Por Juan Leopoldo Martínez,
11/07/2015
Recientemente tuve
la oportunidad de estar en 2 eventos donde se reflexionó sobre el país, uno
político y uno de la sociedad civil. En ambos se notó la misma preocupación, no
precisamente sobre la crisis que estamos viviendo sino de lo que seremos después
de superada esta etapa oscura de nuestra historia republicana.
Por un lado, la
gran pregunta se basó en el modelo. En Venezuela se ha experimentado con la
siguiente cronología, ensayos democráticos, dictadura de derecha,
socialdemocracia, la democracia cristiana y el socialismo. Básicamente nuestro
país ha sido sede de las más conocidas formas de gobierno de la sociedad
moderna pero todos, absolutamente todos, se han basado en lo mismo… la economía
de puertos basada en el petróleo.
Todos los gobiernos
del siglo XX en el país se apoyaron de la riqueza petrolera para crear una
sensación de crecimiento que progresivamente fue desmejorando ante el monstruo
de la corrupción y ante la falta de proyección, de planificación, de “sembrar
el petróleo”.
Entonces la otra
gran pregunta que surgió de los mencionados eventos que inmediatamente mezcle
con lo anterior. ¿Cómo será el venezolano del futuro? Esta es una de las
cuestiones claves de la crisis que se vive en la actualidad, porque demostrará
en el mediano y largo plazo qué fue lo que aprendimos como sociedad de los
malos tiempos.
Situaciones
similares a la que se está dando en Venezuela ya han pasado en varios lugares
del mundo con sus características propias obviamente. Vale mencionar ejemplos
como Chile y Alemania Oriental, que después de complejas situaciones son
modelos a seguir por los progresos económicos y sociales que han alcanzado
después del caos que vivieron. Pero también pasó en Zimbabue y no han sido
precisamente buenas noticias las que se conocen del país africano.
¿Dónde se ubicará
Venezuela en el futuro? El lugar que ocuparemos primeramente dependerá del
aprendizaje que como ciudadanos obtengamos de la crisis. Por otra parte, la
necesidad de repensar al país es evidente y nuestra historia nos ha demostrado
que el problema no ha sido el modelo sino la forma en la que es aplicado
(sectarismo) y el modo en que son gestionados los recursos (corrupción),
paradigmas con los que hay que romper y aprovechar el caos para edificar una
nación de la cual todos los ciudadanos estemos orgullosos.
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