido el paso alguna vez. Llegará el día en que los muros
hablen y los venezolanos conozcamos todo lo que ahí ha sucedido durante estos
16 años de oscurantismo judicial. Yo no sé si el propio Ministerio Público
conoce realmente cual es la situación que se vive actualmente en este lugar y
cuantos detenidos hay en las mazmorras del Sebin. Aunque algunos fiscales
emblemáticos y la propia Ministro de Asuntos Penitenciarios se hayan paseado
por el sitio, quisiera uno tener la duda de que a ellos también se les ocultan
realidades. Se habla hasta de maltratos por alcoholismo en alguno de los jefes.
Por ejemplo, ¿por qué no se ha cumplido la orden de traslado de los dos menores
de edad que están en estas instalaciones? El hacinamiento existente es la
excusa que permite que a varios detenidos los aten por los pies a una columna o
los amarren debajo de unas escaleras. Según un patriota cooperante que también
los hay del lado de los justos, en el Sebin hay un grupo de militares activos
que abultan la población penal, aunque en la cárcel militar de Ramo Verde, en
el edificio donde tienen a Leopoldo López por ejemplo, hay espacio de sobra
para ellos. ¿Qué los diferencia? Hay un grupo de extranjeros cuyos casos están
en el limbo jurídico esperando su deportación. Esta edificación no guarda ni un
vestigio de lo que son los estándares mínimos internacionales para el
tratamiento de los reclusos. Es más, ni siquiera está considerado como Centro
Penitenciario, por lo tanto, quienes ahí permanecen durante años no pueden
redimir sus penas tal y como manda el Código Orgánico Procesal Penal.
La Rotunda tiene
varias reproducciones, y una de ellas es El Helicoide. Como en cada historia
que se cuenta cuando caen las tiranías, quienes sobreviven al encierro
político, tienen el derecho y el deber de contar a las generaciones venideras
su historia para que no se vuelva a repetir, aunque parece que esto es casi
inevitable, sobre todo en el continente latinoamericano. Detrás de esos muros
de concreto, allá en la Roca Tarpeya, se callan por ahora, los gritos de
múltiples víctimas de las más graves violaciones de los Derechos humanos del
Socialismo del Siglo XXI.
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