Leonardo Fernández 27 de julio de 2015
Para el venezolano el simple hecho de
alimentarse se ha vuelto un proceso tortuoso. A la par que la inflación crece y
logra que algunos rubros multipliquen 7 veces su precio en pocos meses, la
escasez de productos regulados se eleva, y la capacidad de compra del
venezolano va e picada; todo esto se conjuga para que los hábitos alimenticios
de nuestros ciudadanos estén cambiando.
Uno de los logros de los que se jactaba
el gobierno, aumentar el consumo de calorías y de proteínas diarias en la dieta
del venezolano, se ha desvanecido. En un país donde 2 kilos de carne y 1 de
queso representa la quincena completa de un trabajador, el consumo de proteínas
se ha vuelto casi un lujo para los ciudadanos.
Muchos han optado por alimentarse a base
de carbohidratos como las harinas o el arroz sin acompañantes, pero la escasez,
el terrible acompañante de la inflación en la economía venezolana, impide que
el acceso a estos productos sea fácil. Los pocos alimentos que se consiguen
están a precios inalcanzables y los otros simplemente han desaparecido del
mercado.
Este nefasto panorama, cuya única
explicación plausible son las nefastas políticas del gobierno nacional; lo
justifican los miembros del ejecutivo por una teórica guerra económica. Desde
la narrativa oficial, los empresarios venezolanos han dejado de producir, o
acaparan, con la simple intención de hacer daño al gobierno y propiciar su
caída. A estos empresarios los apoyan desde el “imperio” quien da las
directrices para el fantasioso sabotaje; y por supuesto para poder abarcar a
todos los que se enfrentan a las arbitrariedades oficiales, desde el gobierno
incluyen en esta guerra económica a los dirigentes de la alternativa
democrática.
Estos argumentos caen por su propio
peso, en Venezuela así como en el mundo entero a los empresarios les interesa
producir y vender para generar ganancias. Los propietarios de grandes, medianas
o pequeñas empresas no estarán jamás interesados en llevar a sus negocios a la
quiebra por derrumbar a un gobierno, por más que lo adversen. No es creíble que
un dueño de una carnicería desaparezca sus productos o los aumente, disminuyendo
sus ventas y poniendo en riesgo el sustento de su familia por causar daños a la
economía.
La única guerra que es palpable, real e
incuestionable es la que lleva el gobierno, por medio de sus desacertadas
políticas económicas, en contra de los venezolanos, quienes cada día comen
menos y peor, mientras otros son descubiertos con cuentas en el extranjero.
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