Por Arnaldo Esté
Lo que aquí escribo debe sonar
ingenuo. Pero con mi kilometraje resulta difícil ser ingenuo. Lo que pasa es
que me asusta cada día ver que las cosas agoreras, que aquí vengo
escribiendo desde hace muchos meses, se van dando. Eso del barranco, del
abismo, del acantilado, que con muchos otros hemos temido.
Luego de largas frustraciones y agotamientos de los partidos tradicionales se abrió una opción que tenía la pinta de un cambio que profundizaría la democracia. Y un líder que personificaba esa esperanzas. El líder, un militar, navegaba en ciertas incertidumbres, pero ciertamente, tenía un tono popular.
Las exigencias de formalidad
institucional y el mismo curso socio-económico del país, obligó al líder a
presentar documentos programáticos que tuvieron que elaborarse con el
apoyo de escribidores internacionales. Se le puso el título de socialismo del
siglo XXI y se versionó en imágenes, consignas, proposiciones y un cierto
estilo de acción de santo autoritario. Un escenario que fue reforzado por la
ausencia de representación de los opositores en los poderes, luego de un torpe
llamado a la abstención.
Los documentos, consignas y proposiciones, muy repetidas por el líder, un poco más tarde convertido en mesías, se hicieron una referencia de aceptación obligada, un tono dogmático no discutible que habría de diferenciar a los fieles de los infieles, donde los infieles o inseguros se convertirían en traidores. Una total negación de la democracia, un resabio feudal.
Así que el presidente heredero está atrapado en esa trama de fidelidades, lo que le impide manejar lo que es la riqueza mayor de la política: navegar y negociar. La palabra negociación le resulta pecaminosa.
Allí está atrapado el
presidente y sus juramentados próximos, por lo que lo oímos y vemos cada día
encadenado, en un la retortijón repetido de lecciones y la creación de madejas
burocráticas ineficaces que evitan, a todo dar, cualquier cosa que pueda sonar
a infidelidad. El presidente borda, riza y enreda las mismas cosas, en la
esperanza de que sus palabras generen realidades y se oscurezca la verdad de
que el proyecto mesiánico no pasó de ser un rentismo petrolero populista.
Pero, de alguna manera,
abierta o solapadamente, tendrá que negociar
Por otra parte los opositores
están llegando a acuerdos para revocar o salir del presidente. Sienten la
crisis general y la presión de la gente por buscar alimentos, medicinas,
seguridad... Pero, políticos como son, tendrán que aterrizar y encontrar que
los problemas son sumamente graves y de viejo origen. Y que habrá que
abordarlos con entendimientos y negociaciones para acopiar fuerzas, bien sea
con el actual gobierno o con el gobierno nuevo. Llegar a acuerdos fundamentales
de transición y luego de construcción y que implicarán mayores cargas, costos y
sacrificios difíciles de comprender para una gente malamente acostumbrada a
dádivas y milagros.
Mientras, esperando estas
negociaciones, los días pasan con su carga de malas sorpresas.
27-02-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico