Por Hugo Prieto
1936 es sin duda un momento
luminoso. Todo el quehacer venezolano orientado a la modernidad arranca ese
año. La construcción de los partidos políticos, la democracia más cerca que
nunca, y el gran desafío de convertir a Venezuela en un país habitable desde el
punto de vista sanitario.
La élite médica formada en
Europa —Gustavo Machado, Pastor Oropeza, Enrique Tejera, entre otros— entendió
que el camino al cielo pasaba por Venezuela. Por eso regresó a construir un
sistema sanitario de carácter universal, aunque no fuera un mandato expreso de
la Constitución, como luego se plasmaría en la Constituyente del trienio adeco
(1945-1948). Fue Arnoldo José Gabaldón, quien al frente de un formidable
ejército sanitario, erradicó la malaria —además de otras enfermedades
endémicas—, mucho antes de que lo consiguiera la Unión Soviética. Algo más que
vergüenza deberíamos experimentar los venezolanos al comprobar que tanto la
malaria, la difteria, el sarampión, la tuberculosis, han regresado para
difuminar el velo de la muerte. “Sobre los vestigios y las ruinas de lo que
esos hombres construyeron caminamos nosotros”, dice Gustavo Villasmil, médico
especializado en Higiene Industrial y en temas sanitarios.
¿Cuáles serían las causas de
que las enfermedades endémicas, erradicadas en el pasado, estén reapareciendo
en Venezuela?
Los grandes planes urbanos,
desde Rotival en adelante, de alguna manera, estaban pensados para hacer de la
ciudad no sólo un espacio funcional y estético, sino de sanidad. Mi generación
es tributaria de la vacuna, del antibiótico, de la anestesia quirúrgica, así
como de los planes de electrificación y de acueductos nacionales. Pero la
generación de mis abuelos no, se infectaba y moría. Esas condiciones, que
hacían de la ciudad un espacio de sanidad en Venezuela, se han ido perdiendo de
manera evidente.
¿Se han ido perdiendo por qué
se abandonó ese concepto o por qué la infraestructura colapsó?
Se han ido perdiendo en la
medida en que el fenómeno urbano se ha ido degradando. En la misma medida en
que las ciudades, por ejemplo, se convirtieron en un espacio de inseguridad o
dejaron de ser un espacio para el solaz, entonces la gente huye cada vez que
hay un asueto. La ciudad fue enfermando y se convirtió en un espacio propicio
para el contagio. Uno de los principales brotes de trasmisión enteral de la
enfermedad de Chagas, valga decir que a la persona no la pica el chipo en la
selva, sino que se toma un jugo donde viene ya el parásito, se dio en Chacao;
otro en San Juan de los Morros. ¿Por qué ocurre eso? Lo decía Darcy
Ribeiro: El subdesarrollo es coherente. Un tipo que prepara un guarapo en
la calle. No hay sanidad pública, no hay control de alimentos. El Estado no
tiene capacidad para ocuparse de eso.
Aquí hay una suerte de
reivindicación de la economía informal, con estos operativos “a cielo abierto”,
a partir de los cuales se maneja la distribución de alimentos. Eso es lo que ha
proliferado. ¿Qué consecuencias tiene eso?
¿Por qué pasa eso? Porque el
chavismo se apalancó y, finalmente, encarna un discurso profundamente pre
moderno. El agua potable, la luz eléctrica, son expresiones de la modernidad.
Vamos a estar claros, a la gente le gusta bañarse con agua caliente y
esterilizar los teteros de los niños. Eso para el chavismo es un tema menor…
hasta que niños con diarrea llenan las salas de urgencia de los hospitales.
Entonces, vacunas, antibióticos, ambulancias, hospitales que funcionan las 24
horas. ¡Ah! Esas son expresiones de modernidad, digamos, que nuestro país
encarnó epifánicamente en América Latina. En 1956 la gente venía a ver el
Hospital Universitario de Caracas. ¡Qué maravilla! Ahí operó (Christiaan)
Barnard. Velo ahora. En la medida en que la modernidad se puso piche, ¿Qué
emergió? Un conjunto de situaciones que a mí me dijeron estaban superadas y que
si yo quería enterarme de ellas, tenía que leer historia. Ahora resulta que, en
mi consulta clínica, tengo que tomar en cuenta ciertas variables.
