Por Simón García
En el campo de la oposición y
del gobierno hay rechazos internos a una negociación, El objetivo de ella es
realizar una transferencia del poder en las condiciones más ventajosas para el
país y con determinadas concesiones a quienes van a ir a unas elecciones,
obligados por la presión internacional, a respetar sus resultados.
La negociación es un camino
tenso, conflictivo e irregular. Supone que cada parte actuará para obtener los
mayores logros con los menores costos, aunque ambas opten por resolver con
votos lo que no les conviene intentar solucionar con otras armas.
El proceso tiene varios
obstáculos. El primero es que desecha la idea de conquistar todas las demandas
de una sola vez, esperar una explosión social o una incierta acción militar que
nunca llega. El segundo es que hay que pagar un precio, para ahorrar mayores
sacrificios y muertos, que no es fácil aceptar.
Hay que contrastar lo que se
obtiene en rescate de la democracia y de la Constitución, frente a la
perspectiva de consolidación de una dictadura. Y si el balance es positivo para
iniciar la superación de las crisis, la estabilidad del país sobre bases
democráticas y la consecución de un nuevo gobierno, entonces el deber de
partidos y dirigentes es promover claramente la negociación como una de sus
luchas y dedicarse a vencer todas las maniobras, provocaciones y
descalificaciones de quienes la descartan por intereses y juegos particulares.
Pero no hay que olvidar que la
negociación es un medio para encontrar soluciones dentro de una estrategia de
lucha en varios otros tableros. No es una renuncia a los objetivos de ninguna
de las partes, sino la convicción de que es la opción preferible para ambas,
entre todos los otros desenlaces probables.
El punto fuerte de la actual
negociación es la realización incompleta de las elecciones regionales como
resultado de la capacidad de movilización interna mostrada por la oposición y
la determinación de los actores internacionales de no permitir la instauración
de una dictadura en Venezuela. La oposición debe ganarlas y demostrar, frente a
todos los ventajismos que seguirán operando, que la democracia es una causa
nacional imposible de doblegar.
Un triunfo contundente
aumentará la presión para que el actual poder acepte anticipar la elección
presidencial y admita sus resultados. Pero la MUD debe explicarle a toda la
población lo que el país ganará con una transición acordada y convencerlo de lo
que está dispuesto a ceder en aras de ponerle fin a la tragedia que vivimos.
Callar es dejar que el
pensamiento extremista de lado y lado, maniobre para sabotear las elecciones.
Es intentar evadir que el país se pronuncie, con opinión y hechos, sobre la pregunta
de fondo: ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por volver a vivir en democracia?
28-09-17
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