Por Gregorio Salazar
Y hacia el voto iremos. Más
temprano que tarde, y cuando lo ejerzamos tendrá un nuevo efecto demoledor y
ojalá que definitivo para este régimen que hoy sólo puede sobrevivir
desconociendo ese derecho fundamental e inherente a toda democracia y
ejerciendo la represión más brutal, nada distinta de las dictaduras que en el
mundo han sido.
Fue el voto masivo de los
venezolanos en la histórica jornada del 6 de diciembre el que colgó al cuello
del régimen esa rueda de molino con la que torpemente arrastra sus pasos hacia
sus últimos días, cabizbajo y vacilante sobre la cubierta de su barco anegado y
a la deriva. Sólo falta el último traspié sobre la borda para sumergirse
finalmente en las páginas más oscuras de la historia nacional. Hay que ayudarlo
a ese último paso, hay que seguirlo empujando enérgicamente hacia esa orilla, y
eso y no otra cosa es lo que ha hecho la sociedad civil venezolana, por encima
de la violencia represiva, con su multitudinaria y pacífica presencia en la
calle, esa descomunal demostración de civismo de este 19 de abril.
Han sido los esguinces y
burdas maniobras judiciales en las que ha incurrido el régimen para burlar la
voluntad electoral de los venezolanos expresada el 6D lo que lo ha traído a
este extravío oceánico. No aceptar que la ciudadanía, luchando contra un
ventajismo obsceno, le dio a la oposición democrática venezolana el máximo del
poder que es posible ejercer de la Asamblea Nacional, una mayoría calificada, y
actuar para reducir a cero la vigencia del Poder Legislativo es lo que en
definitiva lo mantiene en medio de este mar encrespado, con la repulsa
internacional desplegada en todos los escenarios y con un pueblo en la calle
dispuesto a no dejarse sojuzgar y a restituir la plena vigencia de la
Constitución Nacional.
El régimen, y con él varios de sus principales actores, apenas soportan el peso de la cruz de sus derrotas, pero hablan y se comportan como si nada hubiera pasado y mantuvieran sus liderazgos y popularidades intactas. Ese señor ministro de información y comunicación fue derrotado por el voto popular en una zona popular como Catia, considerado un circuito “lomito” para el oficialismo. En la misma zona, el hoy flamante jefe repartidor de esporádicas cajitas de comidas también recibió el rotundo rechazo del pueblo en las urnas electorales. Ese agitador y miembro de colectivos que es el jefe del gobierno de Caracas fue sepultado por el diluvio de sufragios que recibió el candidato opositor en el Circuito Norte de Caracas. Esa vociferante ministra para la mujer y la igualdad de género no juntó los votos necesarios para ratificar su curul en la AN.
Por supuesto, los mencionados
y otros más recibieron esos cargos como premios de consolación y mucho dinero
para administrar o desaministrar. Todos, al igual que el resto de la insensata
jerarquía gobernante, mantienen ante las cámaras un discurso fanfarrón y
victorioso, pero fuera de ellas el alma resquebrajada se le viene a los pies
sin saber cuál será su destino cuando toda esta ficción con su libreto del
absurdo acabe.
Conviene recordar los cuatro
objetivos por lo que estamos en la calle los venezolanos: libertad para los
presos políticos; pleno reconocimiento de los poderes y atribuciones de la
Asamblea Nacional; apertura de un canal humanitario para atenuar la crisis
humanitaria por la falta de alimentos y medicinas y el rápido anuncio de un
cronograma electoral. Y no puede haber ni espejismos, ni intrigas, ni
impaciencias que puedan llevar a apartarnos de esas metas.
23-04-17
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