Por Froilán Barrios
La carta magna de cualquier
país del mundo es la piedra fundacional de la nación, al ser el texto que
ensambla los valores, raíces históricas y visión de sociedad, concretadas en un
estado de derecho, que garantiza a sus ciudadanos disfrutar de la libertad de
expresión, distribución equitativa de la riqueza nacional, bienestar social y
poderes públicos éticos y autónomos.
Esas tareas históricas han
sido acometidas en nuestro continente en múltiples experiencias, por ej.
Estados Unidos mantiene su Constitución desde 1787 hasta nuestros días, siendo
la más longeva en América Latina la de Argentina con más de siglo y medio de
duración, luego le sigue México con un siglo de permanencia, en nuestros
predios la experiencia ha sido un tanto controversial ya que desde 1811 la
historia nacional ha registrado 26 cartas magnas.
Condición histórica que
conllevaba a aspirar alcanzar en nuestra fase republicana una estabilidad política,
económica y social que se pretendía lograr en este intento, con la vigente
aprobada por primera vez mediante referéndum popular, universal, directo y
secreto en diciembre de 1999. Hoy a veinte años se revela que los objetivos
trazados fueron trastocados por sus promotores, quienes se convirtieron en
enemigos aviesos y obstinados en su tarea de demolerla desde sus cimientos, a
tal extremo que convocaron a una reforma EL 2-D en 2007 y la perdieron, ya que
el pueblo salió en defensa de la CRBV.
El vigésimo aniversario
conmemorado el pasado domingo 15 de diciembre fue el escenario de un vil
montaje, donde la casta criminal gobernante que no ha escatimado esfuerzo
alguno en violar todos y cada uno de sus artículos, se presentan en cadena
nacional como sus defensores, siendo por el contrario sus detractores y
consecuentes en sus actos perversos de desaplicarla.
La que fuera calificada como
la mejor constitución del mundo, como en efecto ha sido reconocida a nivel
universal por la progresividad del texto en materia de derechos civiles,
humanos, sociales y laborales, económicos, hoy yace desmantelada ante los
indicadores que registra la comunidad internacional con asombro, al ver un país
en ruinas, una diáspora de sus ciudadanos proyectada hacia los 6 millones para
2020 como la mayor del planeta, centenares de presos políticos, una población
depauperada y famélica, acosada por poderes públicos cuyo talante tirano es
similar o peor a los regímenes gorilas que han azotado la historia
latinoamericana.
Si quisiéramos conocer el
desacato mayor que ha sufrido la vigente carta magna, tendríamos que hurgar en
las innumerables tropelías cometidas durante las dos gestiones presidenciales
transcurridas estos 20 años, entre tantos desafueros debemos destacar uno
excepcional por su magnitud, y es la autoproclamación de una Asamblea Nacional
Constituyente espuria conformada mediante una cámara de inspiración
corporativa, integrada por una turba de militantes del PSUV, orquestada bajo
las hormas ideológicas del fascismo europeo. Conteniendo un objetivo primordial
enterrar la actual CRBV con la finalidad de imponer el Estado Comunal calcado
del sistema cubano-soviético de inspiración cripto-estalinista.
Ante las intenciones
perversas de la tiranía debemos rescatar la fortaleza de la vigente Carta
Magna, que aprobada por votación universal no puede ser derogada por la
villanía de quienes usurpan el estado de derecho, ya que el texto
constitucional faculta al pueblo soberano a restablecerla plenamente.
En verdad es un aniversario
singular, complejo y paradójico sobre todo en las actuales circunstancias,
quienes detentan el poder conmemoran el vigésimo año para desprestigiarla aún
más, y por quienes debieran estar llamados a defenderla a plenitud, prefieren
dejar pasar bajo la mesa sin convocar siquiera a sesión extraordinaria de la
Asamblea Nacional reclamando su vigencia.
18-12-19
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