Miguel Méndez Rodulfo 24 de abril de 2017
¡Al
fin! Este desgraciado gobierno va a salir. Como quiera que se vea, Maduro tiene
contados sus días en el poder. Esto ya no se aguanta más porque la gente
presenta un estado de hartazgo insoportable contra el chavismo en todas sus
formas. Ya no es solamente la clase media, depauperada y en ruinas, sino
también los pobres, hambrientos y desesperanzados, quienes quieren dar al
traste en forma definitiva con este régimen malvado y sin un dejo de humanismo.
Cuando el títere de los Castro regresó de Cuba hace poco y se dirigió a San
Félix, no tuvo en cuenta que se encaminaba hacia la cueva del lobo. Se le
olvidó que el estado Bolívar se había sublevado contra el gobierno 4 meses
atrás y lo había hecho con una furia popular desbordante y hasta irracional.
Claro, se conjugaron varios factores: la crisis política, la económica, la
escasez de alimentos y medicinas, la inflación imparable, la eliminación
arbitraria e intempestiva de la circulación del billete de cien bolívares (sin
contar con otra opción), la ausencia total del suministro de gasolina y la
incomunicación derivada de la imposibilidad de recargar los teléfonos
celulares, ya que los sitios de recarga sólo prestaban servicio mediante el
pago de efectivo. Olvidando estas circunstancias, Maduro aterrizó en Puerto
Ordaz, tenía la seguridad de estar en territorio chavista, ya que al enfilar
hacia San Félix sus partidarios lo recibirían con vítores y sus diferentes
anillos de seguridad cubanos y la Casa Militar, le aseguraban tranquilidad y un
baño de multitudes. Como todos sabemos no fue así. Ya las marchas y protestas
callejeras habían sido ordenadas por la MUD, y hacía dos días que el país
protestaba; de manera que en este escenario no le podía esperar otra cosa que
piedras, botellas y huevos, además de maldiciones, toda clase de groserías y
empujones que nadie pudo controlar; hechos que pudimos ver hasta el cierre
desesperado de la cadena nacional. Esa noche el país constató, en un video que
circuló profusamente en las redes, dos cosas: un pueblo enardecido y una
pérdida del miedo. Además, sectores populares de Puente Hierro, Caricuao y
Petare, así como en otras ciudades del país, protestaron reciamente.
El 18
de abril, los personeros chavistas declaraban por los medios de comunicación
que la marcha opositora no podía acceder a territorio chavista, como si el
centro y el oeste de la ciudad capital fueran sus feudos particulares y un
enclave donde ellos constituyen una mayoría absoluta. El régimen, mintiendo
como siempre, busca aún crear percepciones; sólo que en este caso ya no posee
ni la frescura, ni el liderazgo, ni la fuerza, ni el dinero para poder engañar
a la gente como lo hacía en los primeros años del gobierno. Ya no hay tal
polarización como pretenden hacernos creer. La mayoría de los habitantes de
centro, del oeste y del sur de Caracas, odian a este gobierno y le quieren dar
término a su mandato. Sólo la fuerza bruta de la Guardia Nacional y de la
policía, impide que las marchas opositoras sean recibidas con vítores en esas
zonas.
Por
otra parte, llama la atención que el grito de batalla de las marchas de la
oposición del día 19 de abril, fuera la significativa palabra “libertad”. Este
término en boca de los estudiantes, de la juventud, de la gente en general,
mueve a reflexión, porque expresa lo que el país siente: que está preso, que
está enclaustrado en una “rotunda” que lo oprime y subyuga, por lo que busca
desesperadamente salir de esta dictadura insoportable. Este clímax es el germen
de un movimiento, de una dinámica que no debe detenerse sino hasta que demos al
traste con este infame gobierno. Hay que aprovechar el impulso de esta gesta
para posibilitar la incorporación masiva de los sectores populares. Así el
pueblo será el factor decisivo para derrumbar las bases podridas del chavismo y
echarlo al cesto de la historia. La pedrada en el ojo que le dieron a Maduro en
San Félix, marca un antes y un después de la insurgencia del pueblo contra el
chavismo.
Caracas
21 de Abril de 2017
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