Américo Martín 23 de febrero de 2016
Claro
que un mercado petrolero en declive afecta a los productores y beneficia a los
compradores, pero, salvo Venezuela, ninguno de los miembros de la OPEP y de los
exportadores No-Opep alcanza una ruina tan profunda e inexplicable como la que
ha devastado y también desbastado a nuestra humillada nación. En 2015 casi
todos esos países crecieron sin mayor inflación, en tanto que la economía de
Venezuela se ha derrumbado en los últimos tres años, fenómeno que habiendo
comenzado antes de la caída del precio internacional del petróleo, se expande
cual pandemia sobre la llamada economía real y pronto furiosamente sobre el
amenazado sector financiero.
Las
consultoras más respetadas no anticipan colapsos económicos en ninguna parte
del Continente, en tanto que todas ellas coinciden en pronosticar un 2016
catastrófico para la nación cuyo gobierno se prodigaba en promesas de bellas
utopías. Bloomberg coloca a Venezuela en primer puesto entre las sociedades más
miserables. En materia de inflación nos instalamos sólidamente de nuevo en la
cima del planeta. Un país tenido por rico es pues ahora un modelo de pobreza y
de miseria.
Como
es de suponer semejante tragedia ha impactado con efectos deletéreos la
popularidad, la moral, la unidad interna y la estabilidad del gobierno de
Maduro. Falaz y operático ha sido y lo sigue siendo, pero debido al peso de la
realidad luce cada vez más titubeante e inseguro en sus argumentos. Ya no
denuncia golpes o invasiones imperiales inminentes, mostrando el puño con “pruebas
irrebatibles que muy pronto presentaré”. Sigue, por supuesto, con la lata de la
“guerra económica” porque alguna explicación debe dar a los suyos a ver si
calma su creciente furia. No obstante sabe que tiene muy pocas municiones en su
faltriquera. No le queda nada por decir precisamente cuando más obligado está a
promover algo creíble antes que a su gobierno se lo lleve el diablo.
Podría
usar su otra mano. Si no logra amedrentar a una AN sumamente activa en todas
las áreas del hacer político y administrativo. Si no puede contener el malestar
colectivo que arrastra y envuelve a todos y a todo, podría valerse de armas de
otra índole. El 18 de febrero, por ejemplo, es la audiencia de Antonio Ledezma,
un respetado líder opositor conocido en el mundo y a quien no se le ha podido
fabricar una causa sostenible, razón por la cual el dócil poder judicial le
pospone una y cien veces la ocasión de desvestir la trama inventada contra los
perseguidos políticos
¿Por
qué Maduro no sorprende a sus críticos devolviendo la reclamada libertad a
quienes de todas maneras beneficiará la inminente ley de Amnistía y
Reconciliación Nacional? En lugar de afrontar el peligro de desconocer ese
esperado acto legislativo, que lo colocaría en situación crítica frente a la
OEA, la ONU, UNASUR y el sistema jurídico internacional, podría anticiparse
vaciando las cárceles y permitiendo el regreso de exiliados y perseguidos. Los
líderes encarcelados están rodeados del afecto colectivo y su libertad sería
bien recibida en todos los rincones. Estoy consciente de que Maduro quizá esté
encadenado a un poste, como un oso impotente sin capacidad para afrontar las
consecuencias de sus deplorables políticas, pero siempre es mejor que esté al
tanto de las opciones de la realidad.
Una
medida de tal naturaleza tiene valor en sí misma aunque se ejecute en nombre de
razones calculadamente políticas. Al fin y al cabo de políticos es dictar
políticas y en ese caso preferible es que sanen heridas y no que las
profundicen.
Tomado de: http://americomartin.com/libertad-o-carcel/
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