PEDRO GARCÍA OTERO 22 de septiembre de 2017
Carlos
Raúl Hernández es uno de los analistas políticos más reputados del país. Cada
domingo, desde su columna en El Universal, llama a la sindéresis en un país que
ha perdido el equilibrio: Un equilibrio que, para lograr estabilidad, “no podrá
ser perfecto, a lo mejor no reflejará el equilibrio del país; tiene que ser un
equilibrio político”, afirma.
-¿Cómo
ve la circunstancia del país? ¿Es necesario un diálogo?
-Ha
sucedido algo muy bueno: Tras muchos años desacreditando la idea del diálogo,
este ha surgido nuevamente. Hay mucha agua que recoger, muchas palabras que
tragarse; y el diálogo se está produciendo. Hay información sobre varias
instancias en las que se está concretando un diálogo.
Las
crisis en los países son de dos tipos: Las que terminan con los países
destruidos, “Estados fallidos”, esos en los que los grupos de poder no logran
ponerse de acuerdo; y otros donde sí se han puesto de acuerdo y han resuelto
sus conflictos, y han vuelto a progresar, como Colombia, Guatemala o El
Salvador.
Por
fortuna, hay elementos que permiten pensar que en Venezuela ha aterrizado el
ángel del entendimiento.
-¿La
confianza entre los actores de ese diálogo no está demasiado deteriorada?
-En
los procesos donde hay conflictos normalmente las partes se odian.
Afortunadamente, para eso existen los mediadores, que han logrado sentarlos
unos frente a otros. En Venezuela han faltado mediadores; al Papa, cada vez que
ha intentado acercarse, lo han sacado prácticamente a tomatazos. José Luis
Rodríguez Zapatero se ha salvado de que lo linchen en una plaza pública de
Caracas; y en la OEA, que hubiera podido cumplir una labor de mediación, Luis
Almagro, lamentablemente, confundió su papel. Hubiera podido ser más útil si
hubiera cumplido el papel de meterse a resolver el conflicto.
Por
fortuna creo que Zapatero ha recuperado la condición de mediador y ha logrado,
según la información que circula por el “correo de las brujas”, sentar a los
factores de la oposición. Deseo tener confianza a que eso conduzca a
soluciones.
-¿Usted
ve en el Gobierno buena voluntad? El Gobierno quiere imponerle la Asamblea
Constituyente a una mayoría del país que la rechaza, según todas las encuestas.
-Es
que esa es la situación. Pareciera que los actores todavía piensan que pueden
derrotarse el uno al otro, sin necesidad de conversaciones o que medie nada.
Por fortuna, poco a poco se están dando cuenta de que no hay una salida que no
sea negociada.
-En
democracia, las diatribas se resuelven electoralmente. Esa fue la historia de
Venezuela en los últimos 60 años. ¿Por qué ahora necesitamos una negociación?
-Meterse
en plano histórico nos saca de foco. Hoy, el problema está, como en todos los
procesos de transición democrática que ha habido, como los de los países
socialistas, en esos países no se registraron persecuciones masivas a los
dirigentes luego de que perdieron el poder. Por el contrario, en muchos de esos
países, reconvertidos, continúan en la política o son empresarios.
Si
queremos una transición exitosa, tenemos que quitarnos de la cabeza el tema de
la venganza. La negociación tiene que ser esencialmente para darle garantías a
este Gobierno, que como sabemos, está resquebrajado, tiene 90% del país en
contra, de que no se van a producir cacerías de brujas.
Eso
implica decisiones políticas, y garantías de espacios de poder: En el caso
nicaragüense, al cual yo cito mucho, la señora (Violeta) Chamorro tuvo que
dejarle a Daniel Ortega, a través de su hermano Humberto, el Ministerio de la
Defensa; la transición chilena tuvo que dejarle a (Augusto) Pinochet la
comandancia del Ejército, y la mayoría relancina del Senado, con ocho senadores
militares que no elegía nadie.
Si no
nos acostumbramos a la idea de que hay que darle garantías al chavismo para que
se vaya, y que no va a haber cacerías en la calle, ni linchamientos, vamos a
tener muchos problemas para vencer.
-Habla
de justicia transicional. ¿Quién podría estar a cargo de esa justicia?
-Hay
experiencias muy distintas, Yo tengo muchas reservas en relación con las
comisiones de la Verdad, que muchas veces terminan abriendo más las heridas. En
Suráfrica, el torturador que mató a Steve Biko contó con gran cinismo como le
hizo tragar una hojilla y le destripó los testículos de una patada, y por
contarlo quedó libre. Yo creo que hay que establecer espacios institucionales
que se respeten, y eso implica un sacrificio de parte y parte.
No
vamos a gozar de entrada una democracia perfecta, ni siquiera una como la que
teníamos antes, sino que vamos a tener unos antipáticos espacios que deben
conservarse para que el país pueda gradualmente estabilizarse.
-¿Cómo
se hace potable esa idea tan antipática para una sociedad con estas heridas?
-Bueno,
tú imagínate lo que puede haber significado para la sociedad surafricana que
aquel torturador dijera lo que había hecho con Biko. El dilema es si queremos
entrar en una guerra, o vamos a hacer un esfuerzo muy grande para olvidar y
seguir adelante.
-Usted
decía que había una negociación en marcha. ¿Qué rol puede jugar la comunidad
internacional?
-Sería
ideal una intervención de países amigos, como la del Grupo Contadora. La OEA no
ha podido decidir un acuerdo de amigos. Así como veo que hay síntomas de
negociación, creo que aún no hemos sufrido lo suficiente como para que se
entienda que la necesidad de diálogo es dramática. Desgraciadamente nos hemos
dado cuenta de que el liderazgo le hace demasiado caso al público de galería
que se expresa a través de las redes sociales.
-¿Qué
le recomienda al país?
-Hay
que entrar en la negociación, en el diálogo, el entendimiento… cualquiera de
estas “palabras malditas” que se quiera usar. Hay que acostumbrarse a la idea
de que hay que respetar espacios institucionales del chavismo y la oposición,
que no es una idea simpática. Hay que hacer un diseño de un país en equilibrio,
aunque no sea perfecto y no represente el equilibrio real de la sociedad, un
equilibrio político. Y espacios de justicia transicional.
A
partir del momento en que empecemos a negociar, empezamos a delinear
instituciones que nos lleven a una transición en la que pudiéramos estar si los
dos factores se ponen de acuerdo en la necesidad de buscar una salida, que
ambos entiendan el peligro de no conseguirla, ese día estaremos en una transición.
-¿Es
la Constituyente un peligro?
-Yo la
veía en principio más grave. Se ha debilitado, va a ser un bagazo de
Constituyente. Incluso si se llegara a instalar. Se le convirtió al Gobierno en
un problema, y está atrapado en qué es peor, si suspenderla o mantenerla. Yo no
entiendo cómo el Gobierno va a poder trajinar con un organismo tan absurdo, tan
contrahecho, por el que va a votar tan poca gente y está tan desacreditado,
rechazado por cualquier país. Debería hacerse un esfuerzo por encontrarle una excusa
honorable.
PEDRO
GARCÍA OTERO
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico