Moisés Naím 19 de julio de 2015
@moisesnaim
Donald Trump y Alexis Tsipras no podrían
ser más diferentes. Trump es el famoso septuagenario estadounidense cuya
fortuna la revistaForbes calcula en más de 4.000 millones de dólares
(“¡Mentira! ¡Tengo más de 10.000 millones!”, dice él). Tsipras, de 40 años, es
el líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) y primer ministro de
Grecia. Mientras las opulentas mansiones de Trump reciben amplia cobertura en
los medios, Tsipras vive en un modesto apartamento en un barrio popular de
Atenas. Uno ostenta sus riquezas y el otro denuncia la desigualdad.
Últimamente, Tsipras y Trump han
acaparado la atención del mundo. Tsipras lidia con la catastrófica crisis de su
país y Trump aspira a la presidencia de Estados Unidos por el Partido
Republicano. Tsipras acudió a la Unión Europea pidiendo inmensas cantidades de
dinero para la economía griega, al mismo tiempo que intentaba evitar las
reformas económicas que exigen sus acreedores y que él había prometido no hacer
jamás. Así, el primer ministro griego se las ha arreglado para enfurecer tanto
a los líderes europeos con quienes negocia como a millones de griegos que le
creyeron cuando prometió que acabaría con las medidas de austeridad. Tsipras
tampoco dudó en exigirle al Parlamento de su país que refrendara decisiones que
unos días antes él mismo había denunciado como “medidas criminales” impuestas
por “terroristas financieros”.
Y en esto de enfurecer a la gente Donald
Trump no se queda atrás. Ha enfurecido tanto a los líderes del Partido
Republicano como a millones de mexicanos y, en general, a los latinos, que hoy
constituyen el 17% de la población de Estados Unidos. Afirmó, entre otros
disparates, que EE UU debió haber invadido México en vez de Irak, y que de
llegar a la presidencia obligaría al Gobierno mexicano a pagar la construcción
de un muro a lo largo de los más de tres mil kilómetros de frontera que hay
entre EE UU y su vecino del sur. ¿Para qué? Pues para impedir la llegada de
mexicanos que, según Trump, “nos traen drogas, nos traen crimen, son
violadores…” El aspirante a la presidencia también ha dicho: “Los mexicanos se
están riendo de nuestra estupidez… y ahora nos están ganando económicamente.
Créanme, ellos no son nuestros amigos. Estados Unidos se ha convertido en el
basurero donde los demás tiran sus problemas”. Los líderes del Partido
Republicano ven con horror cómo Trump está alienando a los latinos, cuyos votos
son esenciales para ganar elecciones.
Las reacciones a estas y otras tantas
provocaciones de Trump no se han hecho esperar. Varias empresas le rescindieron
sus contratos; un alud de editoriales lo denunciaron y hasta republicanos como
Jeb Bush y Marco Rubio lo criticaron. Rigurosos estudios recientes demuestran
que las afirmaciones Trump se basan en premisas equivocadas y datos falsos. Un
informe del Consejo Americano de Inmigración demuestra que los inmigrantes
(legales o no), independientemente de su país de origen o nivel educativo,
tienen menores tasas de criminalidad que los nacidos en EE UU y que en los
periodos donde aumenta la inmigración las tasas de criminalidad disminuyen.
Nada de esto le ha importado a los votantes. Según las encuestas, Trump ocupa
el primer lugar entre los 15 aspirantes a la candidatura presidencial por ese
partido. Su equivocada posición sobre la inmigración rinde dividendos.
Algo parecido le ha pasado a Tsipras. Su
incompetencia y promesas incumplidas lo deberían haber hundido, pero hasta
ahora no ha sido así. Si bien seguramente quedará marcado por su oportunismo e
ineptitud, la inmensa torpeza de sus adversarios europeos le está salvando.
Los números y premisas en los que se
basa el acuerdo que tuvo que firmar Tsipras son tan falsos como los que usa
Trump para apoyar las barbaridades que dice. El primer ministro ha dicho que
aceptó el acuerdo porque le pusieron un cuchillo en el cuello, pero que no cree
en lo que firmó. El Fondo Monetario Internacional considera que el acuerdo no
será viable y Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas de Alemania, opina que
Grecia estaría mejor sin el acuerdo y saliendo de la eurozona.
Lo más grave de todo es que Tsipras y
Trump simbolizan dos cuestiones de enorme importancia para la humanidad: cómo
rescatar una economía que se descarrila y cómo manejar el reto de la
inmigración. Ambos son problemas complejos, y reducirlos a afirmaciones
simplistas sobre austeridad o sobre la criminalidad de los inmigrantes impide
la búsqueda de alternativas viables, sostenibles y razonables. El magnate
estadounidense y el activista griego han embarrado el debate mundial sobre
temas cruciales.
Donald Trump no llegará a la presidencia
de EE UU y Grecia no cumplirá con los compromisos que ha adquirido. Pero
Tsipras y Trump quedarán como los protagonistas de dos farsas imperdonables.
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