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miércoles, 24 de febrero de 2016

LIBERTAD O CÁRCEL, por @AmericoMartin



Américo Martín 23 de febrero de 2016

Claro que un mercado petrolero en declive afecta a los productores y beneficia a los compradores, pero, salvo Venezuela, ninguno de los miembros de la OPEP y de los exportadores No-Opep alcanza una ruina tan profunda e inexplicable como la que ha devastado y también desbastado a nuestra humillada nación. En 2015 casi todos esos países crecieron sin mayor inflación, en tanto que la economía de Venezuela se ha derrumbado en los últimos tres años, fenómeno que habiendo comenzado antes de la caída del precio internacional del petróleo, se expande cual pandemia sobre la llamada economía real y pronto furiosamente sobre el amenazado sector financiero.


Las consultoras más respetadas no anticipan colapsos económicos en ninguna parte del Continente, en tanto que todas ellas coinciden en pronosticar un 2016 catastrófico para la nación cuyo gobierno se prodigaba en promesas de bellas utopías. Bloomberg coloca a Venezuela en primer puesto entre las sociedades más miserables. En materia de inflación nos instalamos sólidamente de nuevo en la cima del planeta. Un país tenido por rico es pues ahora un modelo de pobreza y de miseria.

Como es de suponer semejante tragedia ha impactado con efectos deletéreos la popularidad, la moral, la unidad interna y la estabilidad del gobierno de Maduro. Falaz y operático ha sido y lo sigue siendo, pero debido al peso de la realidad luce cada vez más titubeante e inseguro en sus argumentos. Ya no denuncia golpes o invasiones imperiales inminentes, mostrando el puño con “pruebas irrebatibles que muy pronto presentaré”. Sigue, por supuesto, con la lata de la “guerra económica” porque alguna explicación debe dar a los suyos a ver si calma su creciente furia. No obstante sabe que tiene muy pocas municiones en su faltriquera. No le queda nada por decir precisamente cuando más obligado está a promover algo creíble antes que a su gobierno se lo lleve el diablo.

Podría usar su otra mano. Si no logra amedrentar a una AN sumamente activa en todas las áreas del hacer político y administrativo. Si no puede contener el malestar colectivo que arrastra y envuelve a todos y a todo, podría valerse de armas de otra índole. El 18 de febrero, por ejemplo, es la audiencia de Antonio Ledezma, un respetado líder opositor conocido en el mundo y a quien no se le ha podido fabricar una causa sostenible, razón por la cual el dócil poder judicial le pospone una y cien veces la ocasión de desvestir la trama inventada contra los perseguidos políticos

¿Por qué Maduro no sorprende a sus críticos devolviendo la reclamada libertad a quienes de todas maneras beneficiará la inminente ley de Amnistía y Reconciliación Nacional? En lugar de afrontar el peligro de desconocer ese esperado acto legislativo, que lo colocaría en situación crítica frente a la OEA, la ONU, UNASUR y el sistema jurídico internacional, podría anticiparse vaciando las cárceles y permitiendo el regreso de exiliados y perseguidos. Los líderes encarcelados están rodeados del afecto colectivo y su libertad sería bien recibida en todos los rincones. Estoy consciente de que Maduro quizá esté encadenado a un poste, como un oso impotente sin capacidad para afrontar las consecuencias de sus deplorables políticas, pero siempre es mejor que esté al tanto de las opciones de la realidad.

Una medida de tal naturaleza tiene valor en sí misma aunque se ejecute en nombre de razones calculadamente políticas. Al fin y al cabo de políticos es dictar políticas y en ese caso preferible es que sanen heridas y no que las profundicen.

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