Manuel Felipe Sierra 10 de julio de 2015
Entrevista a Fermín Mármol
García, Criminólogo.
De 1.500 parroquias los
colectivos están en 150. “los Pranes” controlan el 70% de las cárceles.
Venezuela está ubicada entre los 5 primeros lugares con auge de la
delincuencia, solo superada por países con conflictos bélicos. Las políticas
públicas pueden partir de la buena voluntad, pero los resultados son los que
importan, señala el especialista.
Es abogado, criminólogo, ampliamente
respetado y además investigador de la delincuencia venezolana. Sus opiniones
son ampliamente valoradas en el país y en el ámbito académico, estas son sus
reflexiones para los lectores del ABC de la Semana.
— Recientemente el presidente
Nicolás Maduro anunció un nuevo plan para reforzar la seguridad, frente al
grave problema de la delincuencia. ¿Cuál es tu opinión?
— Ciertamente, hace unos días el
Presidente indicó que va a luchar por desarmar hasta la última banda criminal y
que va a enfrentar el crimen en Venezuela. Como ciudadanos definitivamente es
una declaración que aplaudimos, tenemos que apoyarlo porque uno vive aquí, la
gente que uno quiere vive aquí y lo que queremos es que el crimen y la
violencia estén en niveles que nos permitan progresar, pero no podemos olvidar
que ya han transcurrido 21 planes de seguridad, que han pasado 15 rectores de
la seguridad por el Ministerio de Interior, y aunque hay algo de escepticismo
comprendemos que un país “presidencialista” requiere que la política pública
contra el crimen y la violencia parta de la Presidencia, es desde allí que
podemos tener éxito en la lucha contra el crimen y la violencia y es lo que nos
está haciendo falta.
— Se han anunciado 21 planes y ¿En
tu opinión, cuáles han sido los resultados y sus derivaciones?
— Actualmente están activados tres
planes de seguridad: el Plan de Patrullaje Inteligente, que es un plan que tuvo
mucho éxito en Colombia y que era lógico implantar en Venezuela, éste depende
de la policía municipal, estatal y nacional, así como también del componente de
la Guarda Nacional Bolivariana que compensa el déficit policial. Apoyados en la
tecnología ellos se organizaron por cuadrantes y aunque es un plan incipiente
que aún tiene muchas fallas, tenemos que seguir apostando por él. El segundo
plan es el Plan de Desarme, el cual fue exitoso en Brasil y tiene dos rostros:
el desarme voluntario y el desarme forzoso. En el caso de Venezuela, sólo se ha
aplicado el desarme voluntario de una manera muy tímida y de bajo perfil, lo
cual no va a dar los resultados que se esperan que es recoger el 5% de las
armas ilegales en un lapso de 3 años y después de ello vendría el desarme
forzoso, del que nada se ha dicho. Éste es un plan que tenemos que seguir
impulsando con mucha voluntad política.
— ¿Y cuál es el tercer plan?
El tercero es el Plan de Pacificación,
que no ha dado resultados positivos en Centroamérica por lo que no debimos
copiarlo en Venezuela, ese plan tiene que ser derogado y execrado de nuestras
políticas públicas. Entre tanto, esos tres planes de seguridad completan los 21
planes que se han presentado desde 1999 y que no han podido ni siquiera detener
el aumento del crimen y la violencia, es decir que cada año es mucho más
violento que el anterior, lo que demuestra que las políticas públicas pueden
partir de buena voluntad y con buena intención pero los resultados son lo que
realmente importan.
MICROESTADOS
— Se ha señalado, que Venezuela es
el segundo país con mayor violencia, y recientemente la Organización de Naciones
Unidas (ONU) ha solicitado al Gobierno información confiable sobre el auge de
bandas y colectivos armados, que es un nuevo tipo de delincuencia la cual has
denominado como “microestados”, que han cobrado mucha fuerza en zonas como el
sur de Aragua, en Los Llanos y en la Cota 905 en Caracas.
— Ciertamente, Venezuela tiene dos
serios problemas en este sentido: el auge del hampa común, esa que se
estructura en bandas criminales y en megabandas criminales, las cuales cuentan
con una estructura delictiva de más de 80 integrantes con armas cortas, largas
y artefactos explosivos tipo granadas. Además de ello, están presentes los
“microestados”, es decir, estructuras delictivas con un control territorial que
muchas veces enarbolan banderas ideológicas, que han crecido y se han
desarrollado en la revolución bolivariana, con ello me refiero a los colectivos
armados que están en al menos el 10% de las parroquias de Venezuela. Es decir,
de las 1500 parroquias que aproximadamente hay en el país, los colectivos están
en 150.
— Y está el tema de “los Pranes”.
