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martes, 21 de julio de 2015

Una lección desde el cooperativismo larense para el manejo económico nacional por Piero Trepiccione en EfectoCocuyo

Algo de historia

En Lara recientemente se han celebrado 50 años de cooperativismo. Una forma de vida, una alternativa de los sectores populares para organizarse y asumir solidariamente respuestas frente a necesidades cotidianas. Un esquema de economía social que apuntala los diferentes desafíos que la sociedad afronta especialmente en tiempos de complicaciones económicas. En esta dimensión, y a propósito de esta conmemoración, traigo un ejemplo atípico que puede servir de mucho para abordar la situación económica actual.

Un grupo de familias campesinas productoras de café de las zonas altas de Lara (Guarico y Villanueva) a finales de la década de los 70 y comienzos de los 80, cansados de padecer infinitas penurias para poder comercializar su producción a precios justos, se aliaron en torno a la fe, inicialmente con el apoyo de un sacerdote de la “Legión de María” llamado Vincent Arthur; y luego con la orientación de los jesuitas, constituyeron una cooperativa que les permitiese soliviantar sus necesidades y fortalecer su experiencia organizativa.

Así nace Copalar, una herramienta cooperativa que permitió a más de 700 familias humildes de los caseríos más apartados de Lara fortalecer sus esquemas productivos y asociativos para mejorar sus niveles de vida. Durante más de 30 años, estos productores de café pudieron construir sus propios galpones en Guarico, Villanueva y además en Barquisimeto, instalaron su propia torrefactora y entre 2003 y 2005 lograron exportar café de enorme calidad a algunos países europeos como Holanda, Alemania y Bélgica.

Pero llegó un diluvio

Copalar durante más de tres décadas sirvió para mejorar la calidad de vida de sus asociados y fortalecer notablemente su producción de café. En 2006 se presentó un ambiente de tempestad que casi destruye por completo la cooperativa. Una nueva junta directiva aunada a la recepción de mucho financiamiento público se conjuntaron para propiciar manejos de corrupción que distorsionaron la buena marcha  que hasta ese momento llevaba el ente cooperativo. Copalar quedó a merced de la ruina.

Deudas por doquier, tanto con  entes públicos como con bancos privados y prestamistas particulares. Fueron cinco largos años de oscuridad y desasosiego. Las familias productoras quedaron a merced de las dificultades y el difícil entorno económico. Lamentablemente, este periodo significó un retroceso de treinta años en educación y esfuerzo cooperativos.

Pero ganó el cooperativismo
En 2010, cansados de ver como el esfuerzo de más de 30 años se esfumaba, un grupo de campesinos (de los llamados históricos-fundadores de la cooperativa) comenzó a reaccionar paulatinamente. Se comunicaron con el Centro Gumilla  para tratar de iniciar un rescate-reconstrucción de la cooperativa. A partir de allí, con el apoyo del equipo Gumilla, que comisionó especialmente a Rufa Godoy para fortalecer un acompañamiento técnico-contable, se dio una de las experiencias más hermosas y aleccionadoras del cooperativismo larense y universal.

Copalar fue revisando minuciosamente su situación. A quiénes se les debía. A sus empleados, a dos bancos privados, a Inapymi, al Fondas, a Fondael, a un prestamista particular, en fin, a cada santo se le debía una vela por el desbarajuste creado. Sin embargo, esto no amilanó a los campesinos. Una a una fueron pagando sus obligaciones. Se hicieron responsables por deudas contraídas irresponsablemente. Liquidaron transparentemente la mayoría de sus activos. Cumplieron cabalmente e hicieron algo que pocos en Venezuela acostumbran a hacer: le pagaron sus deudas al gobierno. Ahora han limpiado el nombre de la cooperativa.

Los campesinos más humildes tuvieron que dedicar mucho de su tiempo y sin recursos económicos a esta noble tarea que hoy es un ejemplo a seguir en un país donde el rentismo ha provocado más bien conductas poco éticas en los manejos públicos.
¡Bravo! por Copalar, ¡Bravo! por el cooperativismo larense, ¡Bravo! Por el país. En esta circunstancia especial que vive la economía de Venezuela cuán importante sería que en el marco de las políticas públicas, se promovieran con toda coherencia, mecanismos que facilitaran procesos sociales de esta naturaleza tan necesarios para potenciar la producción nacional y estimularan nuevamente nuestra capacidad de exportación no solo de petróleo sino de talento y tradición campesina. 

A propósito de la celebración de elecciones parlamentarias este año, crear propuestas legislativas en esta dirección tendrían acogida inmediata en una población ávida de oportunidades.

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