Carolina Valladares 21 de diciembre de 2019
@CarolinaValla16
Para
los venezolanos, la profunda crisis que atraviesa su país es una vaina. Tener
que salir a construirse un futuro en otro país, es una vaina. Llegar a un lugar
desconocido, aunque de ahí hayan salido sus antepasados, es otra vaina. De
manera que cuando el gallego-venezolano retornado a España, Manuel Pérez, pensó
en crear un periódico digital para orientar a los recién llegados, no titubeó
sobre cómo llamarlo: “Qué Vaina!”.
“Y
todo el mundo se pregunta, por qué “Qué vaina? Qué vaina me echaron, es una
tradición muy peculiar venezolana. Porque uno dice, mira se me cayó el coche y
se me rompió un caucho! Puffff… qué Vaina!”, explica Pérez, quien también es
presidente de la Federación de Venezolanos de Galicia, sobre el folclórico
nombre de su publicación.
El
diario digital ofrece a los venezolanos descendientes de españoles, y quines
están recién llegados a España, una ventana a lo que sucede en la tierra que
dejaron atrás y a las oportunidades que se abren en la tierra española que
ahora está acogiendo a quienes salieron en los años 50 y están regresando por
la profunda crisis venezolana. Lea Que Vaina: https://quevaina.net/es
“Cuando
llegas aquí, y tenemos tejido social, tenemos unas asociaciones, tenemos una
federación que nos une a todos, y tenemos una oficina informativa donde hoy
puede llegar un venezolano, por ejemplo, a la asociación de Vigo y preguntar”,
explica Pérez desde sus oficinas, que son punto de reunión de los recién
llegados.
Pérez
ha venido desarrollando un paciente trabajo de araña solidaria hilvanando una
red que ayude a los gallegos venezolanos a hacer más fácil su transición de
regreso a su tierra, o la tierra de sus antepasados. Ha creado, además, la
Asociación de Amigos de Venezuela en la costera ciudad de Vigo, donde recibió a
Venezuela 360 de la Voz de América, para la realización de este reportaje. La
organización ofrece orientación y oportunidades. Tiene una página web y
presencia en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube.
Con
una voz amiga, un acento conocido e información práctica, Pérez trabaja
arduamente para que sus compatriotas no aterricen bruscamente sobre las duras
piedras que enchapan las calles y aceras de Vigo, y la mayoría de los pueblos
de Galicia. Ahora los gallegos venezolanos pueden aterrizar sentados en una de
las mesas del bar Alameda en Celanova, a una hora en carro de Vigo, donde con
un acento “chamo” les ofrecen un pincho de tortilla o una arepita con queso.
“Llevo
dos años aquí en España y encontrar personas que hablen igual, de la misma
forma, en un país donde mis abuelos son de aquí de Celanova, me ha facilitado
todo el tema de adaptación”, explica emocionada María del Carmen Pérez Vidal,
quien junto a su pandilla de amigos venezolanos debora arepas a pocos meses de
donde un grupo de ancianas juegan a la baraja española.
“Cuando
tú te conectas con las personas de tu propio país, sientes en verdad que estás
en una gran familia porque sientes que estás acompañado, acobijado; y aunque
estemos en la línea de los gallegos, también sabemos que tenemos esa gran
familia, y seguimos manteniendo un contacto de amistad, de alegría, de
felicidad”, concluye desde este pintoresco bar ubicado en la provincia de
Oursense, la más “anciana” de España, con siete jubilados por cada 10 personas
activas, según datos del gobierno.
Se
trata de una zona de Galicia afectada severamente por el movimiento demográfico
del campo a las ciudades, donde las antiguas aldeas se han quedado sin jóvenes
y donde tanto iglesias como escuelas han visto mermado su número de feligreses
y alumnos. Algunos de esos pueblos han quedado en total abandono y sus casas se
han convertido en ruinas. Se venden baratas a quienes se comprometan a
reconstruirlas y habitarlas. Cuanto más jóvenes, mejor.
Y
los gallegos o sus descendientes que salieron hacia Venezuela medio siglo
atrás, ahora están contribuyendo a revertir el patrón de extinción de estos
pueblos ubicados entre los viñedos y las granjas ganaderas de Galicia. Unos
5,000 han retornado a esta región de España, que es la tierra de sus padres.
Algunos a la tierra de sus ya lejanas infancias.
En
Celanova se han asentado unos 160 de ellos. Ya están contribuyendo con la zona.
Por primera vez en 13 años, el censo poblacional ha dejado de reducirse.
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