Por Alexis Alzuru
Que los militares no
intervengan en política es uno de los pocos puntos en los que hay consenso
entre los venezolanos. De hecho, las encuestas reseñan que la gente perdió el
respeto que sentían por la FANB porque durante los últimos 16 años han
comprobado que no tienen competencias, conocimientos ni destrezas para resolver
los problemas del país. Sin embargo, los políticos y los periodistas dicen que
hay militares conspirando; hasta el propio Henry Ramos los denunció.
¿Será que
unos soldados sediciosos ignoran que la mayoría no quiere que se metan en los
asuntos de los civiles? ¿Olvidan la Constitución? Algunos jerarcas uniformados
son reconocidos cómplices de los desmanes del gobierno; pero no son ignorantes
o estúpidos. Al contrario, es gente inescrupulosa con información y
entrenamiento. Ellos saben que el pueblo los repudia y de allí la amenaza de
asaltar por completo el control del Estado.
No hay que ser experto en
temas militares para presumir que en la FANB los mafiosos deben ser los menos,
aun cuando sí los más lisonjeros y oportunistas. Un generalato corrompido y
acostumbrado al lujo, al whisky caro, a las jóvenes amantes y con cuentas
milmillonarias en el exterior es probable que apele a la guerra psicológica
antes que al enfrentamiento armado para preservar elstatu quo. El rumor
golpista que algunos cuarteleros pusieron a circular parece una coartada; un
artificio para que Maduro gane tiempo y esquive la furia popular que está a
punto de reventar y allanar las calles.
Los militares rojos
entendieron que para continuar aprovechándose del poder no necesitan una
rebelión sangrienta; les basta con mantener a Maduro mediante un golpe
comunicacional. Piensan que con la derrota emocional del ciudadano obtendrán lo
que quieren sin pagar nada. De allí que utilicen sus conocimientos para ayudar
al gobierno en la tarea de transformar el coraje de los venezolanos en
impotencia; la rabia, en frustración, y el deseo de seguir luchando, en
angustia y depresión. Quieren liquidar la expectativa de cambio sin ensuciase
las manos.
La guerrilla psicológica es el
golpe de Estado que dan los militares que apoyan al presidente. Por supuesto,
esa camarilla resistirá hasta donde pueda. Evitarán negociar y pactar; en una
publicidad negra empaquetarán el chantaje, el soborno y el engaño. Ahora bien,
en el caso de una revuelta nadie dudaría que ese militar madurista al tiempo
que ordena reprimir y encarcelar tenga listos su pasaporte y sus maletas para
huir. Este grupo de uniformados ha mostrado un perfil moral que permite
conjeturar que en condiciones de conflicto evitarán tan siquiera un rasguño;
nunca terminarían como Saddam Hussein o Muamar Gadafi. Incluso, en un escenario
de transición legal, lo predecible es que estén más dispuestos a entregar al
presidente y negociar sus privilegios que a jugarse el pellejo.
El gobierno está acorralado y
en estado comatoso por la convicción democrática de quienes en diciembre
votaron por la MUD y, además, por la actitud crítica del chavista abstencionista.
Ese dato es suficientemente contundente para admitir que son los civiles y, no
los militares, los que pueden desarticular a esa red de viciosos que hoy usurpa
las instituciones del Estado.
El momento es para confiar en
la intuición y las capacidades de los ciudadanos. Es la gente la que debe
encabezar la marcha que desemboque en una transición. En esta hora difícil, hay
una población asumiendo su responsabilidad en la calle; bastaría que cada
organización política y grupo de presión haga lo propio. Por ejemplo, que los
soldados institucionalistas amarren a sus colegas maduristas; pues no es
necesario que ellos también acechen el poder civil. Antes bien, hace falta que
esos militares demócratas les hagan ver a los dirigentes de la MUD el urgente deber
que tienen de unificar sus criterios, mensajes y estrategias. Sobre todo,
deberían mediar para que los jefes de la oposición entiendan que cualquier
esfuerzo para concretar el cambio será ineficaz si no se pacta la fuerza
política requerida para imponer la voluntad del pueblo.
27-02-16
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