Por Ramón Hernández
Vladimir Putin fanfarroneó
horas antes del Día de los Inocentes de haber sido informado por su ministro de
la Defensa, Sergei Shoigu, como en los viejos tiempos del absolutismo zarista,
de que Rusia ya tiene en operación misiles intercontinentales con capacidad de
volar a 27 veces la velocidad del sonido –a 33.358,5 kilómetros por hora–, lo
que multiplica al infinito su capacidad de destruir el planeta en pocas horas.
Cuando el Pentágono detecte
que un misil salió de los Urales con dirección a la Casa Blanca, apenas tendrá
segundos para que funcionen sus escudos o para rezar por última vez. Es un
blanco huidizo y no interceptable. Con el siglo XXI no solo llegó un socialismo
más destructivo y criminal, sino que la carrera armamentista entró en una
dimensión inimaginable: de destrucción total.
Bautizado con el nombre de
Avangard, la palabra rusa que significa “vanguardia”, comenzó a ser probado a
mediados de la segunda década de este milenio y en 2018 empezó su producción en
serie. Es un vehículo de planeo hipersónico que Putin presenta como un salto
tecnológico similar al que protagonizó Rusia en 1957 al lanzar el primer
satélite al espacio. China ha desarrollado un arma similar, pero no es tan
veloz como el ruso. Solo alcanza cinco veces la velocidad del sonido. La gran
paradoja es que Rusia es un país subdesarrollado, poco industrializado, que
vive de la exportación de materias primas, fundamentalmente minerales e
hidrocarburos, pero muy activo en la producción y venta de armamento,
especialmente de fusiles automáticos y sistemas antiaéreos, ambos muy
solicitados por grupos delincuenciales del tercer mundo para sus luchas de
“liberación nacional”.
Con la llegada de Putin y
sus colegas de la antigua KGB al poder la intención ha sido recuperar el poder
de fuego que una vez tuvo la Unión Soviética y disminuir las libertades y
procedimientos democráticos que se instituyeron con el derrumbe del régimen
comunista en 1991. Una vuelta al autoritarismo y al mercantilismo mafioso, más
cruento que capitalismo salvaje y con sueldo mínimo casi bolivariano.
La agencia TASS informó en
la última semana de noviembre pasado que el Ministerio de Defensa de Rusia
había demostrado al grupo de inspección de Estados Unidos el sistema de misiles
Avangard, con el vehículo de planeo hipersónico, en correspondencia con los
procedimientos del tratado New Start de armas nucleares entre ambas naciones.
El jueves entró oficialmente en combate el primer regimiento de misiles armado
con el Avangard. Los ex soviéticos también cuentan con otro sistema hipersónico
de menor rango que desde el año pasado fue acoplado a los aviones de combate
MiG-31, que logra una velocidad igual a 10 veces la del sonido y tienen un
alcance de 2.000 kilómetros con bombas de destrucción masiva.
Si el Avangard se lanzara
desde Fuerte Tiuna tardaría 1,84 minutos en llegar a Bogotá, no los 3,6 minutos
de los bombarderos imaginarios de Freddy Bernal, y en 6 minutos alcanzaría el
blanco escogido en Washington DC con bombas nucleares de 2 megatones, pero esa
amenaza no es plausible ni creíble a corto plazo. Faltaría todavía oficializar
el traspaso de Pdvsa a los socios de Putin, al igual que los asuntos
relacionados con la explotación exhaustiva de tierras raras, oro, coltán,
diamantes, uranio y torio en el campamento minero en que ha devenido el
territorio venezolano con el beneplácito de militares y civiles
“antiimperialistas y bolivarianos”.
Mientras tanto Moscú afina
la Rusonet, su alternativa del Internet en uso, con el cual podrá tener más
controlada su población y la de sus subrogados, como hacen China, Irán y Arabia
Saudita para evitar el uso libre (¿subversivo?) de las redes sociales. Lo
sustancial será que tendría muchas más opciones para el manejo de noticias
falseadas y posverdades, una especialidad en la que los hackeadores adiestrados
por los servicios de inteligencia repotenciados por Putin han demostrado gran
capacidad y alta eficacia. Otra vez los avances científicos del Homo sapiens
ponen en peligro de extinción la vida en el planeta.
En la producción de cerdo,
Rusia no ha sido tan exitosa. Aunque en 2018 y 2019 aumentó hasta en
252.000 toneladas con respecto a 2017, no ocurre lo mismo con el consumo debido
a los altos precios (107 rublos o 1,66 dólares el kilo en pie, más un IVA de
20%). No es negocio para Venezuela ni para ningún país comprarles perniles a
los rusos, como no lo fue para Cuba venderles azúcar. Cuando la ideología, la
geopolítica o la complicidad se incorporan a las adquisiciones de bienes de
consumo los más perjudicados son los obligados a grabar videos dando las
gracias al comandante presidente que se harta de exquisiteces sin miramientos
por el pedazo de pernil o el kilo de lentejas. Vendo compendio de los desastres
de Trofim Lysenko en la ciencia rusa y sus discípulos criollos.
31-12-19
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