¿Cómo cuáles?
Por ejemplo, ¿usted tiene
contacto positivo de tuberculosis? ¿Usted trabaja como minero aluvional en el
estado Bolívar, aun viviendo en Barlovento o en los Valles del Tuy? ¡Ah! Usted
tiene un parásito malárico. La Venezuela de Marcos Vargas, aquella
de Canaima, volvió, sobre todo en la Miranda profunda, porque el hombre,
al quedar desempleado, se iba a trabajar al Arco Minero, a extraer unas pepitas
de oro, no sé si se ganó unos verdes, pero con él vino el parásito malárico,
que a mí me dijeron que había quedado muerto y enterrado después de la cívica
epopeya de Arnoldo Gabaldón. Entonces, le tengo que decir a mis estudiantes que
se lean Casas Muertas, Oficina Número 1, las novelas de Miguel Otero Silva,
para que puedan entender una realidad que mi generación se educó pensando que
estaba en la Historia, en la Literatura. No, ahora está en la sala de
hospitalización.
También se están haciendo
jornadas de vacunación “a cielo abierto” en varias localidades de Caracas. ¿Se
puede vacunar a la población en la plaza pública?
Si tú tienes un programa que
te dé los resultados esperados, no tienes que convocar a la población para que
vaya a la plaza Bolívar. Pero no los tienes. Incluso, organismos que han sido obsecuentes
con el gobierno, me refiero a la Organización Panamericana de la Salud, han
dicho que Venezuela no hizo lo que tenía que hacer. Por eso, en las ciudades
fronterizas como Boa Vista o Cúcuta, las autoridades están alertas, porque han
llegado niños con sarampión. En esos países (Brasil y Colombia), no tienen ese
problema, porque ellos si tienen programas que garantizan resultados
predecibles y permanentes. Nosotros los abandonamos. Eso no es casual. Tiene
una fundamentación política y ética. Ahora, que se activaron todas las alarmas,
tienes que resolver la jugada en home, porque la epidemia viene corriendo las
tres bases. No te sirve la retórica revolucionaria. Llegó la noticia de los
niños que murieron por difteria en Guayana el 12 de octubre. Es decir, el Día
de la Raza o de la Resistencia Indígena. Bueno, resistencia inmunológica no
tuvieron esos niños.
¿Esto afecta a la población en
general o uno podría decir que está focalizada en los sectores más vulnerables?
La difteria llegó hace rato al
área metropolitana de Caracas. En el problema del sarampión, Venezuela está
lejos del mínimo, porque tú no vacunas al ojo por ciento. Hay un famoso número
en epidemiología R0 (r sub cero). En el caso del sarampión es de 16. ¿Qué
quiere decir eso? Que por un caso reportado hay 16. Y cada uno de esos 16 a
otros 16 y así sucesivamente. El sarampión tiene un RO mayor que el del ébola.
Un verdadero escándalo. Difteria tiene un RO mucho mayor que todas esas
epidemias africanas. No sirve que tú vacunes al 50%, al 80%, ni siquiera al
90%. Tienes que vacunar por sobre el 95% para poder decir que has cerrado
razonablemente la ventaja de oportunidad para que se meta la epidemia.
Venezuela, desde hace muchos años, está lejísimo de esa meta. De ahí que el
drama estaba cantado.
Si el país está lejísimo del
95%, un pudiera inferir que hubo un momento estelar. ¿Es el caso?
Los años 60. La vacuna de Salk
(la primera modalidad de vacunación antipoliomielítica que existió en el mundo)
llegó a Venezuela durante el gobierno de Pérez Jiménez. Si hay un país que hizo
una marcha épica en pro de una idea sanitaria es Venezuela. Además lo hizo como
una envidiable política de Estado. Si miras la política sanitaria del
lopecismo, del medinismo, del trienio adeco, de la dictadura militar y de los
primeros años de la famosa IV República, advertirás que hubo estabilidad y que
incluso, con frecuencia, los funcionarios eran los mismos. En el mismo año en
que a Gabaldón le confieren el diploma que certifica a Venezuela como un país
libre de malaria, la Unión Soviética ponía en órbita a la perra Laika. Pero en
el sur de ese país se registraba entre cuatro y cinco millones de casos de
malaria al año. Venezuela asumió sus objetivos a pie juntillas y destacó una
élite de primer orden al frente de la sanidad del país e hizo la tarea.
