Julio César Arreaza 29 de diciembre de 2019
@JulioCArreaza
En
esta época en la que se ha intensificado la crisis de los principios y valores,
siento particular orgullo en reconocer la figura de mi maestro Luis María
Olaso, profesor de Introducción al Derecho y Filosofía del Derecho, durante mi
transito por la Universidad Católica Andrés Bello, como ejemplo de sencillez
evangélica y faro iluminador, enseñando magistralmente a sus discípulos cuál es
el sentido de la vida. Él nunca cejó en el empeño de vigorizar nuestra
voluntad, de llenarla de fuerza y energía, para que cumpliéramos lo mejor
posible nuestro proyecto existencial.
Todos
debemos preguntarnos ¿Cuál es el sentido de nuestra vida?
Para
responder esta interrogante fundamental nos sumergimos a lo más profundo de
nuestro ser e interpelamos por la vocación.
La
dinámica de la existencia nos conduce a realizar elecciones absolutas y
relativas.
La
primera elección es de rango absoluto, primera en el valor, corresponde a la
elección religiosa que une al hombre con Dios, la única manera de reunir en
torno a sí fuerzas y energías enormes que si no se hace se dispersan. Ella
marca el rumbo de una vida. Haber sacado a Dios de los hogares y escuelas ha
traído graves consecuencias a la humanidad, como lo que sucede en Europa.
Luego
viene otra elección relativamente absoluta: alcanzar y aceptar mi yo concreto,
con sus limitaciones y defectos; y pasamos enseguida a establecer la elección
de nuestro proyecto fundamental: carrera, matrimonio, lucha social. Este serio
compromiso constituye la expresión práctica de aquella elección absoluta. Otras
muchas elecciones dependerán de este proyecto existencial.
Toda
elección da lugar a un compromiso, el hombre autentico no se compromete ni de
palabra con lo que no puede cumplir: es el que dice lo que piensa y hace lo que
dice.
Hay
una ley de renuncia. El que se compromete a una acción social enérgica renuncia
al confort. El comprometido admite en los demás otras elecciones y compromisos
distintos al suyo y los sabe respetar.
El
valor de la disponibilidad se funda en el afán de quedar libre de todo
impedimento para servir y así realizar el ser. Aceptar el riesgo existencial
parece una locura, pero resulta el modo de salir de la inautenticidad, el
egoísmo y la mediocridad.
El
riesgo asumido transforma plenamente una existencia, la llena de sentido,
convirtiéndola uno mismo en audaz y creadora. La existencia auténtica se vive
apasionadamente. Los tibios, los fríos, no se atreven a tomar riesgos ni a la
fidelidad.
La
idea es que avancemos por la vida provistos de unos principios y criterios,
como los precedentes, para manejarnos en las diferentes y exigentes
situaciones; eso sí, afirmando cada quien su voluntad y libre albedrío,
escogiendo los propios, para aplicarlos en la construcción de su proyecto de
vida.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza
@JulioCArreaza
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