Laureano Pérez Izquierdo 08 de septiembre de
2019
Los
tambores de guerra del dictador de Venezuela suenan en el límite con Colombia.
Una peligrosa maniobra que podría terminar como otros experimentos similares en
América Latina
Sobre Alberto Fujimori y Sixto Durán-Ballén pesa
un triste y trágico pergamino. El presidente de Perú durante
la completa década del 90 y el jefe de Estado de Ecuador entre
1992 y 1996 fueron quienes convirtieron en guerra un conflicto fronterizo.
Ocurrió en enero y febrero de 1995. El primero buscaba la reelección; el
segundo conseguir algo de oxígeno ante la impopularidad de su gobierno. La
ambición de ambos provocó la muerte de un centenar de soldados sumados ambos
países. Fue el último ensayo bélico en la región. Pero no fue la primera
vez que en América Latina un mandatario se iluminaba
con una idea semejante: Leopoldo Galtieri,
-el penúltimo jefe de la dictadura argentina- había incurrido en el mismo plan
en 1982 al intentar recuperar las Islas Malvinas provocando
una confrontación con el Reino Unido.
Nicolás Maduro coquetea
con un peligroso y similar razonamiento. Esos vientos y fantasmas agita el
autócrata caribeño desde hace algunas semanas. No pronuncia la palabra
"guerra", pero sobrevuela su cabeza. Sobre todo en las recientes
horas: el pasado 3 de septiembre ordenó la activación de un Alerta
Naranja en el límite colombiano y la realización de
ejercicios militares entre el 10 y el 28 de este mes. No informó cuál era la
amenaza que pende sobre su nación o sus habitantes, ni cómo arribó a esa
temeraria conclusión.
Lo resolvió cinco días después de que una facción de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciara su vuelta a
las armas y lanzara amenazas contra Bogotá y su clase
empresaria. El mensaje emitido a toda la región fue encabezado por Iván
Márquez, histórico miliciano, y Jesús Santrich,
prófugo acusado de pertenecer a una red de narcotráfico. Ambos están en Venezuela, de
acuerdo a fuentes del gobierno de Iván Duque.
"Anunciamos al mundo que ha comenzado la
segunda Marquetalia bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los
pueblos de levantarse en armas contra la opresión", afirmó el
guerrillero que supo ser parte del proceso de firma de paz con la
administración de Juan Manuel Santos. No está claro cuál sería esa
opresión a la que se siente sometido Márquez teniendo
en cuenta que su grupo armado -y él mismo- consiguió incontables
hectáreas de forma legal y sillas en el parlamento. El discurso fue
montado en tierra venezolana, donde se les regala refugio. Incluso dinero.
No sólo a ellos, sino además a quienes podrían unirse a ellos y conformar parte
de la nueva era de violencia política: el Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Márquez y el caraqueño saben que
los cabecillas del ELN se sumarán a su iniciativa. De este
modo contarán con un músculo más potente para acosar al aparato estatal
colombiano.
Es tal la connivencia entre el chavismo y los popes
rebeldes de FARC que a estos últimos puede vérselos transitar
en caravanas fuertemente custodiadas, como si fueran ministros del
régimen. Márquez pasa sus días entre Apure y Caracas;
a Santrich entre las capitales venezolana y cubana; Hernán
Velásquez, El Paisa, es uno de los personajes más siniestros
del grupo y pasa sus días en Bolívar. Y así, todos los
jerarcas descontentos de la milicia.
La alianza tripartita provocó la reacción de Duque quien
fue directo al conocer la resurrección de la lucha armada: "No es una nueva guerrilla, son narcoterroristas apoyados por
Maduro". De todas formas, mantiene la calma y aseguró que no
cederá ante las provocaciones de su vecino. "Colombia no agrede a nadie", advirtió pese
a que el dictador del Palacio de Miraflores ya envió
a tres mil soldados a la frontera. Los ejercicios militares se
ejecutarán en los estados de Zulia, Táchira Apure y Amazonas.
"Maduro sólo busca cohesión nacional en medio
de la crisis. Rebrotar el nacionalismo. No tiene los recursos suficientes y
necesarios para encarar una guerra", explica a Infobae un
general en actividad que conoce en detalle no sólo la situación en la frontera, sino
la historia y las internas de las FARC y el ELN, a
quienes combatió. También enumeró las motivaciones que estarían detrás
tanto del régimen vecino como de los guerrilleros. Para el militar, mientras el
hombre que conversa con seres alados quiere activar las fibras más
viscerales de su pueblo, los grupos terroristas persiguen otros objetivos: por
un lado golpear el proceso que concluye el domingo 27 de octubre con
elecciones regionales; por otro, territorialidad. "Habrá que estar muy
atentos", alerta el oficial colombiano en off the record.
Los atentados ya comenzaron: candidatos locales perecen víctimas de ráfagas de fusil o
explosivos desde el inicio de la campaña.
"Se equivocan. Es ingenua la posición de estas
FARC. Le declaran la guerra a la clase política y empresaria de Bogotá, con lo
que conseguirán que todo el aparato del Estado les caiga encima. Es un grave
error", pronosticó el general quien recordó que ya intentaron algo
similar en el pasado y el resultado fue aplastante luego de que colocaran a la
capital en su mira. Pero otro polo mucho más lucrativo reúne a la
disidente FARC con el ELN: el narcotráfico.
"Se repartirán territorios en el norte del país. No combatirán juntos,
ni unidos. Será una distribución de tierras para el comercio de la droga",
describe otro coronel conocedor del movimiento guerrillero.
