Por José Guerra
Si no ponemos orden en la política monetaria, pagar mil
bolívares por un cafecito en barra está a la vuelta de la esquina. Como si se
tratara de la saga de algún héroe intergaláctico, apenas ocho años después del
estreno de “La reconversión monetaria”, ahora le sigue “El regreso de los
ceros”, donde los inescrupulosos villanos intentar expropiar la riqueza de todo
un país a punta de imprimir dinero inorgánico. Una película harto conocida, que
debemos parar antes de que llegue a su trágico desenlace.
Cierta expectativa generó el reciente titular de prensa que
indicaba que pronto entrarán en circulación los billetes de quinientos y mil
bolívares, pues además de enfrentar la pérdida de poder adquisitivo, la
población debe lidiar con un cono monetario totalmente desfasado, a tal punto
que más del 40% de los billetes actualmente en circulación corresponden al de
mayor denominación. Incluso si uno tomara por buena la cifra oficial de
inflación (180% en 2015), ya hoy en día hace falta el billete de dos mil
bolívares y para finales de año el de cinco mil. Puesto que no es cierto que
billetes con denominación mayor a cien bolívares estén por salir a la calle, nos
encontramos con una autoridad monetaria que no solo incumple su deber de
mantener la estabilidad de los precios, sino que falta a la obligación mínima
de garantizar la disponibilidad de medios de pago, con el consiguiente impacto
en los procesos productivos. Esta lamentable situación no es producto de la
ausencia de experticia, pues los equipos técnicos del Banco Central de
Venezuela han formula-do reiteradamente propuestas a sus autoridades para la
actualización oportuna del cono monetario, solo para ser rechazadas por un
Directorio atado a los designios del Ejecutivo.
La semana pasada, la Comisión Permanente de Finanzas y
Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional celebró una serie de jornadas de
consulta pública sobre el Proyecto de Reforma de la Ley del Banco Central de
Venezuela, a las cuales estuvieron invitados diversos especialistas en la
materia, representantes de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y las
mismas autoridades del ente emisor. Un punto coincidente entre todos los
expositores es la necesidad de que, conforme a la norma constitucional, el BCV
recupere su autonomía frente al Ejecutivo y rinda cuenta de sus actuaciones
ante la Asamblea Nacional. En este sentido, el proyecto de reforma en discusión
apunta, entre otros aspectos, a restablecer el papel del Legislativo en la
designación y remoción de las autoridades del BCV, lo que si bien no agota las
oportunidades de mejora en la legislación, al menos revierte las más graves
distorsiones introducidas por vía habilitante y nos evitamos maniobras
ulteriores, pues el resultado de esta reforma será el mismo texto legal que
estaba vigente hace apenas dos meses, con el cual venía actuando de lo más
feliz el ente emisor y sobre cuya constitucionalidad no se escuchó la menor
queja.
Esta semana se presentará en la plenaria el informe sobre el
proyecto de reforma de la Ley del BCV y tendremos una segunda discusión que
debería ser seguida atentamente por toda la población, pues se trata de un tema
crucial para el futuro de la economía familiar y nacional. Repito, si no
comenzamos a poner orden en la política monetaria, pagar mil bolívares por un
cafecito en barra está a la vuelta de la esquina.
26-02-16
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