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jueves, 28 de septiembre de 2017

El voto y el uso de la mayoría, por @amoleiro



ALONSO MOLEIRO 27 de septiembre de 2017

En el país ha quedado superada cualquier interpretación convencional sobre un estado democrático cualquiera. El gobierno ha sobrepasado su propia línea, ejecutando un fraude que poco antes lucia, incluso, no muy viable en términos políticos. La “maldad”, finalmente, ha sido ejecutada.

El escenario rupturista planteado obliga a las fuerzas democráticas a entenderse con la realidad en los términos existentes. Se ha consumado un golpe, pero no se ha logrado domeñar a una sociedad de masas galvanizada, con varias décadas de existencia, reservorio natural de iniciativas civiles y políticas que todavía pueden ser fértiles. La consolidación de un entorno internacional amigo de la Democracia se tiene que encontrar con nuevas señales desde el país. Si el deseo de cambio de los venezolanos es mayoritario, lo único que no puede dejar de hacer la Oposición es renunciar al uso de su mayoría. Aún si la cuesta es empinada. Se vota en Democracia, de fiesta; y se vota en Dictadura, como se votó en Chile y en Polonia, asumiendo el desafío.

Erosionado en todos los estudios de opinión, y acorralado ante la catastrófica vorágine que ha creado, el chavismo desarrolla de nuevo, con innegable habilidad, una estrategia que ya le ha funcionado en ocasiones anteriores: desmovilizar con la promoción de la desmoralización. Emporcar el tránsito electoral del enemigo. Llenarlo de condiciones humillantes. Busca Maduro, de nuevo, provocar una ruptura, enfrentar liderazgos; consolidar la idea de cualquier decisión de competir en unas elecciones comportaría una integración sin incordios en torno al actual orden político y sus intereses.

Votar puede ser una manifestación política que cobre pleno sentido si es correctamente interpretada. Si el ejercicio de este derecho es tomado como otra expresión de la protesta, sin ánimo festivo, con luto popular, que ha decidido asumir y hacer valer, como sea, su condición mayoritaria. Como la continuidad natural de los episodios que han tenido lugar en los años anteriores. El poderoso chavomadurismo de 2014 no es, jamás, el minúsculo movimiento que hoy gobierna con apoyo militar.

Todos sabemos que no vamos a resolver gran cosa eligiendo Gobernadores. La arquitectura de gobierno de Venezuela se vino abajo hace rato. Es imposible, y es completamente lógico, divorciar esta consulta de la atmósfera política que la ha precedido. Es interpretando ese contexto que tendría sentido salir a votar. La sociedad venezolana tiene que organizarse para enviar mensajes con contenidos netos, que hagan combustión con la comunidad internacional.

Le queda al país una última gabarra: 2018. El año en el cual están planteadas las elecciones presidenciales. Es una instancia en el calendario de un poderoso contenido simbólico, que está enviando señales opuestas a sectores enfrentados. 2018 debe encontrar a la ciudadanía lista, organizada para presentarse a votar y hacer valer su mayoría donde y como sea necesario.

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