Por Blanca Vera Azaf
Ahora, cuando es demasiado
tarde para que haya un efecto positivo dentro de la economía, Nicolás Maduro
decide tomar medidas económicas. Lo hizo a cuentagotas, alargando hasta más no
poder la agonía que producía el anuncio sobre un anuncio que nunca
llegaba. El resultado –como era de esperarse- es un conjunto de decisiones
poco engranadas en las que no existe ningún sacrifico de austeridad desde el Ejecutivo,
sino una exigencia excesiva que recae sobre los hombros del venezolano decente,
trabajador y honesto.
No hubo ni una sola medida
para repatriar los capitales mal habidos que salieron del país y terminaron
depositados en cuentas en el exterior. Mucho menos anunció algo sobre
investigaciones por narcotráfico, peculado, malversación, importaciones
ficticias y sobrefacturaciones. ¡Nada! La única explicación que ha dado el
gobierno sobre el vacío de la botija es que el precio del petróleo cayó. Como si
por arte de magia se hubiese desvanecido el chorro de petrodólares que por años
inundó a Venezuela.
El primer mandatario, tras
superar uno de sus ataques de inseguridad, le dio el visto bueno al aumento de
la gasolina, a la devaluación del tipo de cambio del Cencoex, y al incremento
en el pago de los impuestos para que a partir de ahora el que menos tiene
también sea pechado.
El combustible tenía 20 años
sin que fuera sometido a una revisión de tarifas y el incremento fue superior
al que en un principio algunas fuentes habían predicho. La de 95 octanos subió
6.085% al pasar de 0,097 centavos de bolívar a 6 bolívares el litro; mientras
que la de 91 octanos tuvo un alza de 1.328,57% al pasar de 0,0070 centavos de
bolívar a 1 bolívar. El precio del diesel que es el combustible que utiliza el
transporte público no fue modificado. No crea usted que esto no estuvo bien
pensado.
Al presidente de Petróleos de
Venezuela, no le gusta que se metan en sus asuntos. Él sabe lo que hace y allí
no hubo cabida para el asesor del presidente Maduro, el español Alfredo Serrano
Mancilla. Del Pino explicó claramente que la petrolera no tiene en este
momento músculo suficiente para seguir perdiendo dinero con el subsidio al
combustible. Por ahora el precio de la gasolina de 95 octanos subsidiará
el diesel para evitar que el transporte público se vea afectado. Con respecto a
la migración del uso de la gasolina de alto octanaje a la de menos octanaje con
sacar una simple sumatoria nos podemos dar cuenta que a la vuelta de un tiempo comenzará
a escasear en cada rincón de este país.
El plan Del Pino viene
completo y pretende comenzar a cobrar a precio del mercado internacional el
combustible en la frontera para acabar con el contrabando de extracción.
Hasta allí todo muy bien; sin
embargo, Del Pino no cuenta con que el Banco Central de Venezuela
-guardián protector del bolívar- no está cumpliendo con su deber de evitar que
la inflación siga desatada a sus anchas. Es así como cuando se saca la
cuenta de lo que tendrá que gastar un venezolano que vive en las zonas
periféricas de Caracas por mes – por ejemplo- para llenar el tanque de su
vehículo cualquiera queda estupefacto: En promedio serán 4.000 bolívares. Como
la inflación aumenta a un rito de 1% por día el salario sencillamente irá desapareciendo
con mayor rapidez.
Pero la medida que mayor
decepción creó fue la devaluación del tipo de cambio del Centro Nacional de
Comercio Exterior (Cencoex) de 6,30 bolívares por dólar a 10 bolívares por
dólar. El plan inicial propuesto era llevar la tasa cambiaria 50 bolívares
por dólar. Sin embargo, la opinión de Serrano Mancilla y de Luis Salas sobre la
inconveniencia de llevar una tasa por encima de 10 bolívares prevaleció. Si
usted leyó bien: Luis Salas, el ex vicepresidente del área económica que aun
fuera del cargo sigue teniendo gran influencia sobre Maduro.
De esta manera, las
importaciones ficticias y las sobrefacturaciones del sector público y privado
ganaron la batalla y continuarán gozando de un tipo de cambio preferencial para
llenarse los bolsillos. Pero ese detalle no es de importancia para Serrano
Mancilla.
