Leonardo Fernández 19 de julio de 2015
Las dictaduras y demás regímenes
autoritarios, sean de derecha o de izquierda se caracterizan por los mismos
procedimientos arbitrarios, contrarios a la legalidad y a la razón. En ellas
las violaciones de los DDHH, las persecuciones, torturas y censura son los
medios por los que se sostienen a no contar con la legitimidad que sustenta a
las democracias.
Esta forma de proceder funciona mientras
el efecto que cause en la población sea el miedo, que paralice toda intención
de salir a defender los derechos individuales y colectivos. Por eso, cuando el
miedo se rompe, y los pueblos se movilizan para implantar sistemas de justicia
y libertad, los despotismos solo recurren a los métodos que saben usar; pero
como no es posible arrestar o neutralizar a millones de personas en las calles
protestando, o decididas a votar, arremeten contra los líderes con la esperanza
de que eso disperse a las masas.
El miedo a liderazgos fuertes, que
movilizaron naciones enteras en torno al rescate de las libertades, llevó al
régimen del Apartheid al arresto de Mandela y de sus principales colaboradores;
así mismo los colonizadores británicos de la India, pensaron que deteniendo a
Gandhi y a la plana mayor del Partido del Congreso conseguirían aplacar el
movimiento independentista. Contrario a lo planeado por los tiranos, la
reacción del pueblo en diversas oportunidades fue la de mantener la lucha, aún
con más energía, como muestra de solidaridad con sus líderes.
En Venezuela, donde el autoritarismo ha
sido el signo del período que comenzó hace 16 años, la persecución a los
líderes de la Unidad ha sido la estrategia para aplacar la lucha de los
ciudadanos por restaurar una democracia auténtica. La inhabilitación política
se ha convertido en una de las armas favoritas del gobierno, que de manera
cobarde saca del juego político a los adversarios que considera más riesgosos,
por su liderazgo y capacidad para inspirar a la gente.
El estado Zulia ha sido especialmente
castigado con ese recurso, y el partido Un Nuevo Tiempo, ha tenido que pagar
por su presencia en el corazón de los zulianos, con la inhabilitación de sus
dos líderes más visibles, tanto en el estado como en el país. Manuel Rosales y
Pablo Pérez, ex gobernadores y aspirantes presidenciales han sufrido esta
penalización por tener la capacidad de arrastrar tras de sí a los zulianos y
los venezolanos para la victoria este 6 de diciembre.
Ante semejantes embates, motivados por
la cobardía y el desespero, el pueblo de Venezuela debe reaccionar con coraje y
madures, salgamos a votar masivamente y transformemos la Asamblea Nacional en
un poder al servicio de los ciudadanos, que impida que arbitrariedades como las
que narramos sigan ocurriendo. Construyamos un liderazgo colectivo que
convierta al parlamento en un instrumento para la democracia y la legalidad.
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