El chavismo (y Cuba)
sólo podrá ofrecerle asilo clandestino de momento. Tanto como para
planificar sus misiones y no arriesgar sus vidas. ¿Pero podría Caracas gestar un
autoatentado, victimizarse ante el mundo, culpar a la Casa de Nariño y
justificar así un ataque más allá de las fronteras? Parece difícil que el
desprestigiado dictador convenza a alguien. No obstante, no sería la primera
vez que persigue un giro semejante. La explosión de un drone en un acto público el
5 de agosto de 2018 se convirtió en un grotesco de proporciones teatrales, al
extremo que el caudillo culpó al entonces presidente colombiano Juan
Manuel Santos por el hecho.
El peor escenario
Provocar una conflagración
resultaría catastrófico desde un punto de vista humanitario. E
incontrolable. Más de un millón y medio de venezolanos ha huido en los últimos
años y buscado refugio en sus vecinos de Colombia. ¿Cuál sería la
reacción de los receptores con los inmigrantes ante una agresión
chavista? ¿Y la de los desplazados? Ese sería el mayor dolor de cabeza
de Duque, aunque también de Maduro: quedaría
en la historia por atacar al país que cobijó a su pueblo -de incalculables
lazos recíprocos- cuando más lo necesitaba.
El déspota igualmente tendrá que sopesar los
movimientos regionales. Salvo Nicaragua, Cuba y Bolivia,
no tiene aliados de peso en la región y es poco lo que estos socios puedan
ofrecerle, salvo consuelo o malos consejos. México y Uruguay,
aunque comprensivos con el régimen, no aceptarían nunca una agresión
unilateral.
En ese preciso momento otros
actores pondrían en funcionamiento su rol. Brasil, que
comparte límite con Venezuela, aseguraría y reforzaría su frontera
con presencia militar. Constituye la mayor fuerza armada de América
Latina sin olvidar que su presidente, Jair Bolsonaro, es
un militar que en ocasiones parecería moverse más por la gracia de impulsos que
por las tradicionales y aceitadas vías diplomáticas. Su pulsión freudiana más
radical parecería prevalecer por sobre otras cualidades. La tensión escalaría
demasiado.
Pero además Bogotá contará
con un apoyo incomparable: la Casa Blanca. Washington señaló
reiteradas veces que la opción bélica no debía ser descartada. La logística y
el armamento estarían garantizadas para Duque. La colaboración
entre ambos gobiernos se cuenta en décadas. Ante un ataque injustificado por
parte de la dictadura, tendrá de su lado al ejército más poderoso de la
historia.
Otro factor es el interno. La Fuerza Armada
Nacional Bolivariana (FANB) padece la pobreza estructural y su
situación dista de ser propicia para afrontar una lucha. Las quejas de los
soldados y superiores cada vez son más frecuentes. Ya no sólo por la realidad
política, sino por la propia economía personal. Los beneficios que antes
alentaban a jurar por sus líderes ya no existen. Ni para suboficiales ni para
generales. La crisis a la que los condujo Maduro no distingue
escalafones. ¿Ahora los quiere unidos ante una amenaza ficticia? Muchos familiares de los militares huyeron a Colombia en
búsqueda de algo de futuro. Otros compañeros desertaron.
La situación interna en las FANB
En ese clima convive Vladimir Padrino López,
el generalísimo del que su jefe desconfía. Le ordenaron que viajara a Nicaragua para unos
festejos. No participa de los ejercicios militares. Eso sí, desesperado,
muestra estertores de lealtad ante los desplantes: "Es antitético
imaginar la posibilidad de una FANB subordinada a un proyecto entreguista,
antinacional y desintegrador de nuestra soberanía".
"Los generales en Venezuela ocupan todo el
abanico de cargos públicos en la administración estatal. Eso quiere decir que
no solamente se encargan de la dirección de la FANB, sino también de las
empresas petroleras, algunos ministerios, la repartición y control de los
alimentos, los puertos, las empresas estatales…", reseña el oficial
colombiano. "Este modelo creó en el cuerpo unos intereses de negocios
de los que se han aprovechado los escogidos para enriquecerse. Sumado
lógicamente a los que quedan en las filas con mando sobre las tropas y control
territorial bajo su responsabilidad que han creado vínculos con el
narcotráfico, facilitando el comercio de cocaína proveniente de Colombia a
través de las FARC y el ELN, especialmente. Entonces, el grado es el mejor
negocio que hoy se pueda tener en Venezuela. Este panorama explica en
parte la lealtad a Maduro y su conformidad con la situación, siempre y cuando
no pierdan las prebendas y el poder del cual han sido empoderados, con todo el
conocimiento que el país se está destruyendo bajo sus pies". El
contraste con los subordinados es un cóctel explosivo.
Así las cosas, hay un factor clave. Una guerra
convencional requeriría un desembolso extraordinario de cientos o miles
de millones de dólares. Las arcas de Venezuela están
flacas como para afrontar semejante gasto. Apenas puede darle de comer a sus
soldados o mercenarios. Rusia y China -sus
huéspedes más poderosos- no hipotecarían el futuro de sus negocios en la
región por una empresa absurda destinada a fracasar. Demasiado lejos, demasiado
costoso. Bastante con sus propios dramas como para sumar nuevos.
Maduro deberá
aprender de los experimentos bélicos más recientes de la historia de la región.
Podría terminar igual que aquellos dictadores que también pretendieron
cohesionar a sus pueblos en torno a batallas perdidas de antemano para
ganar algo del inevitable escurridizo tiempo.
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