Los pensionados, las remesas,
los estudiantes y los casos de salud aún están en “veremos” porque sepa usted
que no son prioridades para este gobierno. En el mejor de los casos serán tasados
por encima de 200 bolívares por dólar en el nuevo mecanismo flotante que
promete la vicepresidencia del área económica, presidida por el empresario
Miguel Pérez Abad; si es que lo dejan.
Sería inocente creer que esta
devaluación no tendrá un impacto sobre los precios. Cierto es que se necesita
una revisión de toda la estructura de costos y de una Ley de Precios Justos que
ha hecho desaparecer los principales rubros. Hacerlo sin la comunión y el
entendimiento del gallardo empresario que todavía produce en contra de todas
las condiciones y superando las barreras impuestas desde el Estado no servirá
de nada. De hecho, nada asegura que con esta devaluación algunos productos
vuelvan a aparecer porque aún las deudas con proveedores y los altos costos de
manufactura siguen allí sin resolverse.
La tercera medida no la
anunció el presidente, pues se dio a conocer días antes a través de la Gaceta
Oficial cuando desde el Seniat, José David Cabello, decidió desobedecer a la
Asamblea Nacional y decretar que la unidad tributaria es a partir de ahora 177
bolívares. Olvídese usted de la inflación. Esa no existe, como señala el
sociólogo Salas. Iluso el que crea que detrás de esta medida no había un frío
cálculo de agrandar la base impositiva. A partir de ahora quien gane más
de 14.750 bolívares pagará impuesto sobre la renta por el año fiscal
2016. Si estamos apenas en febrero y el salario mínimo decretado está por
los 11.578 bolívares, sólo espere al 1° de mayo y verá como desde la oficina
del presidente del Seniat celebrarán con champagne.
Como regalo de consolación
Maduro nos dejó el incremento del salario mínimo de 64 bolívares por día (20%
del total), cantidad que no alcanza ni para un guayoyo pequeño que ya está en
90 bolívares. A esto le sumó el aumento del ticket alimentación a 13.275
bolívares. De paso también les dejó a los trabajadores un retroceso en lo que
se refiere a las luchas de los sindicatos para que el ingreso fuera reconocido
como parte del salario y tuviese incidencia en los beneficios laborales. Pero ya
sabemos que a Maduro los trabajadores que estamos sindicalizados le producimos
urticaria.
Las decisiones que tomó
tardíamente Maduro tiene el agravante de que sólo producirán más bolívares al
fisco. Si bien Pdvsa dejará de perder dinero con el subsidio de la
gasolina, el aumento no implica mayores ingresos para la petrolera estatal y sí
un duro golpe para el ciudadano que lo tiene que enfrentar. Con la devaluación
sucede lo mismo, sencillamente se recibirán más bolívares por cada dólar.
La resolución del problema de
la escasez de divisas para poder importar alimentos y medicinas sigue sin
diseñarse. No hay ningún plan de reestructuración, ni intención de pedir ayuda
a algún organismo internacional para que nos brinde financiamiento; ni
siquiera a China. Poco ha aprendido Nicolás Maduro del presidente de Ecuador,
Rafael Correa.
Dentro de la turbulencia
diaria que produce en la vida de los venezolanos la escasez de alimentos, de
medicinas, de luz, de agua, de seguridad se verá más desespero creciente. La frustración
seguirá mostrándose en rabia e impotencia, como las que vimos en la entrevista
de NTN 24 cuando una señora en una cola le pidió entre lágrimas al presidente
que se fuera en buen estilo caraqueño.
Mientras tanto, Maduro está
atado a la ideología radical del Socialismo del Siglo XXI y se aferra a la
ilusión de un rebote en los precios del petróleo. Sólo escucha a los radicales
y tomó estas medidas a regañadientes, sin comprender realmente que su mayor
error fue no actuar a tiempo en medio de la mayor crisis económica de la
historia, con excepción de la guerra civil.
En este momento el presente y
el futuro del país dependen única y exclusivamente del azar por decisión, obra
y omisión de un Presidente que siempre le ha quedado pequeño a Venezuela.
23-02-16
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