Por Froilán Barrios
El balance de la política
salarial de la “revolución” es controversial, al condenar la remuneración de
los trabajadores venezolanos a la ilusión cósmica de conocer el decreto
presidencial de aumento salarial, y luego la frustración al visitar la bodega o
el mercado con el fajo de billetes en el bolsillo, para luego regresar con las
manos vacías al hogar.
El presidente autocalificado
“obrero” se ufana de ostentar el récord del mandatario nacional que más ha
aumentado la remuneración, e ignora el otro récord esta vez el de Guinness, de
ser el único país del mundo donde a los trabajadores les produce pánico cada vez
que anuncia un nuevo salario. En verdad, si observamos otros países de la
región, los aumentos oscilan entre 3%, 5% y hasta 10%, motivando una fiesta
nacional de las centrales sindicales.
En nuestro caso, aun cuando
los aumentos son de 30%, 50%, con acumulados durante los 4 años de gestión que
sobrepasan 400%, resaltando que, con el más reciente incremento la revolución
bolivariana suma desde su inicio, en 1999, un total de 38 aumentos del salario
mínimo, de los cuales 16 corresponden a la gestión del presidente Nicolás
Maduro, no le ha significado para el trabajador una capacidad adquisitiva que
le permita alcanzar una vida familiar decente.
La gestión Maduro le rompió
las ilusiones y el sueño a toda una generación de venezolanos, debido a una
política económica que ha pulverizado el ingreso laboral; entre los millones de
ciudadanos que marchan en protesta en todas las calles y ciudades de Venezuela
se percibe un sentimiento común de frustración, al saber que necesitará tres
años de trabajo para comprarse una nevera, una lavadora, una cocina, en fin,
artículos de la línea blanca que años atrás incluso con Chávez en la
presidencia podía adquirir.
Hoy la posibilidad de
acceder a todo bien doméstico es una quimera, sea línea blanca, marrón, sin
hablar de un vehículo, incluso el parque automotor se ha convertido en caravana
de chimeneas ambulantes, ya que todo, absolutamente todo se dedica a hacer un
pote familiar para poder comer, y si le agregamos el tema de la salud, vemos
cómo las televisoras, radios han derivado en informantes de la caridad pública
ante la escasez de medicinas.
Entre tanto, el cinismo
gubernamental no tiene precio, está a la vista de todos, al anunciar aumentos
presidenciales obligatorios de inmediato para el sector privado y
discrecionales para el sector público, todavía a la presente fecha trabajadores
de numerosas alcaldías y gobernaciones, sean oficialistas o de oposición, no
perciben el aumento salarial mínimo a 40.600 bolívares, y si hablamos del
cestaticket, el monto pagado es de 63.000 bolívares. En lugar de los 108.000
bolívares establecidos en el decreto (1-3-2017)
Estas tropelías y picardías
maduristas le han granjeado el rechazo absoluto de la población, que exige en
sus movilizaciones no solo elecciones y libertad de presos políticos, también
un nuevo gobierno que reconstruya la economía e instituciones, y que
restablezca la justa relación entre salario y poder adquisitivo, necesarios
para la vida digna en cualquier lugar del planeta.
26-04-17
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