Aquí no se publican
estadísticas de epidemiología desde hace años. No tenemos información precisa
ni sabemos lo que está pasando en el tema sanitario.
El Ministerio de la verdad ha
dicho que si no hay cifras no hay epidemia. No se crea que esto sea negligencia
o que un tipo mefistofélico borró la data. No, sencillamente no se publican
estadísticas. Han salido bajo presión intensa. El caso de la ministra Antonieta
Caporales (removida del cargo por divulgar cifras que reconocían, en 2017, un
aumento significativo de la mortalidad infantil) o por vías extraoficiales,
incluso por los caminos verdes de colegas que recaban información. El último
caso de malaria en Barlovento fue uno de los momentos más difíciles que me tocó
vivir como secretario de Salud de la gobernación de Miranda. Me tocó reconocer
que 60 años después, la epidemia había reaparecido. Y eso se publicó
en The Guardian de Londres. La información la tomó un periodista
inglés. A mí me llamó un funcionario de tercera línea. Le dije, aquí tengo
la lámina microscópica. ¿A dónde se la envío para que usted vea a los parásitos
bailando? Esa es la política. Si he dicho que no hay malaria y tú vienes a
reportar un caso, tú estás atacando la versión oficial.
Sí, pero resulta que el sol no
se puede tapar con un dedo.
Y la verdad está saliendo a
flote, porque los muchachos llegan con sarampión a Cúcuta. ¿Por qué crees que
el gobierno de Colombia ha logrado agenciar recursos internacionales para
afrontar este problema? ¡Ah! Porque tienen un drama que ni siquiera se ve en la
frontera entre Siria y Turquía o entre Siria e Irak. Yo creo que hay una
versión sanitaria del Estado fallido. Si tiene dos pies, pase el puente Simón
Bolívar, si no se va a morir de hambre. Eso, como se ha dicho, le da visos de
drama regional.
¿Cuáles son las enfermedades
que se van a sumar a las que ya tenemos en lista?
Ya vas a ver el drama cuando
entren las lluvias. El dengue se ha incrementado a una tasa que varía entre el
10% y 15% interanual en Venezuela. El Aedes aegypti encontró un hábitat ideal
en un país, en una ciudad, donde escasea o simplemente no hay
agua.
Entonces, yo vivo con el enemigo. Y, por supuesto, en la misma epidemiología
van aunados al virus del Chikungunya y el Zika. En el fondo esto tiene que ver
con recuperar el espacio de sanidad que alguna vez fuimos. Nosotros no podemos
ser más sanos que el hábitat donde vivimos.
La degradación ambiental, la
escasez de medicamentos, el problema nutricional, son factores que al
combinarse, en un organismo de por sí debilitado, destruyen el sistema
inmunológico. ¿Qué está viendo usted en su consulta privada?
Se está verificando, una vez
más, la frase que acuñó James Parkinson, quien además de ser un gran clínico,
fue un sociólogo, un observador agudo: la enfermedad sigue a la pobreza
como la sombra sigue al cuerpo. Actualmente, Venezuela es un país de tabla
media, un país del África subsahariana. Uno de los elementos que más tortura es
cuando te planteas este drama en el país del millón de millones de dólares. Eso
es lo que vemos, no digo yo en la cama oxidada de un hospital público, donde
acostamos a un venezolano enfermo, sino en las conclusiones, por ejemplo, del
más reciente estudio Encovi, que ha cuantificado la pérdida de peso
involuntaria. Es decir, por la alteración de los hábitos alimentarios de toda
la vida. Indudablemente, eso va a tener un impacto en la morbilidad, en el
elenco de enfermedades que desfilan ante nosotros. Regresamos a los tiempos en
los que si usted se enferma, eso es problema suyo.
Tal como lo acaba de decir, es
un problema privado, de cada quien. “Ve a ver cómo lo resuelves”. Pocos podrán,
la mayoría no.