El segundo “microestado” por supuesto es
“La República de los Pranes”; que controlan el 70% de las cárceles y no sólo
tienen influencia dentro de los muros de la penitenciaria, sino que también han
invadido parte del tejido social al ordenar sicariatos, extorsiones,
secuestros, entre otras cosas. Estos sujetos han dañado a la sociedad incluso
con signos culturales como el desmembramiento de cuerpos humanos, las fiestas
pagas en las barriadas, etc. Mientras que el tercer “microestado” que también
ha hecho mucho daño es el de los denominados “boliches” o el Frente Bolivariano
de Liberación y sus distintas líneas en Apure, Barinas y Táchira, donde hay más
de 1.500 hombres en armas, una fuerza paramilitar que controla el corredor del
tráfico de drogas con delitos como secuestro y extorsión. Después tenemos otro
“microestado” que son los pseudo-sindicatos que tienen realmente contra la
pared a los constructores privados haciéndole todo tipo de exigencias
inclusive, el de proveerse con materiales que ellos consiguen, amenazándolos
con secuestros y extorsiones, lo cual se ha convertido evidentemente en un gran
problema. Entonces, estos “microestados” tienen control territorial, tienen
poder de fuego ofensivo, realmente muchas veces enarbolan banderas ideológicas
para tener una “patente de corso”, y esto ha llevado a que Venezuela ocupe
sitiales negativos en los temas de crimen. En una lista de más de 192 naciones,
Venezuela está ubicada entre los 5 primeros lugares de todo el mundo, siendo
superada sólo por países que tienen conflictos bélicos.
— Según el Observatorio Venezolano
de Violencia la tasa de homicidio es de 82 por cada 100.000 habitantes y el año
pasado hubo 24.980 asesinatos.
— Estamos proyectando varias cosas para
el año 2015. Sobre el tema de asesinato de policías y militares en el país,
creemos que va haber un aumento del 16%, lo cual ya sería una gran tragedia,
porque en 2014 hubo más de 340 policías asesinados. Sobre el tema de
secuestros, el aumento supera el 60% este año con relación al año pasado, y con
respecto a los homicidios, proyectamos un incremento de al menos 9%, es decir,
éstas son pruebas de que cada año es peor que el anterior, de que ni siquiera
hemos podido lograr detener el crecimiento, de que las políticas públicas no
han sido exitosas, han sido fallidas, han sido intermitentes y en algunos casos
también inexistentes. Por lo tanto, a la promesa presidencial tenemos que hacer
seguimiento y hacerle presión social para que se cumpla.
— Es un problema muy complejo que
implica además del Estado a la sociedad en su conjunto. Por otra parte, has
señalado que parte de la delincuencia suele atribuirse al traslado de la
violencia colombiana, o que más bien se asemeja a la de Brasil.
— Desde el punto de vista criminológico,
el hampa común venezolana, estructurada en bandas y megabandas criminales tiene
una similitud al crimen y la violencia de Brasil, más que la de Colombia y
mucho más que la mexicana. Esa hampa común que lo que quiere es hacerse de algo
ajeno de manera rápida y con el menor riesgo posible, pero a su vez tener
control territorial para delitos con nexos con el tráfico ilegal de drogas, por
ejemplo, es mucho más parecida al tema brasileño, así como el tema de las
barriadas o favelas. Más allá de ello, en ambos casos el sistema integrado de
seguridad ciudadana, es decir, las instituciones preventivas y de represión del
delito son inexistentes o muy débiles para tener medidas ejemplarizantes,
trayendo como consecuencia que la impunidad sea el gran combustible y el
mensaje que se da es que ser delincuentes es un oficio muy rentable y de poco
riesgo, esa es la ecuación que hay que romper.
— Pero siempre se ha hablado de la
delincuencia colombiana en el país.
Evidentemente el Plan de Seguridad
Democrática de Álvaro Uribe Vélez que se llevó a cabo durante 8 años en
Colombia, y previo a ello, el “Plan Colombia” que se ideó a finales del siglo
XX, trajeron como consecuencia que hubiese un éxodo de guerrilleros en Venezuela,
de paramilitares y de bandas delictivas. Pero ese es un tipo de delincuencia
distinto, mucho más ligado al tráfico de drogas y bueno, de alguna manera las
FARC y el ELN han hecho presencia en Venezuela, así como las Autodefensas
Unidas de Colombia con aquel célebre caso en el año 99 del secuestro del
empresario Richard Boulton, lo que nos demuestra que nuestra frontera no se
protegió, nuestras instituciones no se fortalecieron y ese crimen de violencia
importado colombiano, muy ligado al tráfico de drogas, armas y municiones, hizo
realmente un impacto en los primeros años del siglo XXI en Venezuela y es muy
lamentable, porque esa cultura era desconocida para nosotros, y entre otras
cosas, generó el incremento de la corrupción y la complicidad de buena parte de
nuestros funcionarios.
