EMILI J. BLASCO 25 de septiembre de 2017
Donald
Trump ha elevado a Venezuela a la categoría de «rogue state» (como
Washington llamó a la Libia de Gaddafi y al Irak de Sadam Husein), no todavía
bautizándole oficialmente como tal, pero sí tratándole de acuerdo con esa
etiqueta.
Trump
está poniendo a Venezuela casi a la altura de Corea del Norte: los dos países
fueron el foco de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas de la semana pasada, y después ambos fueron incluidos en la lista de la Casa Blanca que prohíbe la entrada de sus
nacionales en Estados Unidos (en el caso venezolano afecta solo a funcionarios
bolivarianos y sus familias).
Trump
trata así a Venezuela no porque suponga una amenaza directa a la paz mundial,
como ocurre con el régimen norcoreano, sino por el carácter delincuente (rogue)
de su estamento gobernante: un narcoestado sumido en una enorme corrupción y
responsable de la brutal represión de sus ciudadanos.
Para
la Casa Blanca, Venezuela es un estado malandro que afecta
directamente a la seguridad regional, por la implicación gubernamental en
el narcotráfico, por contaminar las finanzas internacionales
al lavar dinero con PDVSA, por el desbordamiento de la crisis
humanitaria que está viviendo el país y por la palanca
geopolítica que puede suponer para ciertas potencias
extrahemisféricas.
Momento crítico
La
caricaturización del líder coreano que Trump hizo durante su intervención ante
la Asamblea General de la ONU –apodándole «rocket man»– ha
quedado ya como uno de los momentos estelares de esos encuentros anuales, como
aquel de 2006 en el que Hugo Chávez se refirió a George W. Bush como el
demonio, por el supuesto olor a azufre que el mandatario
estadounidense había dejado allí el día anterior.
Durante
su presidencia, Bush tuvo la política la de ignorar las
bravuconadas de Chávez, evitando incluso mencionarle en público. Barack Obama
también optó por desechar los intentos de intercambio dialéctico
realizados desde Caracas, primero con Chávez y después con Maduro. Solo al
final de su presidencia, cuando el acuerdo de deshielo con Cuba ya no
peligraba, Obama procedió a unas primeras sanciones contra funcionarios chavistas.
A
Trump le ha pasado con Venezuela tal como le ha ocurrido con Corea del Norte.
Bush y Obama pudieron soslayar la confrontación directa con Pyongyang porque en
sus mandatos el momento crítico aún no había llegado. Pero hoy el régimen de
Kim Jong-un está a un paso de alcanzar el estatus de potencia nuclear, de
manera que Washington se encuentra ante una decisión inaplazable:
aceptar que Corea del Norte tenga la bomba atómica o lanzar un ataque, que
sería especialmente destructivo para ambos bandos, para evitarlo.
También
en Venezuela se ha llegado a un punto que exige la actuación internacional,
como reconocen casi todos los países americanos.
EE.UU. se ve agredido
En su
discurso ante la ONU, Trump expresó su disposición a confrontar a aquellos
países que no cumplan, según dijo, con las dos obligaciones básicas de un
estado: respectar los intereses de su propia gente y respetar los derechos de
cualquier otra nación soberana. Para el presidente estadounidense Venezuela
no está cumpliendo ninguna de las dos.
El
país caribeño se ha convertido claramente en un estado autoritario y
represivo, que por cuestiones ideológicas maltrata a sus ciudadanos, al no
responder a sus necesidades de alimentación, sanidad y derechos cívicos.
Además, ya ha quedado suficientemente descubierta la trama criminal de sus
estructuras gubernamentales, que inundan de droga Estados Unidos y contaminan
el sistema financiero estadounidense al utilizar el dólar en sus operaciones
ilícitas.
Contra Maduro y Cabello
Las
advertencias de Trump a Maduro, pues, no son un capricho del magnate
neoyorquino, aunque muchas veces sus expresiones no sean las más oportunas.
Prueba de ello es que el escalonamiento de sanciones emprendido por la Casa
Blanca ha empezado a ser secundado.
La
semana pasada, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ordenó congelar
posibles bienes de cuarenta dirigentes chavistas (entre ellos Nicolás
Maduro y Diosdado Cabello) y prohibir cualquier relación económica con ellos.
También en la Unión Europea se están barajando sanciones, tal como ha
solicitado España.
Trump
sugirió en la ONU que podría presionar a países de la región
para que también apliquen sanciones. «Pido a todos los países hoy presentes
aquí que estén preparados a hacer más para resolver esta verdadera crisis»,
dijo, después de destacar los estrechos lazos económicos que unen a EE.UU. con
varias naciones latinoamericanas. Esto último puede interpretarse como una
advertencia de que Washington podría utilizar sus acuerdos de libre comercio
para exigir que los vecinos regionales también cierren el cerco a Venezuela.
Lo que Trump dijo en la ONU
«También
hemos impuesto sanciones duras y calibradas al régimen socialista de Maduro en
Venezuela, que ha llevado a la que fuera una nación próspera al borde del
colapso total.
La
dictadura socialista de Nicolás Maduro ha infligido un terrible dolor y
sufrimiento al buen pueblo de ese país. Este régimen corrupto destruyó una
nación próspera al imponer una ideología fallida que ha traído consigo pobreza
y miseria en todas partes donde se ha probado. Para empeorar aún más la
situación, Maduro ha desafiado a su propio pueblo, al robar el poder a sus
representantes elegidos para preservar su desastroso mandato.
El
pueblo venezolano está muriendo de hambre, y su país está colapsando. Sus
instituciones democráticas están siendo destruidas. Esta situación es
completamente inaceptable, y no podemos permanecer pasivos y observar.
Como
vecino y amigo responsable, nosotros y todos los demás, tenemos un objetivo:
ayudarlos a reconquistar su libertad, recuperar su país y restaurar su
democracia. Quisiera agradecer a los líderes en esta sala por condenar al
régimen y brindar un apoyo vital al pueblo venezolano.
Los
Estados Unidos han tomado medidas importantes para exigir responsabilidades al
régimen. Estamos preparados para tomar nuevas medidas si el Gobierno de
Venezuela persiste en su camino hacia la imposición de un gobierno autoritario
al pueblo venezolano.
Tenemos
la suerte de contar con relaciones comerciales increíblemente fuertes y
saludables con muchos de los países latinoamericanos reunidos aquí hoy. Nuestro
vínculo económico constituye una base fundamental para hacer avanzar la paz y
la prosperidad de todos nuestros pueblos y todos nuestros vecinos.
Pido a
todos los países hoy aquí representados que se preparen para hacer frente a
esta verdadera crisis. Hacemos un llamado a la restauración plena de la
democracia y las libertades políticas en Venezuela. (Aplausos)
El
problema en Venezuela no es que el socialismo haya sido mal implementado sino
que el socialismo ha sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética
hasta Cuba y Venezuela, donde quiera que se ha adoptado el verdadero socialismo
o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso. Aquellos que
predican los principios de estas ideologías desacreditadas solo contribuyen al
sufrimiento continuo de las personas que viven bajo estos crueles sistemas.
Los
Estados Unidos apoyan a toda persona que viva bajo un régimen brutal. Nuestro
respeto a la soberanía es también un llamado a la acción. Todos los pueblos
merecen un gobierno que vele por su seguridad, intereses y bienestar,
incluyendo su prosperidad».
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