Por Ramón Guillermo Aveledo
Una estrategia calculada
fríamente desde el poder para alejarnos del ejercicio de la ciudadanía y unas
fuerzas del cambio atrapadas en el fuego cruzado de los extremismos, condicionadas
por la quimera de la vía rápida tienen un efecto desmoralizador y desmotivador.
Creo que debemos rebelarnos a su falso dilema.
La pérdida de confianza en
el voto es un peligroso síntoma de pérdida de autoestima personal y popular, en
cada ciudadano y en la ciudadanía en su conjunto.
Para que el pueblo
venezolano recupere su protagonismo, necesita ante todo revalorizar su
convicción de lo esencial, lo crucial, lo decisivo de su papel. Porque lo es.
Sin la menor duda.
Hay unos recursos
disponibles que pueden y deben ser potenciados: la vocación de paz y libertad,
el deseo mayoritario de una solución pacífica y democrática, la valoración de
la democracia, la aspiración de progreso y bienestar, la idea de que ésta no es
una tarea individual, es demasiado para uno solo, sino colectiva, podemos si es
entre todos. Y una elección es un acto colectivo por definición, compuesto de
una multitud de decisiones personales.
El escepticismo basado en
las experiencias frustrantes puede superarse con un cuerpo de logros cívicos
tangible que pueda dar base firme para hacer creíble aquello que deseo. Logros
que uno a uno tal vez parezcan pequeños pero que apreciados en conjunto
muestren una ruta factible que en el ciudadano común generen credibilidad y
motivación. Las instituciones, como legítimo producto de los entendimientos
políticos necesarios, irán viabilizando esos logros.
La lucha por esos logros
debe ser social. No incumbe solo a los partidos políticos y sus líderes,
actores indispensables e insustituibles del proceso democrático. Su
responsabilidad es central, pero no única. Ellos son, lógicamente, “parte interesada”
en candidaturas y espacios de poder. Como les corresponde. Aparte de que urge
que recuperen toda la credibilidad moral que necesita su credibilidad política.
La responsabilidad de conseguir esos logros cívicos tangibles que revaloricen
el voto, es social, nacional, como será la democracia a la que aspiramos.
Esta, como ha dicho el
rector de la UCAB José Virtuoso, “es la hora de la sociedad civil”. Es desde la
ciudadanía organizada de donde debe emerger y crecer la fuerza social que exija
una solución democrática a nuestra crisis nacional. Que reclame a todos los
liderazgos y que ofrezca base de apoyo a los y las valientes que se atrevan a
llevar la contraria a las corrientes amenazantes del falso dilema de los
extremismos antipolíticos, sean de izquierda o de derecha. La política
democrática no es deporte de espectadores.
Al voto, defender su valor y
defenderlo con valor.
A la memoria de Pedro Nikken
17-12-19
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