BRASIL
Y COLOMBIA
— ¿Hay algún parentesco con esa
violencia terrible que también azota a México? Aunque allí parece circunscrita
al tema de las bandas enfrentadas por el narcotráfico.
El tema mexicano, tanto a nivel
penitenciario como a nivel del control territorial por los cárteles de droga,
podría ser un futuro que deseamos no llegue. Si nosotros los venezolanos no
controlamos el crimen y la violencia, no hacemos disminuir la impunidad, no
fortalecemos las instituciones con más y mejores funcionarios, ese futuro
negativo que representa México con el crecimiento de los cárteles, y peor aún,
el financiamiento del narcotráfico a temas políticos, municipales y estadales,
va a convertirse en una realidad. Ojalá que aprendamos del ejemplo de Brasil y
Colombia, que han podido reducir sus tasas de homicidios, de secuestros y la
presencia de armas de fuego en sus calles y avenidas, porque de lo contrario el
futuro no va a ser promisorio.
— Está también el tema del denominado
“pequeño delito”, que son los secuestros express, asaltos y robos, que en la
mayoría de los casos no se denuncian por lo que no hay cifras relacionadas a
ello, pero esa práctica es una especie de escuela para los delincuentes…
— Sí, lo que se llama “escalera del
delito”, que es permitir delitos pequeños traerá como consecuencia que esos
infractores empiecen a planificar delitos de mayor estructura y mayor daño
social. Eso es una realidad y es una tesis válida desde el punto de vista
criminológico y sociológico, y yo lo que creo es que en Venezuela tenemos que
innovar, cambiar el modelo clásico. Por ejemplo, en el caso de las cárceles se
debería colocar el sistema inhibidor y bloqueador de llamadas telefónicas en
todos los centros penitenciarios, para que los reclusos no puedan utilizar unas
de las herramientas más perniciosas para ellos que son los celulares, desde los
cuales ordenan sicariatos, extorsiones, secuestros, entre otras cosas. Se
debería pagar el costo político que va a traer. Someter a los reclusos a que
sólo utilicen teléfonos fijos con una duración de tres minutos y una grabadora
que indique al inicio, en la mitad y al final de la conversación que dicha
llamada está siendo generada desde la cárcel. Esa sería una manera de controlar
el crimen y la violencia en uno de los microestados que es por supuesto la
republica de los pranes.
— También has mencionado la
necesidad de institucionalizar los llamados portales.
Sí, es cierto, ¿por qué no tenemos un
portal con los delincuentes más buscados de Venezuela? Que aquellos ciudadanos
que hayan cometido delitos atroces sean identificados y estén en un portal y
que además ello se difunda a través de los medios tradicionales, pidiendo
participación ciudadana para que quienes posean información sobre esas personas
puedan proporcionarla. En tercer lugar, con tantos videos que son grabados por
cámaras privadas y circuitos cerrados de personas cometiendo robos y secuestros
¿por qué no se colocan en los noticieros del país y se le pide a la
colectividad identificar a esas personas? Tenemos que despertar a la ciudadanía
y promover su colaboración anónima con la autoridad. Pero por otro lado,
nuestras instituciones deben generar seguridad y confianza ¿cómo? nombrando a
los mejores hombres y mujeres por meritocracia, alejados de la política
partidista, enamorando al ciudadano, porque la autoridad no se puede imponer,
se tiene que conquistar y eso es lo que nos ha faltado, tenemos una sociedad
alejada de las instituciones que no confían en ninguna autoridad y eso tenemos
que cambiarlo.
— Insistes mucho en la necesidad de que
haya también un mejoramiento profesional, sobre todo en el caso de la policía
de investigación, que por ejemplo se establezcan ciertos parámetros y estén
sujetos a un mayor y cuidadoso aprendizaje.
— Hemos revisado cómo se ha reivindicado
la labor del policía en los países asiáticos, cómo los mejores bachilleres de
estas naciones desean ser educados en primer orden, hombres y mujeres del área
de la salud, pero también lo desean para representantes de la ley y el orden.
Yo creo que la función del policía tiene que ser reivindicada en nuestro país,
porque además necesitamos más funcionarios. Con respecto a los policías
uniformados tenemos un déficit del 70% y uno de 300% en policías de
investigación, por ello necesitamos más policías, pero mejores policías también
y una manera de lograrlo es tratando de reclutar mejores personas, elevando el
nivel académico del aspirante y enamorándolos con un perfil socioeconómico
importante.
— En el caso concreto del CICPC.
Exactamente, el Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) requiere hoy día
universitarios y hay muchos jóvenes profesionales que quieren hacer pesquisas,
quieren ser hombres de ciencia forense, mujeres de criminalística, y a ellos es
a quien hay que entusiasmar con una carrera de méritos, alejada de la política
partidista y en donde el aspecto socioeconómico pueda garantizarles ser el
sostén de su hogar. Eso hay que transformarlo.
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