Absolutamente. Entonces, es
muy doloroso cuando un paciente, un hombre de 30 años, que sufre una variedad
de leucemia severa, pero tratable, te dice: Mire, doctor, yo me voy a
morir, pero me voy a morir es por pobre. Es el drama que vive en el Hospital de
Niños, una madre con un niño cuyo diagnóstico es un linfoma. Señora, ese
no es problema mío. Sale la mamá con el niñito y toman la Vollmer. Aquella
imagen que se hizo famosa del niño en las protestas… ¡Se murió! Se murió,
porque no pudo hacer la secuencia de ciclos de la quimioterapia. Esas palabras
de incordia, a mí no me importa, eso es problema suyo, es la
expresión de una sociedad que dio forma institucional al maltrato, a la
humillación cotidiana a sus miembros. Aquí no hay hemoderivados, así que no le
puedes hacer una transfusión de sangre, al menos segura, a nadie, pero anda a
una fiscalía y haz una denuncia a ver qué te dicen.
Usted dijo que nada de esto
era casual, que tenía una “fundamentación política y ética”. ¿Cuál sería?
No hay tal cosa como una ética
marxista. Si para coronar el objetivo político superior, la materialización de
la revolución proletaria, aquí se tienen que quedar en el camino, las madres,
las esposas, los hijos del venezolano, esos son daños colaterales. Ningún
marxista ve en ello un dilema ético. ¿Alguna vez Pol Pot, Mao Zedong, Stalin,
pasaron una mala noche porque asesinaron a millones de personas? Para
nada. Si nuestro objetivo es ese, nosotros estamos pre justificados
moralmente. Por eso cuando usted habla con un ministro, con un hombre de
la nomenclatura que compartió facultad conmigo, en estos términos y le muestras
los números, son transparentes. Nosotros venimos a hacer la
revolución. Yo no vine a tratarle la leucemia al hijo de la señora. Hermano,
pero mire. Ese es un tema menor para nosotros. Por eso el debate y el
accionar político sobre este tema es tan difícil. No es que yo tengo una
política, unos argumentos y tú tienes otros. No. Tú estás debatiendo contra una
ausencia total del dilema ético.
Es difícil de entender, ¿Cómo
es que por una ideología no seas capaz de ponerte del lado de las víctimas? Hay
unos objetivos y más nada.
Y esos objetivos te pre
justifican. ¿Quién trajo Barrio Adentro a Venezuela? ¿Quién lo puso en la
calle? Recordarás que ese era un programa de la Alcaldía de Libertador en la
gestión de Freddy Bernal. Chávez lo decretó. Pero quien se vino a montar en
todo eso, Francisco Armada, déjame decirte que Armada es Phd en Salud Pública
por la Universidad John Hopkins (Baltimore, Estados Unidos). ¿Me van a decir
que Francisco Armada no sabía? No, él tenía claro a qué venía. Y no era,
precisamente, a prestarle atención médica al niño con un linfoma, cuya madre
salió a tomar la avenida Vollmer. O al pobre hombre que se estaba muriendo de
hambre en los Valles del Tuy y se fue al estado Bolívar, a enfermarse de
paludismo y quizás a encontrar unas pepitas de oro. No. Ese venía a
materializar la idea de la revolución y si en el camino tenían que irse cuatro
millones de venezolanos y 22.000 médicos, eso es un tema menor. Esto no es un
debate técnico, ni si quiera es un debate político. Esto es un debate ético. Es
la mamá, el hijo, o la compañera de alguien que se está muriendo, en el
entramado que ha hecho la revolución bonita.
Tal como ocurre con otros
sectores del país, no vamos a superar la crisis sanitaria, si no hay un cambio
de modelo.
Venezuela necesita desatar las
fuerzas de una sociedad libre y creadora. Que entienda que el camino al cielo
pasa por el país. No por Santiago de Chile, adonde se han ido el 40% de los
médicos. Esto es una convocatoria de carácter ético, como fue la convocatoria
de los fundadores de nuestra sanidad pública. El papel de las élites, que han
existido y existen en todos los ámbitos de la vida, es clave. ¿Qué hicieron los
médicos venezolanos —Gustavo H. Machado, Pastor Oropeza, Enrique Tejera—, que
en 1936 estaban en París? Vámonos a Venezuela, todo está en
Venezuela. Nosotros caminamos sobre los vestigios y las ruinas de lo que
esos hombres hicieron.
15-04-18
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