Por Piero Trepiccione
Estos últimos días se han
caracterizado por estar llenos de acontecimientos en Venezuela. Las presiones
desde la polarización y la severa crisis económica que
atravesamos han resultado en un reavivamiento de la violencia en el
frente político-social. No existe duda de que estamos en una especie de
momento-cumbre en el que el destino del país está en juego y, de acuerdo al
enfoque que se maneje desde el liderazgo, las consecuencias pueden impactar las
expectativas de la gente a corto, mediano y largo plazo.
Venezuela es el
centro de atención continental y más allá. Hay un desgaste importante de
la gestión presidencial
Venezuela es el centro de
atención continental y más allá. Hay un desgaste importante de la gestión
presidencial hacia donde apuntan las mayores responsabilidades que la
sociedad venezolana está calificando en estas circunstancias. Este fenómeno en
particular debe ser visto con mucha profundidad para facilitar y viabilizar
cualquier proceso político que pretenda intentar solucionar la actual
coyuntura.
El liderazgo político
venezolano tiene una enorme responsabilidad en este momento-cumbre. No intentar
actuar apegados a la “voluntad general”, tal como lo señalaba
Rousseau, es una conducta suicida con implicaciones para toda la sociedad. El
restablecimiento de la confianza debe ser el norte de actuación en
esta hora crucial. Hay muchos “managers de tribuna” que están poniendo el caldo
“morao”, empujando hacia una dirección netamente guerrerista. Los actores de
la prudencia deben actuar inmediatamente aún en las condiciones más
duras de ataques de la opinión pública vía redes sociales. La
historia, no en el lejano plazo sino en lo inmediato, les va a premiar
esa conducta racional contraria a una caimanera sin dirección
ejecutiva.
Los intentos por
incentivar la violencia política en términos masivos en el país han sido
múltiples, especialmente en las últimas semanas.
Los intentos por incentivar la
violencia política en términos masivos en el país han sido múltiples,
especialmente en las últimas semanas. La dialéctica se ha activado. Frente
al inmovilismo dogmático, la fuerza social está empujando rápidamente a los
actores políticos a entablar un proceso
de negociación con transparencia y resultados inmediatos.
La presión popular ha ido en aumento sostenidamente. Las señales las
apreciamos todos los días y en todo el país. Todo a nuestro alrededor nos
muestra el amplio deseo de cambio que tiene la gente en Venezuela. El
foco continental está concentrado en lo que ocurra acá. Cualquier escalada
de violencia política impactaría no solo a los venezolanos sino a los
países vecinos en una medida superior inclusive a la que generó la
Centroamérica de los ochenta.
Aun en medio de
los insultos y las negativas a dialogar que presenciamos a diario,
la fuerza de la dialéctica está activada y cercana al punto de
ebullición. El liderazgo dogmático va a ser superado una vez más.
Quienes sigan en posiciones cerradas se verán devorados por la exigencia de
cambios. “El mundo se mueve”, dijo alguna vez Galileo Galilei; parafraseándolo,
podemos decir que hoy en día: “Venezuela se está moviendo”.
El aferramiento al
poder y las señales claras que apuntan hacia el intento de masificación de
la violencia política no pueden copar la agenda pública
El aferramiento al
poder y las señales claras que apuntan hacia el intento de masificación de
la violencia política no pueden copar la agenda pública en unas
circunstancias como las actuales. La opinión pública venezolana ha
marcado distancia severa con los sectores minoritarios promotores de
violencia. La sociedad entera los ha condenado. Lo más probable es que quienes
sigan en ese rol quedarán al desnudo ante una sociedad exhausta.
La consecuencia inmediata de
este fenómeno de la acentuación del dogmatismo en la acción política
y el abordaje de la situación económica, es la deslegitimación constante,
abrupta y sobrevenida del liderazgo actual del país. Las encuestas lo
vienen reflejando hace algunos meses. No hay ya conexión popular ni
respaldo masivo al liderazgo presidencial. Todo lo contrario. La
gente cada día se alinea en torno a concentrar las responsabilidades de la
situación-país en Nicolás Maduro a quien asocian con
la parálisis económica que impacta el día a día de los venezolanos. A
estas alturas, unas elecciones regionales no resolverán el problema.
Hay que seguir el ejemplo británico y del resto de los países democráticos que
adelantan elecciones presidenciales para facilitar procesos de transición
política. Dejar en manos de la soberanía popular el destino
hacia donde se deben dirigir los pasos de la Venezuela actual y del futuro.
22-04-17
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