Leandro Area Pereira 25 de febrero de 2016
En
Venezuela hay quienes pretenden que, como por efecto de una píldora milagrosa,
todo se abrevie, se purgue, sane y se despierte de esta larga agonía que
vivimos desde hace 17 años y contando, con la salida de Maduro de la
presidencia de la República. Hasta yo en mi desesperación coincidiría con ello
sin ninguna duda. Que allí se evapore la realidad abismal que nos sirve de piso
existencial día tras día, segundo tras segundo, es otra cosa. Me acuerdo de
cuando salimos corriendo de Carlos Andrés Pérez y caímos felices en los brazos
de Chávez hasta el día de hoy representado por su ungido e incapaz sustituto.
Valdría la pena nos preguntemos: después de Maduro quién, qué, con quién, cómo,
hacia dónde. No estaría de más.
Pues
es que con puntualidad inglesa y derroche de trópico, por oleadas pero sin
descanso, desde hace tanto tiempo que la memoria ya no alcanza, se producen en
Venezuela escándalos, culebrones, tragedias que provocan atención y griteríos,
capaces de desorientar al más curtido de los observadores. Nunca estuvo de más,
menos ahora, treparse al techo de los acontecimientos, si es que ello es
posible, para observar el río de nuestros infortunios que pasa mientras la casa
en la que nos subimos se hunde aceleradamente, migaja tras migaja, con nosotros
encima de antena parabólica.
Y qué
casualidad que coincidan guacharacas y loros, cotorras y guacamayas, con
comadres chismosas y demás celestinas a estas horas del día, a dar rienda
suelta a dimes y diretes, a qué se dice por ahí, a chismes y demás vecindarios vocingleros. A
“rumorear”, que se ha convertido en el deporte nacional favorito por encima del
bate y la pelota, salir del Presidente, que no sé por qué motivo me retrotrae a
los tiempos aquellos, ni tan viejos, de Carlos Andrés Pérez cuando Venezuela
decidió, perdónenme que recuerde otra vez ese pecado de nuestra estrangulación
colectiva, tirarse por el barranco que ofreció Hugo Chávez.
Porque
en la oposición de ahora es lógico entender su pertinaz referencia estratégica
a Maduro y su inenarrable gobierno como causa
de los males bíblicos, plagas, que nos hacen la vida intragable y cuya
salida del poder sería condición obligatoria aunque no suficiente para empezar
a desatar el nudo de estopa en el que estamos metidos y perdidos.
Pero
lo que sí me llama la atención desmesuradamente, no debería tal vez a estas
alturas de la vida, es que tantos
chavistas, incluyendo altos ex funcionarios del gobierno, castas palomas de
gentil plumaje, con tal vehemencia y arrebato apunten hacia el mismo objetivo,
inclementes, de salir de Maduro, dejando al comandante incólume, eterno y tan
campante de todo mal y peligro como si él y ellos no tuvieran que ver en nada
con el abismo multidimensional y otros chanchullos de hoy; como que si ellos no
hubieran timoneado a este Titanic.
Son
los surfo-chavistas, oportunistas políticos, neologismo satírico y aprovechado,
que define a aquellos que ven bajita la ola y barata la posibilidad de seguir
vivos y prodigarse esplendidos como
necesarios e indispensables a los fines de la “transición democrática”. Ahora
dan lecciones de honestidad, se dan golpes de pecho, “nos corrompieron” dicen,
son ejemplos de pureza, maestros del bien, enemigos de la corrupción, el
burocratismo y del militarismo, monjes casi que flotan sobre el Monte Athos.
Venderán
caro su salto dialéctico de talanquera envueltos en frazadas éticas y
rimbombantes, casi que religiosas, acompañadas de aleccionadoras frases al
estilo de “Si el Comandante estuviese vivo…”, que lo que quieren buscan y
desean es sacudirse a Maduro de sus espaldas mojadas y migrantes, a cambio de
salvar el pellejo de ellos primero, del chavismo de Chávez después y del
Socialismo del Siglo XXI, si se puede. En todo lo demás que sobra quedaría la
ñapa petrolera a repartir, sana costumbre rentista y neo liberal a la que ya
estamos tan acostumbrados del tantico por ciento. Quizás hasta sean Ministros
del futuro pues “factores de poder” se han autoproclamado. No te extrañe.
Así es
casi siempre la historia de la Historia, el pragmatismo por sobre la verdad, así
poco nos guste. La persecución del equilibrio por más inestable que parezca.
Por eso es que duran tanto los gorgojos.
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