Por Leonardo Morales
Las elecciones del 6 de
diciembre de 2015 fueron concebidas por la oposición y muy particularmente por
los adherentes a esa opción, como el camino a la superación de la crisis
generalizada que atraviesa el país. Debatir la caracterización de la crisis
tiene poco sentido, en tanto que ésta ha sido suficientemente analizada, siendo
más importante señalar que el único cambio en esta materia es el reconocimiento
por parte del gobierno de su existencia, aun cuando sobre el origen existan
severas divergencias.
Mientras para la oposición
agrupada en la MUD la crisis deviene de una concepción política que solo
estimula su profundización, para el gobierno es simplemente una guerra de
agentes abstractos –guerra económica, pelucones, burguesía, imperio…- que
impiden que el modelo “socialista” desparrame en la sociedad su bondad
traducida en enormes dosis de bienestar.
Lo cierto es que mientras el
gobierno se embarcaba en la misión de convencer a los venezolanos de semejante
idea dejó de tomar medidas urgentes en materia económica que pudieran aliviar
la crisis que en estos momentos azota a los venezolanos.
La crisis es naturalmente
consecuencia de un modelo que de arrancada estaba signada por el fracaso, pero,
de nuevo, insistir en ello solo tiene sentido para explicar el presente y hasta
el futuro a menos de que se introduzcan correcciones inmediatas que hagan
variar el mañana.
El gobierno estuvo alertado de
lo que se le avecinaba; los indicios de la crisis presente están sustentados en
la destrucción del parque industrial, de la expropiaciones de tierras y
empresas productivas que hoy dan pérdidas , además, de la montaña de dinero que
ingresó al país de la renta petrolera que permitió temporalmente suplir las
deficiencias con importaciones a granel. El gobierno, borracho de los aportes
petroleros obvió el daño causado a la productividad nacional. Si lo podía
comprar a empresarios foráneos para qué preocuparse por los de aquí.
Al día de hoy el gobierno se
enfrenta a una realidad que sus ejecutorias ayudó a construir: el resultado del
último trabajo de Latinobarómetro realizada en el mes de febrero es de lo más
elocuente. El 88.3% de los entrevistados cree que la situación del país
está muy mal, solo el 11.8% tiene la fortuna de ver una realidad distinta. El
95.6% de los ciudadanos dice tener que hacer grandes colas para acceder a los
productos alimenticios, pero la noticia más alarmante es que el 87.1% dice
comprar menos comida que antes, esto es, la ficticia inflación, descubierta por
un muy breve ministro de Maduro, se traga inmisericordemente la capacidad de
compra del venezolano.
Maduro, cuyo juicio luce
extraviado, se ha presentado ante el país con un plan que casi sugiere que se
acaba de encargar del gobierno. Un plan de motores que harán de la Venezuela
rentista que ellos profundizaron una productiva, es la receta ante la crisis.
Pero ni modo, unos motores que deberán arrancar con la destreza del conductor
de turno solo nos augura una agudización de la crisis.
La mayoría parlamentaria debe
salir al encuentro de los ciudadanos para promover un plan que permita
enfrentar los males del presente y transitar hacia un cambio de gobierno a
través de las instituciones. Ese es el reclamo elevado el 6D que aún hoy sigue
vigente.
26-02-16
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