Daniel R. Esparza 23 de septiembre de 2017
Bauman,
nacido en Poznam en 1925, tuvo que emigrar con su familia a la entonces Unión
Soviética cuando apenas era un niño, huyendo de la persecución nazi.
Nuevamente, en 1968, tuvo que huir del que entonces era su país, escapando de
la purga antisemita que siguió al conflicto árabe-israelí. Se radicó
temporalmente en Tel Aviv, para luego terminar en Inglaterra, donde hizo
carrera en la Universidad de Leeds. En una entrevista relativamente reciente
(de enero de este año) con Ricardo De Querol para Babelia, en El País, explica
cómo las redes sociales, si bien han cambiado en buena medida la manera las
formas tradicionales del activismo social, no son sino un sustituto de la
formación de auténticas comunidades.
Ricardo
De Querol inicia su pregunta a propósito de las redes sociales citando al
propio Bauman, quien señala que el activismo online es “activismo de sofá”, y
que la Internet las más de las veces sólo nos “adormece con entretenimiento
barato”. De Querol pregunta, así, si las
redes sociales no son, parafraseando a Marx, el nuevo “opio del pueblo”. Bauman
no duda en responder que la identidad, como las comunidades, no son algo que se
deba crear, sino algo que “se tiene o no se tiene”.
“Lo
que las redes sociales pueden crear” –señala el sociólogo- “es un sustituto. La
diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero
la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a
la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la
soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las
redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades
sociales”.
Estas
habilidades, señala Bauman en su entrevista con De Querol, se desarrollan en el
contacto cotidiano humano directo, en espacios compartidos, sean públicos o
privados: en la calle, en los espacios de trabajo, en los que es necesaria una
interacción “razonable” con la gente; esto es, en interacciones que exigen de
diálogo, negociación y de apertura.
A
propósito de ello, Bauman no duda en evocar el hecho de que el Papa Francisco
concedió su primera entrevista después de haber sido electo como Sumo Pontífice
a un periodista abierta y militantemente ateo, Eugenio Scalfari. “Fue una
señal”, señala Bauman: “el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo
mismo que tú”.
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