Por Luisa Pernalete
Muchos padres celebraron, con
muchísimo esfuerzo, el hecho educativo al mandar a sus hijos a su primer día de
clase. La profe Luisa reivindica el derecho de muchos padres cuyos hijos en
Venezuela murieron con menos de 1 año.
“Cristhian tenía 11 años.
Murió el 13 de septiembre. Un paro respiratorio. Hacía cuatro meses que se
había contaminado con unas bacterias en la sala de nefrología. Esa muerte se
pudo haber evitado. Se han muerto 12 en lo que va de año, 7 por la
contaminación de unas bacterias… Bacterias hay en todos los hospitales, pero si
hay los medicamentos indicados y se aplican con rigurosidad, los pacientes se
pueden salvar”… y sigue Katherine su relato de los dramas que se viven en las
salas del hospital caraqueño de niños José Manuel de los Ríos (JM de Los Ríos).
Ella es abogada, pero
desde hace varios años, junto con Isabel, Ivet, Daris y casi una docena más de
mujeres -o súper- mujeres, miembros de la ONG Prepara Familia, se han
convertido en una especie de ángeles de la guarda de las madres que
velan día y noche, por sus hijos en el hospital. En esta conversación sólo
mencionaba las víctimas de la sala de nefrología. ¿Quién paga esas muertes?
Va completando el cuadro. “A
veces no hay ni lo mínimo -comenta- como analgésicos, antibióticos…” ¡Un
hospital de niños, referencia nacional sin medicinas para calmar el dolor, sin
antibióticos! Reconoce que no es el único hospital de niños que está mal, pero
ese es donde su Prepara Familia (@preparaflia) -ahora parte de la Redhnna- está centrando su atención y trabajo.
Quiero detenerme en la frase
que mencionó varias veces: “Son muertes prevenibles. Si solo hubiesen tenido
los antibióticos a tiempo” ¡Es como para llorar! No entiende uno porqué las
autoridades no ven estos dramas y no autorizan ya la apertura del canal
humanitario. Reconoce Katherine que desde el 2013 la situación se ha ido
agravando de manera preocupante, y fue cuando decidieron dejar el trabajo
silencioso y empezaron a hacer denuncias públicamente. “Se nos acerca gente a
ofrecer ayudas, nos hacer llegar medicinas, insumos, hay mucha gente generosa”.
La escucho y asiento, sé que es así, pero estos dramas no tendrían por qué
recaer en los hombros de estas mujeres y de las madres y padres con hijos
enfermos, con derecho a la salud siempre vulnerado todo eso en un país
petrolero que manda ayuda a países hermanos pero olvida a sus propios hijos.
Hay que recordar que en el
2016, según datos del Boletín Epidemiológico -o sea, oficiales- las muertes
infantiles fueron 11.466, 30% más que en el año anterior. ¡11.466 menores de 1
año! No llegaron a caminar, no llegaron a la escuela, murieron en pañales.
¿Hacen falta más datos, más muertos?
En mayo, cuando cada semana se
nos encogía el corazón ante cada joven asesinado por protestar, titulé una de
mis columnas La juventud no puede ser el final para los venezolanos, ahora
escribo que La infancia no puede ser el final,pero está
siendo el final para muchos… muertes que se pueden prevenir.
Completemos el panorama de ser
niño o niña en Venezuela con los reportes de Cáritas, que está monitoreando la
desnutrición infantil parroquias en varios estados del país. Cada vez que
escucho a Susana Rafalli, me lleno de preocupación y de indignación, pues como
bien dice la especialista también esto se pudo haber evitado, la desnutrición
severa en 15% de los niños monitoreados no comenzó la semana pasada. Por
cierto, la FAO, que hace un tiempo dio premio a Venezuela por sus logros en
alimentación, hoy reconoce que en nuestro país hay 4,1 millones desnutridos… O
sea que Cáritas no inventa.
No quiero cerrar estas líneas
sin recordar a las muertes infantiles por malaria, difteria, sobre todo en
Bolívar, muchos pacientes sin tratamiento por falta de medicamentos, en la
región del Arco Minero, del oro en el subsuelo y pobreza y muerte en la
superficie.
Nada de esto lo escribo para
que nos paralicemos, al revés, lo hago para que pongamos nuestro cerebro
creativo a funcionar: ¿Qué más debemos hacer para que los que toman las
decisiones autoricen el canal humanitario?Cuesta entender porque no lo han
hecho. Se pregunta uno si no conocen casos, si el corazón se les endureció a
tal punto que la muerte de un pequeño no los conmueve. ¿Y si fuera el hijo de
uno de ellos? ¿Sera verdad lo que decía Gandhi? ¿“Se puede despertar al
dormido, pero no al que se hace el dormido”? Nuestros niños y niñas tienen
derecho a llegar a viejos. La infancia no puede ser el final.
22-09-17
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