Por Fátima Dos Santos
Todo el mundo tiene razón, y
ese es el problema. El sistema electoral chavista es una letrina multinivel. En
2004 retrasaron todo lo posible el referéndum revocatorio contra Chávez, para
poder, en el ínterin, crear infinidad de Misiones que daban dineros directos y
que exigían lealtad electoral. El inefable Jorge Rodríguez armó una elección
automatizada para la cual contrató a una empresa apenas conocida, y logró que
los votantes tardaran doce horas más en la cola y que los resultados demoraran
cuatro horas en darse. Cosas del progreso.
El sistema se fue
perfeccionando, y el mundo tenía la imagen de un gobierno amado que no perdía
ninguna contienda. Para 2012, VTV y el sistema de medios públicos se dedicaban
día y noche a hacer campaña a favor del gobierno, Miraflores pagaba las
marchas, los empleados públicos eran amenazados con despidos y los camiones de
Corpoelec colgaban pancartas. Un miembro del PSUV me contó cómo, el día de las
elecciones, iban al BCV a sacar sacos de billetes (hoy no podrían) para
reclutar votantes en las calles, montarlos en un camión del ejército y
llevarlos a sus centros electorales. Se implementó el 1x10 y todos los beneficiarios
de misiones recibían su correspondiente llamada para sugerirles amablemente que
fueran a votar o los dejaban sin… A pesar de todo, la “victoria perfecta” fue
pequeña (y pírrica: Chávez murió enseguida), y la protagonista de la noche fue
La Baranda, sin que nadie entienda aún por qué un sistema automatizado tarda
horas en sumar.
En giros que perfeccionan aún
más el “procedimiento”, las siguientes elecciones nos trajeron el voto
acompañado y el voto subrogado. Por ejemplo, si vives en una Misión Vivienda,
colocan un centro de votación en el edificio (no importa cuántos votantes
tenga) y un funcionario vigila que marques las opciones obligatorias. También
funciona así si eres un ruso, chino o iraní nacionalizado a la carrera y no
hablas español. Si eres soldado, antes de abrir las mesas el oficial recoge tu
cédula y las de tus compañeros y vota por ti. Y hablo sólo de lo que conozco
directamente, porque también hay mitos urbanos de negociaciones “de Baranda” y
de cables submarinos.
Todos los que vivimos en
Venezuela sabemos que las elecciones no son limpias.
Pero también ocurrieron el
referéndum constituyente de 2007 y las elecciones legislativas de 2016, entre
otras, en las cuales el sistema electoral más viciado del mundo ha tenido que
lidiar con resultados adversos, a pesar de todo. Aun así (todo hay que decirlo)
tiene razón todo aquel que alega que, sea como sea, no respetan la voluntad del
elector. Los alcaldes que ganan son inhabilitados o hechos presos, la Asamblea
Nacional fue anulada de facto.
Pero sin duda, cuando la
oposición gana elecciones el gobierno está en una situación mucho más incómoda.
Sin embargo, muchos influencers, especialmente en twitter, se desgarran
llamando a abstención. ¿Por qué?
Yo regreso a 2004, mientras
esperaba los resultados en casa de mis padres, con la piel marcada por el sol
de todo el día, adolorida del plantón, segura de ganar. Me quedé dormida y mamá
me despertó llorando al filo de la madrugada para darme la noticia. Pocas
veces, siendo adulta, he tenido esa sensación desoladora de pérdida e
inutilidad. Y yo también dije en ese momento “no se vuelven a burlar de mí”.
Que al menos mi orgullo quede intacto en la vorágine de un país que se vuelve
ñoña. Pero el dolor pasa, y uno entiende que el orgullo no sirve para enfrentar
el caos. Apenas funciona para conservar una imagen potable de ti mismo. No es
adecuado llamar a eso dignidad: es narcicismo. Lo realmente digno es hacer lo
correcto, y lo correcto es enfrentar la injusticia sin perderse a uno mismo. Y
en este caso, tal vez eso signifique votar mientras se protestan las
condiciones injustas en las cuales se hace. Es cierto: suena un sinsentido. El
quid está en ser realistas con los objetivos.
Estoy segura de que las
elecciones no serán limpias, de que maltratarán a la oposición, de que
apresarán a los ganadores. Iré a votar para ponerles las cosas cada vez más
difíciles, para forzarlos a ser cada vez más malvados y más obvios, para
desenmascararlos ante Japón y Francia, para que cada vez los odien más.
Funciona para mí.
23-09-17
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