Papa Francisco 20 de febrero de 2016
El
Papa Francisco celebró este sábado por la mañana la segunda Audiencia Jubilar
del Año de la Misericordia. Su catequesis estuvo dedicada al “compromiso” y a
su relación en la vida del cristiano.
“También
Dios se ha comprometido con nosotros. Su primer compromiso ha sido aquel de
crear el mundo, y no obstante nuestros atentados para destruirlo –y son tantos–,
Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su compromiso más grande ha sido
aquel de donarnos a Jesús”, dijo Francisco.
A
continuación, el texto completo de la catequesis gracias a Radio Vaticano:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Jubileo de la Misericordia es una verdadera oportunidad para entrar en
profundidad dentro del misterio de la bondad y el amor de Dios. En este tiempo
de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer siempre más al Señor Jesús, y a
vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que exprese la
misericordia del Padre. Es un compromiso que estamos llamados a asumir para ofrecer
a cuantos encontramos el signo concreto de la cercanía de Dios. Es decir, mi
vida, mi actitud, el modo de ir por la vida debe ser un signo concreto de que
Dios está cerca de nosotros. Pequeños gestos de amor, de ternura, de cuidado,
que hacen pensar que el Señor está con nosotros, está cerca de nosotros. Y así
se abre la puerta de la misericordia.
Hoy
quisiera detenerme brevemente a reflexionar con ustedes sobre el tema de esta
palabra que he dicho: el tema del compromiso. ¿Qué cosa es un compromiso? Y
¿qué cosa significa comprometerse? Cuando me comprometo, quiere decir que asumo
una responsabilidad, una tarea con alguno; y significa también el estilo, la
actitud de fidelidad y entrega, de particular atención con el cual llevo
adelante esta tarea. Cada día nos piden poner empeño en las cosas que hacemos:
en la oración, en el trabajo, en el estudio, pero también en el deporte, el las
actividades libres … Comprometerse, quiere decir poner nuestra buena voluntad y
nuestras fuerzas para mejorar la vida.
Y
también Dios se ha comprometido con nosotros. Su primer compromiso ha sido
aquel de crear el mundo, y no obstante nuestros atentados para destruirlo – y
son tantos –, Él se compromete por mantenerlo vivo. Pero su compromiso más
grande ha sido aquel de donarnos a Jesús. ¡Este es el gran compromiso de Dios!
Sí, Jesús es justamente el compromiso extremo que Dios ha asumido en favor
nuestro. Lo recuerda también San Pablo cuando escribe que Dios «no escatimó a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Rom 8,32). Y, en
virtud de esto, junto a Jesús el Padre nos donará cada cosa del cual tenemos
necesidad.
Y
¿cómo se ha manifestado este compromiso de Dios por nosotros? Es muy fácil
verificarlo en el Evangelio. En Jesús, Dios se ha comprometido completamente
para restituir esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad,
a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores que
acogía con bondad. En todo esto, Jesús era expresión viviente de la
misericordia del Padre. Y quisiera referirme a esto: Jesús acogía con bondad a
los pecadores. Si nosotros pensamos en modo humano, el pecador sería un enemigo
de Jesús, un enemigo de Dios, pero Él se acerca a ellos con bondad, los amaba y
cambiaba a ellos el corazón. Todos nosotros somos pecadores: ¡todos! Todos
tenesmo delante de Dios alguna culpa. Pero debemos tener confianza: Él se
acerca para darnos conforto, la misericordia, el perdón. Es este el compromiso
de Dios y para esto ha enviado a Jesús: para acercarnos a nosotros, a todos
nosotros y abrir la puerta de su amor, de su corazón, de su misericordia. Y
esto es muy bello. ¡Muy bello!
A
partir del amor misericordioso con el que Jesús ha expresado el compromiso de
Dios, también nosotros podemos y debemos corresponder a su amor con nuestro
compromiso. Y esto sobre todo en las situaciones de mayor necesidad, donde hay
más sed de esperanza. Pienso – por ejemplo – en nuestro compromiso con las
personas abandonadas, con aquellos que cargan pesadas minusvalías, con los
enfermos graves, con los moribundos, con los que no son capaces de manifestar
reconocimiento… En todas estas
realidades nosotros llevamos la misericordia de Dios a través de un compromiso
de vida, que es testimonio de nuestra fe en Cristo. Debemos siempre llevar aquella
caricia de Dios – porque Dios nos ha acariciado con su misericordia – llevarla
a los demás, a aquellos que tienen necesidad, a aquellos que tienen un
sufrimiento en el corazón o están tristes: acercarnos con aquella caricia de
Dios, que es la misma que Él ha dado a nosotros.
Que
este Jubileo pueda ayudar a nuestra mente y a nuestro corazón a tocar con la
mano el compromiso de Dios por cada uno de nosotros, y gracias a esto
transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico