Ismael Pérez Vigil 22 de diciembre de 2019
Sin duda alguna la crítica política es indispensable
para corregir errores, rectificar rumbos y fijar nuevas metas; debe ser una
tarea permanente, pero debe ser responsable y es, sin duda, muy necesaria en
este momento, que ha transcurrido casi un año desde que Juan Guaidó asumió la
presidencia interina y la Asamblea Nacional decidió una estrategia, basada en
los tres puntos que han sido definidos como un mantra: cese a la usurpación,
gobierno de transición, elecciones libres. Estrategia que tiene que ser revisada
y replanteada.
Al hablar de los críticos de Juan Guaidó, al analizar
los sectores “opositores” que los componen, lo difícil –pero imprescindible– es
no caer en los términos y las descalificaciones que ellos emiten, tratando de
mantener el criterio de reconocerlos como opositores, a pesar de que le hacen
un gran favor al régimen, cayendo en su juego divisionista, con criticas
demoledoras y acerbas a Guaidó y la oposición que ellos llaman “oficial”.
Esos críticos han desatado una campaña de desprestigio
contra Guaidó desde hace unas semanas, que tiene como trasfondo político las
elecciones de la junta directiva de la AN, que tiene que tomar posesión el 5 de
enero, para el último periodo parlamentario, cuya presidencia supuestamente
correspondía a los partidos minoritarios, pero que ya hay un acuerdo para
reelegir a Juan Guaidó, que como he dicho es el líder político opositor que en
este momento cuenta con más apoyo y menos rechazo a nivel nacional. En este
intento de impedir la reelección de Guaidó coinciden el régimen y sectores
opositores minoritarios, algunos de derecha, en una especie de pacto anti
histórico que el país, en su momento, les sabrá cobrar.
Como señalé más arriba, la campaña contra Guaidó
proviene fundamentalmente del régimen, pero encuentra coro y terreno abonado en
tres sectores de la oposición. Uno –sin que el orden signifique tamaño o
importancia– es el grupo congregado en torno a lo que se ha llamado la Mesa de
Diálogo –o la “mesita de diálogo”– que tiene como objetivo desplazar a la
oposición que se congrega en torno al Frente Amplio y la AN, que apoyan a Juan
Guaidó. Carácter distintivo de este grupo es un misterioso “diálogo” del cual
no se ven frutos –al menos para el país– y la aspiración declarada de
participar electoralmente bajo cualquier forma o bajo cualquier circunstancia.
Otro grupo, el llamado sector “radical”, se agrupa
alrededor de algunos líderes opositores, que alguna vez formaron parte de lo
que se llamó la MUD y ahora Frente Amplio y que hoy se congregan principalmente
alrededor de Soy Venezuela, que cuentan con una pequeña fracción de diputados
–la fracción 16 de Julio– en la AN, que en ocasiones coincide con el PSUV,
ausentándose de la cámara, cuando este partido intenta romper el quorum u
oponerse a la mayoría de la AN. Se desconoce realmente la fuerza, alcance o
presencia popular de este sector radical, pues aparte de ser resaltados en
algunas encuestas, un tanto sesgadas, no se caracterizan por convocar ninguna
acción de esa “calle” que tanto predican, ni ninguna acción de masas que se
agrupen en torno a sus propuestas; su acción suele reducirse a la actividad de
alguno de sus líderes y gran presencia en redes sociales, criticando las
iniciativas de la que ellos denominan oposición “oficial”, “cómplice” o “en cohabitación”
con el régimen.
Hay un tercer sector, de ex simpatizantes del régimen,
algunos de los cuales se han sumado o diluido en los grupos de oposición; pero,
entre ellos hay algunos no identificados con ninguno de los dos anteriores;
estos son las verdaderas “viudas del chavismo”, disidentes de esa corriente,
que arrepentidos, no terminan de encontrar “acomodo” en la oposición, en donde
“no se hayan”; difunden por redes sociales todas las noticias negativas, todos
los escándalos en los que se acuse o sean protagonistas líderes opositores;
algunas de esas acusaciones tienen algún fundamento, pero la mayoría son
simplemente escandalosas, absurdas, rumores, noticias falsas o inventadas
–“fake news”– que le hacen el juego al régimen, al que alguna vez pertenecieron,
y a los sectores más radicales de la oposición.
Estos tres sectores tienen en común que persiguen el
objetivo de convertirse en la “alternativa” opositora al Frente Amplio y a Juan
Guaidó; pero si lo pueden hacer sobre los desechos de ambos, mejor; es más
fácil trabajar para destruir la reputación y el trabajo de los demás,
esparciendo rumores y acusaciones sin o con poco fundamento, que hacerlo sobre
un trabajo propio por desarrollar, precisamente, políticas alternativas
propias.
Junto a ellos y en la misma tónica hay un sector de
opositores “independientes” algunos de ellos amparados en esa difusa ideología
de la antipolítica –que de manera supuestamente “ingenua”– se incorporan a la
campaña de difundir “información” en contra de la oposición a la que ellos
llaman “oficial” y sin darse cuenta, o plenamente conscientes, le hacen el
juego a la dictadura.
En esa tendencia, digamos “antipolítica”, contra la
oposición y que favorece al régimen y las posiciones más radicales –de la
oposición y del oficialismo– se inscriben algunas “denuncias” que hemos visto a
finales de noviembre, entre ellas las declaraciones del ex embajador ante
Colombia –que dada su veteranía política es difícil pensar que sea un acto
aislado o ingenuo– y los escándalos de corrupción que se dispararon y que
involucran a diputados de la Comisión de Contraloría de la AN, con los que se
pretendió “salpicar” a Juan Guaidó, sin considerar que él y las organizaciones
políticas involucradas, por pertenecer a ellas los diputados del escándalo, ya
tomaron algunas medidas correctivas, las que están a su alcance, habida cuenta
de que no tienen otros instrumentos legales o jurisdiccionales para hacerlo.
Sería deseable que de alguno de estos grupos –o de
todos ellos– que critican acerbamente a lo que ellos llaman la “oposición
oficial” o a Juan Guaidó, surgiera en este momento alguna idea, alguna
propuesta de acción, que sirviera para organizar sus seguidores o discutir y
encaminar a la oposición en una ruta más firme o proactiva, que al parecer
ellos conocen y reclaman. Algo que vaya más allá de la un tanto difusa “no
violencia”, que nunca termina de concretar acciones y va quedando en mera
ideología.
Pero, de cualquier manera, todas esas críticas, con
fundamento o sin él, están allí; así como todos los errores cometidos,
todas las fallas objetivas, que están a la vista, y tienen que servir para que
este fin de año y en el comienzo de 2020, antes de que se instale la nueva
directiva para el último periodo legislativo de la AN, se corrija el rumbo y se
defina una estrategia unitaria que relance a la oposición en una ruta de
triunfo para lograr lo que todos anhelamos, el cese de este oprobioso régimen y
la restauración de la democracia.
El año 2020 lo comenzaré con un esfuerzo por
reflexionar sobre las acciones políticas y la estrategia que proponga al AN y
la que, en mi opinión, debe emprender la oposición para solidificarse y salir
de este oprobioso régimen.
Y con esta entrega finalizo por este año mi actividad,
que reanudaré el 18 de enero, no sin antes desear a todos unas felices
navidades y un año lleno de optimismo y esperanza que nos conduzca a la
anhelada libertad de nuestra Venezuela. ¡Feliz Navidad y Año Nuevo, para todos!
Ismael
Pérez Vigil
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