Fernando Mires 20 de abril de 2017
1. El
19-A, día en que tuvo lugar la demostración de masas más grande de toda la
historia venezolana, no era un objetivo en sí. La oposición organizada en sus
partidos anunció que en esa fecha tan llena de contenidos, comenzarían a tener
lugar duras jornadas cuya culminación deberá ser el restablecimiento del orden
constitucional destruido por el régimen dictatorial. Desde esa perspectiva, el
19-A ha sido el día de un nuevo comienzo: el de un alzamiento del pueblo
democrático venezolano en contra de la Junta Militar-Civil cuyos rostros más
visibles, además de el de Maduro, son el del general Padrino-López y el del
capitán Diosdado Cabello.
2. El
19-A ha sido develada la principal contradicción del enfrentamiento que hoy
tiene lugar: el de una ciudadanía plural y políticamente organizada en
partidos, movimientos e instituciones, en contra de una dictadura militar
minoritaria, antinacional y antipopular. Se trata, dicho en breve, de un
antagonismo entre sociedad civil y Estado. En el marco de esa contradicción, el
régimen de Maduro ha mostrado su verdadera personalidad. Despojado del nimbo
populista del chavismo originario, el madurismo se inscribe en las filas de las
dictaduras militares más tradicionales del continente latinoamericano.
3. La oposición,
a pesar de sus múltiples diferencias, ha sabido orientar su acionar en torno a
cuatro puntos que la unifican. En una lucha pacífica, democrática,
constitucional y electoral. Puntos no escogidos al azar. Ellos surgieron como
negación de una dictadura que se define por su carácter violento,
anti-democrático, anti-constitucional y anti-electoral. No sin razones puede
afirmarse entonces que el verdadero y único programa de la oposición unida
–digámoslo así: el mapa de su ruta- es, o ha llegado a ser, la Constitución
Nacional. Por eso mismo, el 19-A puede ser considerado como el día en que tuvo
lugar el inicio de un gran movimiento constitucionalista y popular.
4. El
19-A ha revelado el sentido histórico-político del gran triunfo obtenido por la
oposición el 6-D. En contra de los derrotistas que propagaban la mentira de que
el 6-D había sido un triunfo sin trascendencia, los sucesos de 2017 han
demostrado que la AN nació para que el pueblo la defendiera, es decir, para que
en su defensa se articulara como pueblo político. A la vez, defender el triunfo
electoral del 6-D no solo obliga a defender las elecciones del pasado, sino las
del futuro, precisamente las que hoy niega el régimen.
5. Entre
la defensa del triunfo del 6-D y la defensa de las elecciones pautadas en la
Constitución, existe una estricta unidad. No se puede defender lo uno sin lo
otro. A esa unidad indisoluble se han unido durante el trayecto otras
exigencias como son la libertad de los presos políticos, la nulidad de las
inhabilitaciones a los líderes y un canal humanitario para paliar, aunque sea
en parte, el hambre y la miseria a la que tiene sometida la dictadura a la
población de su país.
6. No hay
ninguna contradicción entre exigir el fin del régimen de Maduro y a la vez la
inmediata convocatoria a elecciones. Por el contrario: la lucha por elecciones
libres ha hecho posible ese inmenso apoyo internacional que hoy tiene la
oposición. A la vez, imponer elecciones libres significa salir de la dictadura.
Por eso, el llamado a elecciones libres –tengan lugar o no- debe ser
considerada como la más radical de las exigencias. Por el contrario, exigir la
caída de Maduro pasando por alto la razón electoral, delegaría todas las
esperanzas a una hipotética ruptura al interior de las FANB, rupturas desde
donde deberían surgir supuestos generales redentores de la nación. Por esas
razones, todo llamado a derribar a Maduro sin exigir elecciones libres, es
directa o indirectamente golpista. Sin elecciones de por medio, solo los
militares pueden derribar a Maduro.
7. No se
excluye por supuesto que los militares puedan experimentar rupturas o
divisiones, como ha sucedido en diversos procesos históricos. Pero esas solo
pueden ser posibles si los militares son confrontados directamente con la
Constitución y no con llamados a derribar a una dictadura de la cual no pocos
de ellos forman parte. Pues en la Venezuela de Maduro los militares no solo
cumplen la función de defender a grupos en el poder. Ellos mismos son parte del
poder; y como militares, no siempre entienden la diferencia entre el poder y la
violencia.
8. El
quiebre del estamento militar es solo una hipótesis entre varias. Pero intentar
hacer política en torno a hipótesis o escenarios imaginarios, es renegar de la
política. Eso no impide mantenerse preparados frente a la posibilidad de que se
produzcan acontecimientos inesperados. La historia del futuro no está escrita.
9. La
dictadura de Maduro, como toda dictadura, es una dictadura militar. Bajo esas
condiciones, los militares, si acceden directamente al poder, puede que lo
hagan solo para cambiar una dictadura militar con Maduro por una dictadura
militar sin Maduro. En pocos países del mundo, en Venezuela menos, los
militares se han caracterizado por ser baluartes de la democracia. Así lo ha
entendido el presidente de la AN, Julio Borges, quien se dirigió en los
momentos previos al 19-A a las FANB no para invitarlas a hacerse de un poder
que en el hecho ya tienen, sino para exigirles el mínimo respeto que merece la
Constitución Nacional. A la misma a la cual juraron obediencia. Más no se les
debe pedir.
10. Las
jornadas iniciadas el 19-A han sellado una triple unidad. Unidad entre los
partidos. Unidad entre los líderes con sus representados, líderes que lo han
dado todo poniendo incluso en juego la integridad corporal. Y, no por último,
unidad de la oposición con los gobiernos democráticos del mundo y con esa
solidaria OEA dirigida por Luis Almagro. Si esa triple unidad se mantiene, los
días que anuncian el fin de la dictadura no se verán muy lejanos.
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