Por Leonardo Morales P.
Las calles no se vacían,
siguen llenas de ciudadanos que protestan. Todos los días y a diversas horas,
gritos claman por un cambio de rumbo. Es una protesta de miles, de millones de
personas que alzan la voz contra un régimen cuyas virtudes democráticas
terminaron de palidecer en la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia.
También uniformados de
cuerpos militares y policiales, hacen su aparición en la calle para reprimir a
quienes tienen sobradas razones para protestar, no para combatir el hampa, de
eso no se encarga nadie. A estos uniformados se unen otros que, al amparo de
los primeros, destruyen bienes públicos y privados, pero más grave aún, atentan
contra la vida de los ciudadanos.
La protesta ha sido dura,
diaria y, hasta ahora, multitudinaria. La magnitud de la represión ha sido
también dura, inusualmente violenta. Muchos detenidos, con o sin informe
policial, pero presos. Los muertos aumentan diariamente. Lágrimas, dolor y rabia
aprisionan a los deudos.
La protesta seguirá, razones
sobran, no hace falta seguir explicándolas. La represión continuará, seguirá
siendo violenta, desmedida y obtendrán nuevos fallecidos. El gobierno necesita
poner en evidencia lo que algunos distraídos dudan: su fortaleza. El régimen
necesita atemorizar al pueblo y recurre a todos los medios. El gobierno no se
está cayendo y necesita hacerlo saber dentro y fuera del país.
El gobierno reprime y la
oposición toma la calle. Protesta, represión, gases, disparos, asfixiados,
heridos, presos y muertos. Ese es el escenario diario, nada ha cambiado. En esa
ruta, sin mirar hacia los lados, se llenarán los penales, las salas de
emergencia y los cementerios.
Alguien tiene que
atravesarse. Debe aparecer uno o varios individuos con indiscutible auctoritas
para llamar la atención a uno y otro lado. Hay que impedir que se profundicen
odios entre ciudadanos que comparten una misma nacionalidad y un mismo
territorio. No hay razón para que luego de cada protesta el gobierno sume otros
muertos a su cuenta.
El país necesita una salida
que debe ser negociada con los que hoy se enfrentan. Una negociación política
puede abrir los caminos para una solución a la crisis que lleva al país por
derroteros indeseados. Hay que decirlo con claridad: es una negociación
política la que puede devolver la normalidad extraviada desde inicios de este
siglo.
Los tres expresidentes, que
van y vienen, fracasaron en su intento. Los acuerdos arribados en la Mesa de
Diálogo no se cumplieron. Los facilitadores nunca imaginaron que la palabra del
chavismo hay que acompañarla de fiadores.
Una negociación debe
garantizar el pleno ejercicio democrático que pasa por el reconocimiento del
veredicto popular del 6D, que otorgó amplia mayoría a la oposición en la
Asamblea Nacional. Reconocer y aceptar las funciones de la AN es una aspiración
irrenunciable, así mismo, exigir el restablecimiento de los derechos del estado
Amazonas en cuanto a su representación en la AN.
Insistir en el cumplimiento
de la Constitución fijando la fecha de elecciones de gobernadores, suspendidas
en clara violación de la norma constitucional, y la fecha de las elecciones de
alcaldes y concejales cuyo ejercicio vence este año 2017. Y, qué impide, que se
fije la fecha de las elecciones presidenciales de una vez.
Una negociación que repare
los daños infringidos al régimen democrático permitiría posteriormente actuar
en aquellos otros asuntos que han sido colocados en la mesa de negociación:
ayuda humanitaria, liberación de detenidos y de otros tantos que requieren del
concurso del Ejecutivo y del Legislativo.
28-04-17
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