Anónimo Septiembre de 2019
En estos días leí el libro “El Hombre en busca de
sentido” de Victor Frankl, el autor es un psicólogo preso en un campo de
concentración, es la historia íntima de un campo de concentración contada por
uno de sus supervivientes.
Uno de los aspectos tocados en el libro es la existencia
de unas personas a las que se les llamaba “capos” -prisioneros que actuaban
como especie de administradores y tenían privilegios especiales- eran los que
realmente controlaban a los prisioneros, muy a menudo eran más duros que los
propios guardias, y les golpeaban con mayor crueldad que los hombres de las SS.
En resumen, suministraban los castigos y ocasionalmente
los premios en estos terribles campos.
Esta triste situación me vino a la mente y me la recordó
lo que está ocurriendo con unos llamados mercados a cielo abierto promovidos y
llevados por la Gobernación del estado Miranda y el Concejo Municipal, en este
caso específico, del Municipio Baruta.
Me explico, es un hecho que la destrucción de la economía
nacional que dio como resultado el empobrecimiento de los venezolanos es
consecuencia de las políticas ejecutadas durante estos 20 años, las personas
que ejercen el poder estadal y el legislativo municipal no son ajenas a estas
políticas, en el caso del gobernador ha sido ministro en diferentes áreas y por
supuesto, junto con los concejales son corresponsables o cuando menos ardientes
defensores.
Han sido parte del garrote destructor, y luego de esto
ahora pretenden ofrecernos mendrugos, de su muy jugoso y abundante banquete. Se
apoderaron de la riqueza del país, y nos lanzan sobras, con el argumento que
necesitamos ayuda porque no tenemos para comprar, nos empobrecieron, nos exigen
obediencia perruna y como premio nos dan más humillación.
Los mercados en cuestión ofrecen precios viles, que se
sabe no corresponden a la realidad actual.
Lo más triste es que el método que usan los gobernantes
estadales y municipales se parece al de los nazis, los tales mercados vienen
por los concejales elegidos con votos democráticos, y llega a la comunidad por
el aval de las asociaciones de vecinos que así lo acepten. Se saltan sin
miramiento al ejecutivo municipal, y en el caso de la comunidad donde vivo se
puso la tapa del frasco, pues la asociación de vecinos que dio el aval en
realidad se la impuso a una asociación vecina.
Así que la institucionalidad es una ficción que estos 20
años ha convertido en una palabra sin sentido para todos los involucrados.
La condición es que las asociaciones de vecinos
involucradas, modernos “capos”, se encargan de las colas, de cocinar para los
que colocan los alimentos y de otros aspectos que están en relación directa con
la operación en el sitio.
Otro aspecto o faceta a mirar es que todo el que lo
piense se dá cuenta que nada es gratis, algún productor perdió, lo que alguien
compra a precios ridículos, es porque alguien está perdiendo, además de la
entrega de la libertad, por supuesto. Recordemos para que no quede en nuestra
desmemoria, cuando las expropiaciones de empresas, unos empleados creyeron
ganar, pero ellos y todos perdimos, luego cuando los dólares baratos para
viajar, de nuevo algunos se beneficiaron pero al final la mayoría de los
pasajes no se pagaron nos fuimos quedando sin vuelos internacionales y de nuevo
el país perdió, luego los episodios de entrega de propiedad privada de tiendas
y comercios, que para llamarlo genéricamente se llamó Dakaso, de nuevo algunos
creyeron ganar y todos perdimos.
De cada uno de esos episodios el régimen se atornilló,
logro alargar su estadía, y hubo personas que con la tradicional viveza criolla
creyeron ganar por “un día”.
Es hora que aprendamos, que nos preguntemos ¿Quiénes
están perdiendo individualmente? ¿En cuanto con nuestra “viveza” estamos
sacrificando al país y a nosotros mismos? ¿El productor que pierde, seguirá
produciendo, será otro que se va?, ¿Qué consumiremos después?
Así que hasta ahora hemos examinado el aspecto de la
destrucción institucional, de como todos perdemos a la final de un día.
Miremos otro aspecto, para ordenar las ciudades se crean
zonificaciones y estas tienen usos especificados, convertir urbanización en
zona de comercio es de por si buscar el desorden, hacer de la ciudad un espacio
donde no exista calidad de vida. Que esto lo motoricen concejales, encargados
de establecer las reglas dentro del municipio es por lo menos una
contradicción. Pareciera que forma parte de nuestra destrucción, suma para la destrucción
de las instituciones de la mano de las propias instituciones.
No cabe duda estamos viviendo una grave crisis, una crisis
donde los valores y principios se desdibujan y donde si no intentamos al menos
poner freno, seremos responsables.
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